Con los años y esa postura de espectador he llegado a una terrible conclusión: ser buenista es rentable.
Dias como el de hoy, navidad (fun , fun, fun ), se reciben felicitaciones de esas personas que no están convencidos si te has muerto desde la del año pasado. Que si te desean que la familia y el amor. Que si el calor de la amistad. Que si a los tuyos y la bondad. Que si, que los deseos se hagan realidad.
No se puede responder que has dado positivo en el test de estar hasta las narices. No se puede decir que hace falta ser hipócrita de mierda para aparecer solamente cuando se lo marca el calendario. No responder parece hasta un agravio. No se puede, tampoco, indicar que son unas fechas de mierda cargadas de compromisos estériles entre un frio que se te pega a los huesos.
El día de navidad es una publicación amable de facebook con un filtro de instagram.
Y aunque es perfectamente lícito, en una sociedad supuestamente libre, decir lo que uno piensa sobre las cosas sin imponer su criterio a los demás, no se debe. No es rentable. No es amable. No es popular. ni siquiera es algo que tenga que ver con la navidad sino que se puede hacer extensible al resto de las facetas de la vida. No se puede decir que tu marido mujer me parece una hija de puta. Que ese político que tanto te gusta creo que es un miserable cabrón interesado falso. Que tu equipo de fútbol son una banda de niñatos millonarios vagos y quejumbrosos. Ni siquiera se puede comentar que eras mucho más adulto hace unos años. Ojo, que todo te lo digo desde el amor y la amistad. Diciendo esas cosas se acaba la amistad. Quizá es que aunque la teoría lleve impreso que la amistad es poder decir lo que piensas a una persona que sabe que la quieres, la gente se ha convertido en gatos que te arañan si no les acaricias el lomo.
Cuando eres aceptablemente amable se abren las puertas. Cuando eres honesto contigo y con el entorno, sobre todo si dispones de un alma crítica, vas mal.
Conozco a quien ha vivido toda la vida con el freno puesto. Alguien que piensa tres veces las consecuencias de sus palabras. Es esa persona a la que saludan por la calle.
Conozco a quien es tan absolutamente infantil y bondadoso hasta dar repelús que te mira como una abuela con su primer nieto cada vez que se acerca. Alguien que te llama cariño y que te desea amores. Alguien que disfruta del frio en invierno, del calor en verano, de la multiculturalidad si es rodeado por un grupo de atracadores magrebíes a las cuatro de la mañana. Alguien que reconoce ser feliz pagando impuestos y tiene salud cuando no le toca la lotería. Nadie es malo en su mundo. Abraza y sonríe. Da tanto asco como un presentador graciosete de un programa de televisión que lleve diez años en antena y se aferra a un papel que se ha creído como cierto. Esa persona es alguien a quien todo el mundo ama. Todo el mundo ama a Lucy, incluso cuando envía felicitaciones de amor y felicidad que impregne a ti y a los tuyos en estas fiestas en las que la bondad nos lleva por la vida feliz hacia un mundo mejor.
Las felicitaciones , como cada vez que hablamos, ayudan a reflejarnos como las personas que somos. Yo soy de los que no repite mensaje , de los que no responden a mensajes que no hayan escrito para mi.
Hace unos años era un tipo desagradable que devolvía lo que es, ciertamente, un agravio envuelto en amor eterno navideño. Sobre todo porque algunos creen que ser feliz es algo que , si no lo eres, es porque no te da la gana. Un interruptor que se enciende y se apaga a voluntad, como la tele. Era de esos que respondían con existencialismo a mensajes impersonales. Reconozco que eso elimina los mensajes para el año que viene.
Ahora no respondo.
El siguiente paso es ser un hipócrita y desearos a todos que el amor y la felicidad impregnen vuestros hogares.
Hola, soy Edu.