Cuando un jubilado, con ese orden impoluto que tienen en el maletín, me acerca un ordenador lleno de virus publicitarios, toolbars y 10 años de antigüedad, espera que de una manera mágica dé a la única tecla que él no ha pulsado (porque lo ha intentado antes con la fórmula de "la combinación de teclas aleatoria") y que en menos de diez minutos y a un coste muy reducido (porque cuando no quieren pagar lo pasan a pesetas) se arregle completamente.
Porque sigue pensando que la tecnología es magia.
Cuando un adolescente ya ha llamado a todos sus amigos para que le arreglen el equipo y ha instalado cien herramientas (desde softonic, que es el primer paso en falso) pero ninguna le ha solucionado su problema, también cree que todo se va a solucionar con una de mis cabriolas sobre el teclado.
Porque está convencido que en algún foro, en algún lugar recóndito del planeta, alguien ha publicado que pulsando dos teclas todo vuelve a ser tan hermoso como antes y es mucho más sencillo que regalar flores para recuperar amores perdidos.
Y, desafortunadamente, nunca es así.
La informática, casi como la mecánica o la cocina de estrellas michelín, ha evolucionado hacia una imagen confusamente sencilla de la verdad. Del Spectrum aquel que arrancaba en un cursor parpadeante que esperaba nuestros códigos a los iconos danzarines que pulsamos con el dedo hay un camino tan largo que no podemos considerar que sea lo mismo aunque se llame igual. La gran revolución son todas las secuencias, realizadas como trucos, que van distanciando al usuario de la posibilidad de control de aquello que tiene entre sus manos. Es mucho más complejo conocer un equipo moderno que los 486 con windows 3.1 con los que yo empecé. Es mucho más complejo llegar al corazón de una mujer contemporánea que a una cortesana del siglo XVII. Los dos son ordenadores, las dos son mujeres. Los más nuevos te permiten hacer más cosas y se supone que serán mucho más satisfactorios pero sólo podemos usar los iconos programados en vez de hacer una secuencia adecuada a nuestro caso. Y ya sabemos que los foros mienten. También sabemos que, por obsolescencia, lo normal es que nos duren un tiempo limitado. Casi hemos asumido, también, que guardarán datos de nosotros y que esos datos pueden, como un reproche el día que la ves con otro, volverse en tu contra o costarte un dinero.
La evolución de la informática doméstica se orienta, cada vez más, hacia que la máquina haga lo que considere oportuno. Nos deja ver las fotos pero ya no sabemos donde están. Nos dice que vamos a comunicarnos con nuestros seres queridos pero, nadie sabe el motivo, al encenderlo, han aparecido contactos que habíamos quitado porque entre algún bit se ha guardado un dato que borramos, confirmamos y aceptamos eliminar. Si tenemos la suerte de tener un windows delante y vemos el administrados de tareas descubrimos que hay decenas de procesos activos funcionando si saber exactamente cuales son. Los gurús y los místicos pueden razonar que tampoco soy consciente de cada pálpito de mi corazón o de si mi sangre sube o baja. Puede decirme que eso permite asemejar la informática al ser humano y centrarnos en la acción principal que estemos realizando, aunque las secundarias me intenten vender piezas de recambio o viajes a las Maldivas de la misma forma que, como la canción de extremoduro, secundariamente me salen granos.
Y el Android, el entorno ese de ventanas rectangulares del windows8 y el windows phone (que funciona francamente bien) van a la zaga del iOS y el MacOs donde, para hacerte feliz, has de dejar que lo haga todo. "Tonta, que te va a gustar"- podría ser el eslogan de las nuevas tecnologías.
Lo curioso es que la gran masa de usuarios adoran este tipo de evolución y se sienten poderosos ante cien iconos. Cuando abro el msdos y escribo un comando los clientes se asombran como un emotiono con los ojos muy grandes, si uso "attrib" y ven que la carpeta oculta por un virus ha vuelto a aparecer entonces es un ejemplo de magia y, en realidad, es algo que aprendí con 15 años, cuando Felipe Gonzalez gobernaba.
Estamos en internet y no sabemos qué sucede con los historiales de las páginas que visitamos, no sabemos si con las cookies se están haciendo pastelerias en Redmond o si la nube es como el poder de Dios, infinito. Sin embargo aceptamos como maná cada actualización que nos lleva a perder un grado más de control porque se nos bombardea diciendo que todo será más fácil y sonreiremos más. No hará falta buscar contactos porque nos los recomendará. No habrá que saber código porque lo hará todo por nosotros. Cuanto menos sepa el usuario, cuando más tonto sea el votante, mayor control sobre él.
Y, un día, juraremos que controlamos algo que nos controla a nosotros. Un día conoceremos a alguien que no haya recomendado una máquina y creeremos que es un virus.
Yo empecé con MS-DOS y pensaba que después, lógicamente, vendría el MS-TRES. No fue así; las cosas nunca terminan siendo como las imaginabas.
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