4 de febrero de 2014

10 años de marujeo

marujear conjugar ⇒

  1. intr. col. Realizar acciones que se consideran propias de una maruja,especialmente cotillear:
    se pasan el día marujeando.

La realidad, casi siempre y si nos centramos en la concepción moderna de las cosas, tiene dos variantes. Una, que es la pública, se compone de las virtudes y de las ventajas comparativas del elemento a considerar. Otra, que es privada, se basa en las partes más mundanas y muchas veces más inmundas de la naturaleza humana. Whatsapp no sería lo que es si no nos diera la última hora de conexión de alguno de nuestros contactos pero, cuando hablamos de sus virtudes, decimos que nos vale para estar en contacto y para mandar y recibir mensajes. Internet, por definición, es una herramienta que nos permite el acceso a la información de una manera global y rápida, una forma de avanzar y de compartir utilidades con casi todo el mundo desde nuestra propia casa y, aunque no lo digamos nunca, un paraíso pornográfico que en algún momento ha tapado nuestra curiosidad o nuestra soledad.

Twitter, plataforma que veo de soslayo pero en la que me niego a entrar, podría definirse como una catarata de intercambio de información y opinión donde muchos profesionales hacen de dicha red su "brain storming" particular. Lo es. También es el paraíso de los chistes facilones que tengan menos de 140 caracteres donde parece que hay una competición mundial de ocurrencias.

Tuenti es un lugar donde se ponen fotos en el cuarto de baño. Badoo un mercado de carne. Meetic (y sus similares) una especie de último recurso racional.

En el fondo lo que mantiene vivo a cada uno es su lado oscuro, su Darth Vader.

Y Facebook, que hoy cumple diez años, no es ese sitio en el que compartir información con los amigos, ese lugar donde asociarse a grupos con intereses similares, esa manera de no perder contacto con quienes están lejos. Ni siquiera es esa "nube" donde acumular los recuerdos de las últimas vacaciones. Es el jodido patio de vecinos donde buscar a una ex novia para ver si en el reflejo de las gafas se ve al gilipollas que se acuesta con ella ahora. Es el sitio donde buscas a tu pareja del instituto para saber si se ha puesto como un globo sonda o sigue tan guapa como entonces mientras sostiene, en su foto de perfil, a alguno de sus hijos. Es donde investigas a esa persona que conociste para no equivocarte si la invitas a cenar o donde diseccionas a los amigos que tu pareja para ver si alguno está ahí con intenciones insanas. Es donde analizas con detenimiento quien está etiquetado en esa foto que se hizo un día que no saliste pero que tiene a todas las personas sonriendo como si vivieran en un universo paralelo y feliz.

Facebook es el reino del marujeo. Al fin y al cabo ese es el motivo por el que cumple años. Esa es la grasa que hace moverse a los mecanismos que terminan vendiendo publicidad en el lateral a cambio de parcelas de tu vida que das para seguir con la cabeza fuera mirando a través de las ventanas de los vecinos y las vecinas.

Decir que nunca te buscaste en Google es mentir. Confesar que nunca bajaste una película o una canción pirata es perjurio. Ver la última hora de conexión del whatsapp, copiar un chiste de Twitter y, por supuesto, cotillear en Facebook.

Dijiste que estabas enamorado y que la querías para siempre, y era cierto, pero también importaban esos polvos magistrales que teníais frente a los espejos de su cuarto y esa forma de moverse, rebosante de vicio,  sobre tus piernas. Internet se mantiene vivo alimentando nuestro lado oscuro. Así se llega a viejo. 10 años, para una red social, es muy viejo.

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