12 de octubre de 2020

CV mediocre ( minirelato)

Hace muchos años, quizá cuando descubrió que jamás iba a llegar a ser lo que estaba convencido que iba a ser, una especie de temblor cargado de rabia le empezó a recorrer el cuerpo. Iba en el coche y estaba parado en un semáforo. Cerca, demasiado cerca de él, pasó un padre con un hijo montados en bicicleta. Las dos a juego y ambos con cascos que reforzaban ese lazo de sangre que obviamente dejaban impreso a cada pedalada. A arrancar tras la luz verde se hizo un espacio y decidió, sin pensarlo, compensar su angustia reduciendo la felicidad ajena. Se acercó todo lo que pudo y les consiguió tirar de las bicicletas. Escapó. Por una parte se sentía culpable y por otra, vengativa y potente, se sentía bien. Le resultaba tan insultante ese alarde de felicidad que consideró justicia divina ese acto delictivo (a medias, porque iban por la carretera en vez del carril bici). Después de calmar la adrenalina y saber que no iba a ser penado por su acción, se sintió mejor.

Los meses siguientes buscó, como quien tiene un hobby,  momentos de felicidad ajena para estropearlos. Si una pareja se reía con un helado caminando por la calle, se tropezaba con ellos. Si un grupo de chavales afianzaba sus lazos de amistad ruidosamente en plena calle, llamaba a la policía. Si la comunidad de vecinos proponía arreglar la fachada, votaba en contra. Todas esas pequeñas cosas le hacían sentirse mejor porque ya no era el único que sufría. Los fines de semana se iba con el coche hacia esos apartados lugares donde las parejas se entremezclan y se quedaba con las luces largas iluminando hasta que se fueran. No era nada de vicio sino, exclusivamente, por joder.

Pero aquello, como todas las adicciones, se le quedaba corto. No le valía toser en los transportes públicos ni sabotear las celebraciones deportivas de los demás. No era suficiente para él recorrer los restaurantes de éxito con unos pequeños ratones en una bolsa escondida y ya no le quedaban comentarios negativos que hacer en Internet. Necesitaba más.

Así que se hizo coach para asegurarse que nadie que se pusiera en sus manos llegara a nada.

Montó una empresa de muebles con instrucciones imposibles de montaje.

Desarrolló software que ofrecía gratis pero estaba lleno de malware.

Dirigió una empresa de transportes que, aunque era la más barata, o no entregaba en plazo o rompía los paquetes.

Y, un día, descubrió lo que le iba a satisfacer del todo.

Así que tras mucho esfuerzo, buscando ese lugar en el que lograr que los demás fueran tan infelices como él, se convirtió en presidente del gobierno.




E. Fromm ; “El hombre ordinario con poder extraordinario es el principal peligro para la humanidad y no el malvado o el sádico"

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