Dedicado a todos los vendedores que te sonríen y te atienden gentiles y atentos a diario...
28 de febrero de 2014
26 de febrero de 2014
Californication y los riesgos cardiovasculares
-Si fueras a tener sexo con alguien y supieras que realmente sería la última vez... ¿cómo crees que sería?
-Creo que sería increíblemente triste.
-Yo también. Entristéceme.
-Creo que sería increíblemente triste.
-Yo también. Entristéceme.
Eyacular 12 veces al mes reduce los riesgos cardiovasculares. El sexo, y cuando me refiero a él me refiero a aplastarse contra la puerta, notar la punta de sus dedos entre la ropa, soportar su peso, oler su pecho mientras se van deslizando las sábanas, hacer sonar las respiraciones, mirar las sombras en el espejo, caerse y volverse a poner en pie, no confesar lo que piden las palabras y agarrar la almohada contra la pared hasta sacar la bandera de la rendición... el sexo en ese caso es el mejor somnífero para dejar el olor pegado a los recuerdos pero dicen que no es tan bueno como diez minutos de paseo a buen ritmo o una carrerita. Y el amor, cuando me refiero a él como la concepción más convencional y novelesca que me dio la edad y la experiencia, es tan sano y tan destructivo como todo lo demás junto y en una coctelera agitada.
Se estrena la última temporada de Californication. Algunos creen que eyacular, el sexo y el amor son la misma cosa o que cualquiera de los tres puede ser sustituto de los otros dos. Algunos creen que llevar cualquiera de ellos hasta sus últimas consecuencias es un sinónimo de éxito y Hank Moody es el ejemplo de la falsedad de esta afirmación porque aunque es un tipo amable, brillante, sincero, sexual y especialmente cariñoso es, en definitiva, un perdedor.
Porque los perdedores son los que destacan, los que viven la soledad del éxito, los que saben que aún pueden llegar a más, los que intuyen que la capacidad tiene un punto más allá y los que se sabotean hasta límites insospechados cuando, atravesados por la rabia, abandonan los lugares en los que, aún siendo estrellas, se sienten estrellas fugaces.
"Me caso con él porque... sinceramente...no destaca en nada"- me dijo una amiga con la conversación que acompaña a su invitación de boda. Es, absolutamente, una de las frases más tiernas que he oido jamás. Cuando algo no es lo más ni lo menos, no es de la derecha ni de la izquerda, no es muy alto ni muy bajo, no es una gran amante ni un imberbe sexual, no lo sabe todo ni tienes que enseñar cada paso... entonces es un triunfador, un semidios de la virtud.
Vivimos queriendo follar más y más arriba, reducir los riesgos cardiovasculares. Hay mañanas en las que vendería mi alma por verla entre mis piernas y se nos olvidó dejar de intentar destacar en todo. Quisimos ser estrellas y se nos olvidó que el sol es la única que está todos los días. Quizá porque esté parece menos importante que las fugaces y por las noches, en el lado de la cama que no nos corresponde, hay frio.
Cuando me pongo así parezco una copia edulcorada de Paulo Coelho, pero empalmado. Precisamente ese es Hank después del proceso y mientras suena "you can´t always get what you want" de manera incesante. Los riesgos cardiovasculares son el escenario de los que quieren entristecerse cada vez que se sienten en casa. Y se tienen que ir esperando, gentiles y honestos, a que pase la erección.
Se estrena la última temporada de Californication. Algunos creen que eyacular, el sexo y el amor son la misma cosa o que cualquiera de los tres puede ser sustituto de los otros dos. Algunos creen que llevar cualquiera de ellos hasta sus últimas consecuencias es un sinónimo de éxito y Hank Moody es el ejemplo de la falsedad de esta afirmación porque aunque es un tipo amable, brillante, sincero, sexual y especialmente cariñoso es, en definitiva, un perdedor.
Porque los perdedores son los que destacan, los que viven la soledad del éxito, los que saben que aún pueden llegar a más, los que intuyen que la capacidad tiene un punto más allá y los que se sabotean hasta límites insospechados cuando, atravesados por la rabia, abandonan los lugares en los que, aún siendo estrellas, se sienten estrellas fugaces.
"Me caso con él porque... sinceramente...no destaca en nada"- me dijo una amiga con la conversación que acompaña a su invitación de boda. Es, absolutamente, una de las frases más tiernas que he oido jamás. Cuando algo no es lo más ni lo menos, no es de la derecha ni de la izquerda, no es muy alto ni muy bajo, no es una gran amante ni un imberbe sexual, no lo sabe todo ni tienes que enseñar cada paso... entonces es un triunfador, un semidios de la virtud.
Vivimos queriendo follar más y más arriba, reducir los riesgos cardiovasculares. Hay mañanas en las que vendería mi alma por verla entre mis piernas y se nos olvidó dejar de intentar destacar en todo. Quisimos ser estrellas y se nos olvidó que el sol es la única que está todos los días. Quizá porque esté parece menos importante que las fugaces y por las noches, en el lado de la cama que no nos corresponde, hay frio.
Cuando me pongo así parezco una copia edulcorada de Paulo Coelho, pero empalmado. Precisamente ese es Hank después del proceso y mientras suena "you can´t always get what you want" de manera incesante. Los riesgos cardiovasculares son el escenario de los que quieren entristecerse cada vez que se sienten en casa. Y se tienen que ir esperando, gentiles y honestos, a que pase la erección.
25 de febrero de 2014
1999, una canción para un final (by Ivan)
Hasta aqui llegó el ritual de enfados y canibalismo estúpido. Son demasiadas horas en vela y nada que decir. Apoyamos nuestra espalda en las persianas bien cerradas, tú y yo anémicos. Y a cada parpadeo calmado intentamos dormir. Terapias mal llevadas sin nadie que mediara por dos histéricos. Mis gritos envasados al vacío reventaron al fin. Ahora congelo cada instante sabiendo de antemano que son los los ultimos. La noche que el 99 llegó hasta Abril. Ya no hay ganas de seguir el show ni de continuar fingiendo, solo quiero ser espectador, relax entertaiment. Me pregunto quien pensó el guion, debe estar bastante enfermo. Fue el estreno de un gran director, le caeran mil premios.Y al subir al taxi mis palabras son vapor de cristal. Y me dejo el alma cuando escribo en la ventana "que sea cierto el Jamás" !Oh, cállate!".
Y ahora relájate. Ella lo lleva bien. Está aliviada, ves. Todo ha acabado bien. Te dice: "fíjate. Mira mis manos, ¿ves?. No pesan nada. ¿Ves?. Estan flotando".
Putas ganas de seguir el show y de continuar mintiendo. Y en un travelling algo veloz sale un FIN en negro. Me pregunto quien pensó el guion, debe estar bastante enfermo. Fue el estreno de un gran director, le caeran mil premios. Y a medias del viaje callo a gritos que no quieras bajar. Y pierdo la conciencia cuando escucho cómo dices "que sea cierto el Jamas", o muérte.
Todas las promesas de mi amor se irán contigo. Me olvidarás.
O muérete.
22 de febrero de 2014
20 de febrero de 2014
Recortes si: en sandeces
Soy un tipo práctico en esencia pero demasiado teórico en la práctica, con lo cual suelo entrar en círculos viciosos que nunca me benefician.
Carezco, probablemente, del gen del postureo que me haga decir lo políticamente correcto en más de una ocasión y ese, y no otro, es el motivo por el que los amigos no me presentan a sus novias o la razón por la que no me enseñan sus nuevos pisos. Saben que es más que probable que les diga que es una petarda insuficiente para ellos o que han tirado unos cientos de miles de euros a la basura. En esos casos los hipócritas seguidistas siempre son bienvenidos, las personas que siempre hablan bien y sonríen tienen más posibilidades de éxito que los que dicen lo que piensan.
Y decir lo que se piensa no es la sinceridad. Sinceridad es decir lo que se piensa sin hacer daño a quien te importa. Claro que en esos momentos me quedo callado como un niño en el momento de la actuación de fin de curso. Y se me nota.
En el ayuntamiento de Bilbao se ha generado una polémica de esas que me hacen morderme la lengua. Bildu (HB, EH, Sortu...) dice que hay que retirar los retratos de algunos alcaldes que fueron puestos a dedo por Franco porque fueron malos para la ciudad y esas cosas lo que hay que hacer es retirarlas. El Alcalde dice que no. Otros dicen que quiza haya que llevarles a una sala más oscura y mientras tanto todos cobran por su tiempo del dinero público y algún bilbaíno puede que le diera para comer con la parte de salario que se está agotando en dicha sandez. Sinceramente que haya un cuadro con la cara de un tipo malote me la trae tremendamente al pairo. Sinceramente, también, que un vecino no tenga para comer me importa más. ¿Estoy haciendo demagogia? Si, de libro.
En este país, en esta sociedad o en conversaciones estériles de bar o de tertulia, tendemos a preocuparnos de algunos detalles que no hacen más que alargar o esconder los problemas que nos atañen de verdad. Discutimos sobre si fue Franco o Carrillo el que mató al hermano de mi abuelo en Paracuellos (este dato es cierto) y nos enfadamos como monos a los que les han quitado una banana porque ondea una bandera que no nos gusta o porque alguien que está para cumplir las normas fronterizas hace su trabajo, aunque sea un trabajo infame que vela por nuestras normas, las legalidades que ganamos y los trabajos que nos quedan. Nos enzarzamos en sentimentalismos anacrónicos en los que dejar saliva, dinero y rencores sin sentarnos a reparar al jubilado que no puede comprar medicación en una farmacia de la Diagonal.
No hay grandes diferencias entre eso y hablar de fútbol o de una competición de curling. Es, literalmente, perder el tiempo sin mirar a las cosas que nos afectan de verdad que son comer, querer, respirar y sonreir. Nos enfada la cobertura de la wifi y problemas de paises que no son los nuestros o problemas nuestros que no son de este tiempo.
Y nos encanta decir que hay que eliminar los vestigios franquistas de este gobierno derechón que maltrata los derechos humanos de los subsaharianos que escapan de las guerras fratricidas financiadas por el capital americano regalado a dictadores salvajes que sajan a su propio pueblo.
Y se nos olvida que, mientras tanto, hay un parado más, una mala historia en el tercer piso, una empresa que desfallece y cien problemas que se pudieran haber solucionado con la mitad de esfuerzo y el doble de convicción. Pero, claro está, eso requiere actuar, hacer un esfuerzo, reducir la entropía que es, como decía mi profesor de termodinámica, la energía necesaria para tener las cosas en orden.
Ser sincero, y lo resumo, me hace decir que estoy a favor de recortar, pero en sandeces que nos lanzan para evitar enfrentarnos a nuestra propia mierda.
Cuando arreglemos eso quitamos los retratos que tú quieras. Yo, ahora, prefiero usar el dinero de limpiarlos en pagar un médico más. Yo así de práctico.
Pd: cuando alguien (político, animal o cosa) no sabe que decir, recurre a la Ley de Godwin.
15 de febrero de 2014
Charles Bradley
Charles nació en 1948. Allá por 1962 vió a James Brown, y aquello le cambió. Pasó los años siendo un imitador de lujo y malviviendo con trabajos de esos que te sirven para esconder una aspiración, una capacidad, una expectativa, una ilusión. Quizá después, en el 2011 (vamos a restar: 2011-1948= 63 años), alguien descubrió que habia suficiente para hacer verdad un sueño y, después de que pasara por una discográfica pidiendo una oportunidad como la piden los novatos, publicó un disco. Ahora ya lleva dos. Ver cómo un sueño se vuelve verdad es tan absolutamente maravilloso como esto. Con todos ustedes, Charles Bradley.
14 de febrero de 2014
San valentín y el refugio
Hace unos días salimos, como salen los apestados, a fumar a la puerta del bar. Llovia como debe de llover en invierno: con saña. Éramos tres. La novia de mi amigo me preguntó por qué siempre voy solo. La respuesta que me grita por dentro es por cobardía. La respuesta que salió fue "aún no encontré un refugio". Él me miró con la misma cara que pone cuando digo alguna gilipollez y ella le dió un empujón, corrigiéndole, diciendo que le había parecido bonito lo que había dicho. ¿Realmente lo había dicho?. Si.
Supongo que ese fue el día en el que en televisión empezaron a hablar de San Valentín, el mismo en que el un supermercado hicieron los carteles esos en los que para sorprender a tu pareja que tienes que comprar unas velas, un vibrador o un camisón de raso con un tanguita a juego. Creo sinceramente que son muchos conceptos juntos. Demasiado mezclados como un mal botellón que ha de subir muy pronto y desaparecer para la hora de llegar a casa, si es que eres un adolescente. Demasiado comercial como una cita por internet y demasiado frío como la esquina del sofá en la que te hielas mientras esperas que la película dure lo suficiente como para que no te deje pensar. En realidad, en ese instante, la película es el refugio.
Las personas tienen refugios porque son necesarios. Conozco mujeres que cuando se sienten incómodas con su vida salen a la calle con un pantalón justo, un botón desabrochado de sobra y la mano con la forma exacta de mantener una copa. Sólo quieren sentirse entretenidas y nunca buscan más aunque se rían muy alto y parezcan fáciles. Conozco a quien se esconde detrás de un libro. Conozco a quien se escucha cien discos cien veces y quien sale a correr hasta que el agotamiento le puede. Los viejos de un pueblo se esconden detrás de fichas de dominó. El día que llegué a Cadaqués, a la hora del amanecer sobre las casas blancas, las copas de coñac que se tomaban algunos pescadores eran el momento de dejar que la situación lo pudiera todo, casi como un ritual. Las mujeres que recorren kilómetros en busca de agua por medio del África más conceptual tienen ese camino como un oasis en el que compartir lo que les pasa mientras están inmersas en el viaje. Reconozco que me escondo, algunas veces, detrás de un teclado porque no llueve con mismas gotas de la tormenta del trabajo. A veces, sin embargo, el trabajo es el paraguas que me tapa del sol del último enfado o del penúltimo fracaso. A veces es una hora en la bañera con los oídos debajo del agua atentos a ver si puedo oir la conversación de los vecinos o, si me concentro mucho, mis propios latidos.
La amistad es un refugio. Yo me he escondido más de una vez en las historias de mis amigos más egocéntricos. A veces es el lugar en el que necesitas quedarte callado para sentir que aquel es un sitio donde has encontrado la sensación de que no puede pasarte nada. Cuentan que hay un lugar, con tabiques del hormigón que forma tu cemento y su agua, que es el refugio a prueba de los terremotos de la vida y del pasado, de los miedos y de los planes que te hacen sentir pequeño.
Y que es el sitio en el que te sientes protegido, del que no quieres salir y al que deseas volver cada noche.
Supongo que si encuentras ese refugio lo demás viene sólo. Pero sólo lo supongo.
Mientras tanto, mientras se van gastando el tiempo y los cartuchos, la televisión bombardea con la necesidad de sentirse querido en San Valentín de una manera brutal y sexual. Los adolescentes y personas inconclusas compran flores y corazones rojos carmesí, cajas de bombones y adornos en los mismos lugares en los que arrasaban con el espumillón para sus árboles navideños y las caretas absurdas de un Halloween que no entienden. Viven la misma emoción que en una fiesta rave de ibiza, una mala boda con polvo por borrachera al final o los próximos carnavales grotescos. Ponen melosas sandeces en sus muros que hablan de amor con la misma intensidad con la que se revuelcan, otras veces, en bondades rellenas de postureo. Revuelven gástricamente el cariño hasta llegar al vómito de la incontinencia y no soy capaz de ver que eso, precisamente, es su refugio. Nadie dijo que tuviera que ser de verdad y cada uno se resguarda donde quiere.
Yo nunca tuve paraguas y aquella noche, al acabar el cigarro, me mojé hasta llegar a casa. Y encendí la luz.
Pd: El San Valentin de los perdedores (2013)
11 de febrero de 2014
Atascos (versión: invierno, subsección: urbana)
La lluvia, y el viento. Y la calle cortada por una obra en la que los operarios se mueven despacio porque les azota el temporal. Acierto a adivinar sus siluetas entre las gotas que acumulan y recogen los limpiaparabrisas. El cruce con el atasco que viene por mi derecha y que hace que los coches encajemos como si fuéramos una cremallera motorizada que se cierra hacia el próximo semáforo. Se cruza una furgoneta oxidada rellena de telas y niños que conduce un tipo absurdamente vestido con una camiseta de tirantes y que grito, sabiendo que las ventanillas están cerradas: "pasa, que hueles desde aquí". Delante aparece la salida del colegio y los vehículos en doble fila con muchos intermitentes como avisando que hay padres protectores en medio de la jungla del asfalto resbaladizo. Los niños sólo miran sus teléfonos cruzando sin atención y encorvados con las mochilas. Una vieja pasa con un carrito quejándose porque se moja y porque la edad, la lluvia, las ruedas temblorosas y su existencia han de ser una prioridad aunque cruce por cualquier lugar. Es lo mismo que ese jubilado con bastón que mira de reojo sabiendo que lo está haciendo mal, pero lo hace. En el paso de cebra un golf de hace 10 años con un niñato encogido delante del volante arranca tarde porque estaba más preocupado del whatsapp que de llegar a ningún lugar donde estoy convencido que nadie le espera. El conductor del autobús espera paciente a tener radio de giro y alguno pita, pero el resto de los conductores no le acompañan en sus quejas como si fuera un manifestante que ha equivocado de día, como un domingo después del cambio horario en el que sales a la calle demasiado pronto. Un tipo se detiene "un momentito" para dejar a un pasajero que se despide y cuenta la última anécdota tres centésimas de segundo antes de que el nuevo semáforo volviera a ponerse en rojo. Y me mira extendiendo la palma de la mano pidiendo perdón por ser un imbécil más en un atasco de imbéciles en el que me he metido siendo uno más. Y llueve siempre. Y hace viento siempre. Y llego tarde de nuevo. Creo que más adelante hay otro colegio. Llevo así todo el invierno. Rabia en 3,2,1...
10 de febrero de 2014
Los dioses no tienen comunity managers
Julia Roberts, intentando ser la marquesina del pueblo y sin lograr ser tan tonta y tan hábil como Melanie Griffith en Armas de Mujer, le preguntaba Richard Gere sobre cuales eran las cosas que fabricaba para ganar tanto dinero y él, casi un poco avergonzado, juraba que lo que hacia era comprar empresas, partirlas y venderlas en trocitos. Ganaba destruyendo, casi como hacen los brokers de las películas nominadas a los Óscar y que son, en definitiva, caricaturas de nuestro nuevo mundo en el que hay cada vez menos ebanistas y más Comunity Managers.
Para el que no lo sepa, y casi como un esperpento, un CM es ese tipo que, poseído por un olorcillo a corporativismo, se sienta delante de una pantalla con su armadura digital para salvaguardar el buen nombre de su mecenas. Es ese tipo que intenta ser gracioso en twitter porque ha oído que debe de ser así y porque a la @policía le salió bien mientras contaban que los porros hay que pasarlos en el paquete de tabaco, porque los Winston despistan a los perros. Es, también, un tipo que cuando hace mal su trabajo se escuda en que la publicidad mala no existe, por lo que, aunque sea un inútil mentiroso que desconozca la verdad y el producto (y no es tonto sino un miserable) saldrá a la calle digno y orgulloso de creerse algo más que un bufón del mundo 2.0. Ahora vas y lo twitteas.
Es un momento éste en el que cuentan que el 99% de las aplicaciones que se desarrollan, llenas de ilusión, se mueren solas. Sin embargo creemos como burros con zanahorias que es en los bits en donde estará el futuro pero también sigo creyendo como un lerdo que hay milagros que obviamos con demasiada facilidad. Se nos olvida que aquellas personas que son capaces de hacer cosas manchándose las manos son los verdaderos magos que nos quedan.
Cuando tenía 13 años mi profesor de ciencias entró en clase. Se quedó cerca de la puerta y esperó a que nos calláramos. Entonces apagó la luz. "Esto es un milagro" dijo al encenderlo y casi nos pareció una blasfemia en un colegio de curas.
Hemos pensado que pasar ciertos niveles del Candy Crush es lo que era un milagro, que tener dos mil followers era la consecución del éxito y la gloria, que llegar al millón de visionados de un video de Youtube donde se cae de morros tu prima te convierte en un gurú. No somos capaces de pensar, por un momento, en el tipo que está en el monte, subido a una torre eléctrica, empalmando cables. No tenemos la idea incesante de valorar al caballero que se viste un mono azul cada mañana y convierte en milagros lo que nos venden los CM de las grandes compañías. Se nos olvida, muchas veces, que hay un señor que se levanta a las cuatro para preocuparse por las manzanas que te comes mientras consultas los correos y las notificaciones de Facebook, pero comer no te parece un milagro porque los agricultores no tienen Comunity Managers y además es una de esas cosas que crees que viene de serie con el mero hecho de vivir.
Estamos al borde del riesgo de creernos aquel bombardeo al que estamos sometidos a todas horas y, como la principal estrategia de aquellos que disponen de los medios para manipular la verdad, llegar a la conclusión de que no se hacen más muebles que en la cadena sueca, que no hay más primavera que la de El Corte Inglés y que la chispa de la vida (que despide como cualquiera) es lo más importante para ser feliz, aparte de una buena Wifi o de un teléfono de marca.
Y, sin embargo, los demás son los que hacen más milagros. Justamente todos y cada uno de los milagros que no valoramos y que vienen de los dioses anónimos que pueblan nuestras calles. Esa es la base, realmente, de nuestras vidas. Vete a comprar el pan y que te den una foto, con muchos megapíxeles, de una hogaza firmada por Google, quizá gratis pero a cambio de los datos de tu casa, tu banco, tus gustos y el nombre de tu madre, que vas a saber lo que es una dieta de verdad y no la Dukan.
Claro que eso no quita que un buen chiste por twitter siga siendo un buen chiste pero sin luz, no es chiste ni es ná.
7 de febrero de 2014
Los extremos, la opinión y el viento sur.
-Las cañerías, desde hace unos días, huelen.
Esa es la principal queja (muy habitual e implícitamente recriminando a la higiene de los vecinos) de la vecina del tercero en la reunión de comunidad que tenemos cada seis meses en la primera planta del garaje. Lo del garaje, en contra de hacerla en el portal a la vista de todos los viandantes, es un paso en lo burgués que está por encima de la plebe y por debajo de los que hacen las reuniones de comunidad en el jardin común, por skype o mandando a los abogados.
-Eso del olor es normal. Ya sabemos todos que hay viento sur- afirma otro vecino mientras se apoya en la pared. Yo me sorprendo. -Claro que si, eso lo sabe todo el mundo- sentencia un tercero. Ante tanta rotundidad decido callarme.
Con esa idea a modo de recuerdo desconcertante en la cabeza he llegado al trabajo. -¿Sabíais vosotros que con viento sur huelen más las cañerías?- he preguntado. -No , no lo sabía, pero cuando hay viento sur el Athletic juega peor-. Y me he vuelto a callar porque no encontré, ni siquiera en la wikipedia, una correlación causa efecto.
Existen correlaciones que están comunmente admitidas y carecen de toda lógica. Voy a imaginar: los curas son pederastas. Los ricos son de derechas. Las que hacen top less son fáciles ( esta es mentira, tengo pruebas). Los pobres lo son por culpa del gran capital. Las portuguesas no se depilan. Los árabes son los únicos hombres que no aman a las mujeres.
En realidad todo resulta de la generalización de algún arquetipo que, casi siempre, no nos incluye a nosotros.
Una de las cosas que tiene la prensa y su necesidad de conseguir fanáticos que sientan calmados sus miedos es que va buscando un hueco en el que poder plantar sus huevos de la radicalidad. Por alguna razón, probablemente comercial, interesa establecer un estado de opinión repleto de alteración. Da lo mismo que sea verdad. Tiene que ser un escándalo. Aquella familia que escandalizó a España por tener que comer productos caducados para terminar muriendo resulta que, y ahora viene la verdad que no fue portada, falleció por un escape de gas.
Conocí a una mujer, fantástica por cierto, que oscilaba entre el amor incondicional y el odio sangriento. Los viernes me amaba y los jueves me juraba que llamaría a algún amante que la quisiera de verdad y no con el desprecio que sentía de mis gestos. Los martes me echaba de menos como si le faltara un brazo y los sábados, algunos sábados, recriminaba con saña que no tuviera tiempo para ella hasta las diez porque las diez era demasiado tarde para tanto amor. Pasaba de un extremo al otro, pero siempre en algún extremo. Era lo mismo que hacer zapping entre laSexta e Intereconomía, entre la Cadena Ser y la Cope.
Todos tienen sus relaciones causa-efecto perfectamente marcadas, aunque no sean verdad. Si lo dice Rajoy es mentira. Si lo dice Rouco Varela, es palabra de Dios. No hay hueco a la falta intencionada si la hace el jugador de mi equipo. No hay lugar a quererse y no verse u odiarse y dormir abrazados. -Si me quieres, es para todo- te dice tres segundos antes de reclamar la lógica amatoria de tener tu clave de facebook. No es capaz de comprender que la clave de mi correo y el amor son dos conceptos diferentes. Hay quien no es capaz de entender que un Catalán no sea un dibujo animado con las conexiones cerebrales de Arthur (leer !Ar!,túr) o que un sindicalista no sea un barbudo de dientes sin arreglar que roba del Mercadona. Los debates futbolísticos son ejemplos balompédicos de la realidad social y política española donde se puede estar discutiendo horas sobre una mala zancadilla o un piscinazo pero nunca sobre la estrategia del equipo rival. Mucho menos alabando.
Hace tiempo que la verdad pasó a un segundo lugar en cuestiones públicas. Eso sucedió veinte minutos después de descubrir, con los índices de audiencia, que una buena y escandalosa mentira logra más anunciantes.
Así que ahí estamos, buscando algún tipo de extremo en el que posicionarnos. Algunos, que ven en la intimidad 13tv, juran que adoran laSexta. Otros, que creen que la verdad solamente está en aquellos lugares que les dicen lo que quieren creer, abren los ojos ante la inquisitora de Ana Pastor contra algún poder establecido mientras Wyoming factura a través de una sociedad, que es lo que hacen los de derechas.
El problema no está en el bombardeo interesado de titulares. No está en (obsérvese el segundo sentido) que nos den La Razón, como a los tontos.
El problema está en que parece que existe la necesidad social de posicionarse, de adoptar una fe periodística que seguir ciegamente, como a Dioses que nos lleven por el desierto de las crisis.
Y, mientras tanto, mientras buscamos ese extremo de amor o de odio, se nos olvida buscar la verdad.
Será que eso es mucho más cansado y nos hemos vuelto incapaces de pensar.
O eso, o es el viento sur. Tengo tantos vecinos que juran que es por eso que me da miedo elevar la voz para decir que no estoy de acuerdo.
4 de febrero de 2014
10 años de marujeo
marujear conjugar ⇒
- intr. col. Realizar acciones que se consideran propias de una maruja,especialmente cotillear:
se pasan el día marujeando.
La realidad, casi siempre y si nos centramos en la concepción moderna de las cosas, tiene dos variantes. Una, que es la pública, se compone de las virtudes y de las ventajas comparativas del elemento a considerar. Otra, que es privada, se basa en las partes más mundanas y muchas veces más inmundas de la naturaleza humana. Whatsapp no sería lo que es si no nos diera la última hora de conexión de alguno de nuestros contactos pero, cuando hablamos de sus virtudes, decimos que nos vale para estar en contacto y para mandar y recibir mensajes. Internet, por definición, es una herramienta que nos permite el acceso a la información de una manera global y rápida, una forma de avanzar y de compartir utilidades con casi todo el mundo desde nuestra propia casa y, aunque no lo digamos nunca, un paraíso pornográfico que en algún momento ha tapado nuestra curiosidad o nuestra soledad.
Twitter, plataforma que veo de soslayo pero en la que me niego a entrar, podría definirse como una catarata de intercambio de información y opinión donde muchos profesionales hacen de dicha red su "brain storming" particular. Lo es. También es el paraíso de los chistes facilones que tengan menos de 140 caracteres donde parece que hay una competición mundial de ocurrencias.
Tuenti es un lugar donde se ponen fotos en el cuarto de baño. Badoo un mercado de carne. Meetic (y sus similares) una especie de último recurso racional.
En el fondo lo que mantiene vivo a cada uno es su lado oscuro, su Darth Vader.
Y Facebook, que hoy cumple diez años, no es ese sitio en el que compartir información con los amigos, ese lugar donde asociarse a grupos con intereses similares, esa manera de no perder contacto con quienes están lejos. Ni siquiera es esa "nube" donde acumular los recuerdos de las últimas vacaciones. Es el jodido patio de vecinos donde buscar a una ex novia para ver si en el reflejo de las gafas se ve al gilipollas que se acuesta con ella ahora. Es el sitio donde buscas a tu pareja del instituto para saber si se ha puesto como un globo sonda o sigue tan guapa como entonces mientras sostiene, en su foto de perfil, a alguno de sus hijos. Es donde investigas a esa persona que conociste para no equivocarte si la invitas a cenar o donde diseccionas a los amigos que tu pareja para ver si alguno está ahí con intenciones insanas. Es donde analizas con detenimiento quien está etiquetado en esa foto que se hizo un día que no saliste pero que tiene a todas las personas sonriendo como si vivieran en un universo paralelo y feliz.
Facebook es el reino del marujeo. Al fin y al cabo ese es el motivo por el que cumple años. Esa es la grasa que hace moverse a los mecanismos que terminan vendiendo publicidad en el lateral a cambio de parcelas de tu vida que das para seguir con la cabeza fuera mirando a través de las ventanas de los vecinos y las vecinas.
Decir que nunca te buscaste en Google es mentir. Confesar que nunca bajaste una película o una canción pirata es perjurio. Ver la última hora de conexión del whatsapp, copiar un chiste de Twitter y, por supuesto, cotillear en Facebook.
Dijiste que estabas enamorado y que la querías para siempre, y era cierto, pero también importaban esos polvos magistrales que teníais frente a los espejos de su cuarto y esa forma de moverse, rebosante de vicio, sobre tus piernas. Internet se mantiene vivo alimentando nuestro lado oscuro. Así se llega a viejo. 10 años, para una red social, es muy viejo.
2 de febrero de 2014
Las bases, la oxitocina y los días de la Marmota.
2 de Febrero. Hoy es el día de la Marmota.
Otra vez.
Y es uno de esos días, casi como la celebración del carnaval o aquel día en el que los cofrades salen a pasear a la Virgen, para el que alguno se habrá estado preparando todo el año. Es ese extraño hobby del ser humano en el que una afición es el deadline definitivo del gasto del tiempo que, al estilo del Papalagi, nunca hay suficiente pero siempre nos encargamos de malgastar o gastar en elementos procrastinadores de la verdad.
O no.
Por estas fechas hay quien ya tiene organizado su periodo vacacional. Tiene el vuelo, el hotel y casi la ropa preparada. Necesita sentir esa sensación de control sobre el tiempo y sobre los acontecimientos. Quizá, a veces, es por el mero placer de fantasear sobre lo que será el futuro y otras veces es por la necesidad de compartimentar el tiempo. Más de una vez ese tipo de persona necesita de otro tipo de persona con la que ejecutar el "contrato de futuro" que les haya comprometido para esos días. Muchas veces son ese tipo de objetivos las excusas que se necesitan para levantarse por la mañana.
Otro tipo de personas, entre las que me incluyo como un ejemplo extremo de la incertidumbre (estoy por cambiarme el nombre a Heisenberg), vivimos en una situación en la que dejamos abierta la puerta a la causalidad (no casualidad) hasta el punto de no poder admitir, en ningún caso, donde estaremos el martes a las 21h00. Se nos olvida, más de una vez, donde residimos el jueves a las 12h00 y eso nos impide tener coartada para los delitos que nunca llegamos a cometer porque, en realidad, estuvimos dejando que el libre albedrío de la vida nos llevara y no nos llevó a ningún lugar. Tengo la seguridad que la libertad es un arma de doble filo.
Existe cierta teoría que mantiene que la oxitocina es la hormona que nos hace ser morales y empáticos. Más o menos algunos afirman que controlar los niveles en el ser humano podría ser la llave para convertirnos en mejores personas.
Y la empatía es esa cosilla en la que algunos se basan para echarte en cara que no te has preocupado por ellos. En un sofá, después de que una de las dos partes de la pareja resople en medio de un gesto y delante de la televisión, se adivina un conflicto por la mera razón de que la otra parte no ha sabido adivinar o preguntar el motivo de dicho resoplido. "No eres empático"- dice en medio de la discusión. Lo que sucede es que no eres adivino porque la empatía, casi como la complicidad, no es una ciencia exacta y necesita entrenamiento y pistas. La historia en la que dos personas que se conocen a primera hora no se separan jamás es sencillamente incierta.
Y ser morales es la otra de las variables. Sin embargo la moralidad, eso mismo que algunos consideramos que va grabado a fuego en el adn humano, tiene en alguna de sus vertientes detalles abismales. Lo bueno y lo malo es genérico, pueden ser valores universales. La vida es un valor universal. Matar a cientos de miles de japoneses salvó vidas porque detuvo la segunda guerra mundial así que es una idea moral excepto si eres de Hirosima.
Al final ninguna de las bases en las que establecemos los pilares de nuestra verdad es lo suficientemente fuerte. Ese componente destructivo y maravilloso que es el razonamiento es capaz de arruinar un buen plan de vacaciones o tenernos esperando, con la vida preparada, a que nos pasen cosas que nunca suceden.
Por eso mismo, en medio del invierno, parece que se repite una y otra vez el punto de partida, el punto cero sobre el que asentarse. Parece que se repite el dos de febrero como si el día de la Marmota volviera cada vez, con y sin oxitocina. Lo curioso es que muchas de aquellas cosas que se repiten nunca son las que quisiéramos vivir a diario.
Sin embargo, cuando Bill Murray cuenta a Andie McDowell cómo sabe todo lo que pasa en ese pueblo le cuenta que se siente como "un" dios, no porque sea omnipotente o porque se crea por encima de los demás sino porque lo sabe todo y precisamente por eso, por pasar tanto tiempo encerrado en en mismo lugar, es por lo que es "un" dios. Al fin y al cabo el tiempo es el que crea las únicas bases sólidas a las que agarrarnos, aunque nos queramos agarrar a los planes o a las libertades que son, como la oxitocina, una excusa más para levantarnos un día más y esperar que sea mañana o al menos ese mañana en el que algo, definitivamente, cambie mientras lo que hemos acumulado gracias el tiempo lo sustente.
Y ser morales es la otra de las variables. Sin embargo la moralidad, eso mismo que algunos consideramos que va grabado a fuego en el adn humano, tiene en alguna de sus vertientes detalles abismales. Lo bueno y lo malo es genérico, pueden ser valores universales. La vida es un valor universal. Matar a cientos de miles de japoneses salvó vidas porque detuvo la segunda guerra mundial así que es una idea moral excepto si eres de Hirosima.
Al final ninguna de las bases en las que establecemos los pilares de nuestra verdad es lo suficientemente fuerte. Ese componente destructivo y maravilloso que es el razonamiento es capaz de arruinar un buen plan de vacaciones o tenernos esperando, con la vida preparada, a que nos pasen cosas que nunca suceden.
Por eso mismo, en medio del invierno, parece que se repite una y otra vez el punto de partida, el punto cero sobre el que asentarse. Parece que se repite el dos de febrero como si el día de la Marmota volviera cada vez, con y sin oxitocina. Lo curioso es que muchas de aquellas cosas que se repiten nunca son las que quisiéramos vivir a diario.
Sin embargo, cuando Bill Murray cuenta a Andie McDowell cómo sabe todo lo que pasa en ese pueblo le cuenta que se siente como "un" dios, no porque sea omnipotente o porque se crea por encima de los demás sino porque lo sabe todo y precisamente por eso, por pasar tanto tiempo encerrado en en mismo lugar, es por lo que es "un" dios. Al fin y al cabo el tiempo es el que crea las únicas bases sólidas a las que agarrarnos, aunque nos queramos agarrar a los planes o a las libertades que son, como la oxitocina, una excusa más para levantarnos un día más y esperar que sea mañana o al menos ese mañana en el que algo, definitivamente, cambie mientras lo que hemos acumulado gracias el tiempo lo sustente.