Y muchas de las cosas que nos decimos tienen que ver con la autoexigencia que nuestra sociedad nos lanza como rocas de lava que van a quemar nuestro pensamiento. Nada ni nadie nos pone una pistola en el pecho pero son nuestras ideas, la mayor veces de la parte erróneas y amplificadas en la presión y en la maldad, en el drama y en la miseria, las que nos dominan.
A veces, sencillamente, hay que parar y ver esas ideas desde fuera. Sentarse en calma. Ayer, dejando la visera de la moto un poco abierta para que entrara el aire, en medio de una carretera comarcal del interior y sin rumbo, pude ver llegar alguna de esas ideas: "no voy a poder con la cuesta de septiembre", "debería de haber llegado a alguno de los objetivos que me propuse", "puede que ella tuviera razón y estar solo es lo que me merezco", "si me caigo en la próxima curva tardarán en encontrarme". Entonces, casi como una premonición, frené tarde. No me caí pero vi el poder de los pensamientos.
Si algo aprendí es que los pensamientos no se pueden tapar. Se pueden despistar. Puede tapar su sensación de soledad con mil primeras citas, porque lo hizo. Puede ahogar, con mil copas hasta quedarse en un portal, las voces que no encuentran la solución a sus miedos. Puedo meterme en la bañera esperando que todo pase, casi en posición fetal, para no dejarme arrastrar. Sin embargo aquellas ideas siguen estando ahí, así que habrá que lidiar con ellas. Asumir que seguirán saliendo en cuanto las busque casi como carteles de dirección hacia el drama. Y no seguirlos.
Parar en el desvío, tomar aire, ignorar los caminos que no llevan a ningún lugar y seguir, hacia donde sea, pero sin estar en el bamboleo del junco que se mueve sin control por los vientos o por los pensamientos cuando dejamos de controlarlos, de filtrarlos o de diferenciar entre los buenos y los malos.
Así que de eso se trata Septiembre, cuando es cognitivo: la ideas que nos persiguen no tienen que ser verdad. Consiste en diferenciarlas, en separarlas y en quedarse con lo que es y no con lo que nos interesa creer que es. Sin eso, sería un año más. Uno de esos años que empiezan en septiembre.
La mente es maravillosa pero, al igual que a los dioses, no hay que hacerla caso siempre.
Pd2: El año pasado descubrí una actividad que deja en pausa mi cerebro. Aparta unas ideas, apoya otras y es un oasis que me deja el brazo fatal. Es esta:
A veces, sencillamente, hay que parar y ver esas ideas desde fuera. Sentarse en calma. Ayer, dejando la visera de la moto un poco abierta para que entrara el aire, en medio de una carretera comarcal del interior y sin rumbo, pude ver llegar alguna de esas ideas: "no voy a poder con la cuesta de septiembre", "debería de haber llegado a alguno de los objetivos que me propuse", "puede que ella tuviera razón y estar solo es lo que me merezco", "si me caigo en la próxima curva tardarán en encontrarme". Entonces, casi como una premonición, frené tarde. No me caí pero vi el poder de los pensamientos.
Si algo aprendí es que los pensamientos no se pueden tapar. Se pueden despistar. Puede tapar su sensación de soledad con mil primeras citas, porque lo hizo. Puede ahogar, con mil copas hasta quedarse en un portal, las voces que no encuentran la solución a sus miedos. Puedo meterme en la bañera esperando que todo pase, casi en posición fetal, para no dejarme arrastrar. Sin embargo aquellas ideas siguen estando ahí, así que habrá que lidiar con ellas. Asumir que seguirán saliendo en cuanto las busque casi como carteles de dirección hacia el drama. Y no seguirlos.
Parar en el desvío, tomar aire, ignorar los caminos que no llevan a ningún lugar y seguir, hacia donde sea, pero sin estar en el bamboleo del junco que se mueve sin control por los vientos o por los pensamientos cuando dejamos de controlarlos, de filtrarlos o de diferenciar entre los buenos y los malos.
Así que de eso se trata Septiembre, cuando es cognitivo: la ideas que nos persiguen no tienen que ser verdad. Consiste en diferenciarlas, en separarlas y en quedarse con lo que es y no con lo que nos interesa creer que es. Sin eso, sería un año más. Uno de esos años que empiezan en septiembre.
La mente es maravillosa pero, al igual que a los dioses, no hay que hacerla caso siempre.
Pd2: El año pasado descubrí una actividad que deja en pausa mi cerebro. Aparta unas ideas, apoya otras y es un oasis que me deja el brazo fatal. Es esta:
Por cada tipo que está como una tella (al que le publican un libro, le encargan una segunda parte que debe retitular haciendo caso a lo que lleva encima de las narices y le dan espacio en un programa público, de divulgación) hay, al menos uno que compensa tanto desmán reconociendo que Triki puede ser una inspiración.
ResponderEliminarLo lamentable es que compensación no implica equilibrio.
Bienvenido al mundo.
PD - Todavía quedan psicólogos a los que merece la pena leer (o escuchar). Si te apetece, te recomiendo un par de ellos.
Te robo la foto de triki porque me encanta...feliz septiembre. B.
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