10 de septiembre de 2017

Un mundo estúpido (amago de prólogo)

¿Cuál es el video más visto del mundo?. Ese, el de Internet. ¿Qué es? Una auténtica basura. ¿Por qué?. Porque la naturaleza humana es así y al final, en la intimidad de nuestras casas, hacemos mareas de acciones que más tarde se convierten en tsunamis ridículos.

El problema es que las olas, cuando son muy altas, arrasan con todo.

Una de las principales características de las sociedades modernas es la falta de responsabilidad del individuo. Los gobiernos, las reglas del mercado o las grandes multinacionales están ahí para hacer con nuestra vida lo que les venga en gana y como son ellos quienes tienen que hacer lo que tengan que hacer nosotros nos sentamos en el bar y nos quejamos dando miles de soluciones pero después nos vamos a la cama con miedo a no romper los engranajes de los mecanismos de sistemas que juramos que no inventamos nosotros.

Así que pensamos que ver ese video o que dejar de comprar en esa tienda de barrio no nos hace responsables del empobrecimiento de la cultura o de la muerte comercial de nuestra calle. La culpa es de los demás, siempre de los demás. Debería de estar alguien ahí, velando por la verdad, por la igualdad y por la justicia. Debería. Y sin embargo no nos damos cuenta que la democracia, como el resultado de la decisión de la mayoría, no solamente reside en unas elecciones que se hacen de vez en cuando.

La democracia está en nuestro consumo. En nuestro consumo de cultura, en nuestro consumo televisivo, en nuestro ir y venir por Internet o por las calles cuando vamos a casa. Todos esos datos se recopilan y se amontonan. Unas estadísticas, un día, publican que esa calle es la más transitada, ese programa el más visto o aquel video “el mejor”.

Es esa asociación entre “lo más” y “lo mejor” lo que va convirtiendo nuestra sociedad en un gran chiste. Tenemos la televisión que vemos, no la que nos ponen. Que la televisión sea una basura es exclusivamente culpa nuestra. Que para descubrir música de verdad haya que sumergirse en las profundidades se debe a la capa de polución de quien, como un cuervo, sigue los brillos en vez de las joyas.
Porque elegimos sin culpa y sin criterio, sin razonar, sin pensar, sin analizar el daño que nos hace o el que hacemos. Actuamos creyendo que no hacemos mal, que no tiene ninguna importancia, que por una vez no pasa nada, que ya vendrá alguien a arreglarlo, que no es nuestro problema o que simplemente somos más listos que los demás en una sociedad que queremos igualitaria pero en la que nos encanta sentirnos un poco más igual y por arriba que los vecinos.

Porque follar más no es ser más guapo. Porque comprar más barato no es comprar mejor. Porque ganar más no es ser mejor profesional. Porque gritar más fuerte no es tener razón. Porque lo que juramos defender hoy, en una vida efímera, no hemos pensado en lo que supone mañana.

Porque los seres humanos nos movemos por unos resortes que hemos dejado de controlar.
Porque actuamos como estúpidos.

Y por eso, por un porcentaje creciente de estupideces supuestamente exentas de culpa, la mayoría, desafortunadamente, no tiene pinta de acertar nunca. Quizá la democracia como algo igualitario carece de sentido en la actualidad porque parte de la responsabilidad del individuo y hemos dejado de ser responsables.


Ahí es donde estamos ahora. Esa es nuestra sociedad actual. Es una obviedad kilométrica. Tenemos la tecnología más avanzada de la historia y la usamos para ver videos de gatos. Tras una Apocalipsis encontrarán nuestros servidores de Internet y dentro de ellos sólo habrá basura que habrá sepultado a nuestra sociedad como si fuera la Atlántida. El 90% de la información que circula por los cables de comunicación subterráneos entre continentes es mierda. 

El punto de partida es hoy. Quizá mañana. Pero mañana será peor porque va a llover.
Si tenemos un mundo estúpido la culpa será es solamente nuestra.

En un futuro,quizá, sólo hay estupidez.

1 comentario:

  1. Llevo un día cabreada y sobre todo hastiada. Todo lo que cuentas colabora a ello. Y la solución, aunque solo está en nuestras manos, me da que no la vamos a aplicar. Qué asquito, no?

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