22 de noviembre de 2013

Los celos y la expresión del amor.


Dicen que ese es uno de los mensajes que algunos adultos lanzan a los adolescentes que se incorporan, incrédulos e incautos, al mundo de las relaciones.

Hace muchos años alguien me preguntaba, para saber si yo estaba o no enamorado de verdad de una tercera persona, que cual era la sensación que me recorría el cuerpo si era capaz de imaginarla con otro viril muchachote. En ese caso podría llegar a identificar el frío que sube por la espalda, las palpitaciones en la parte superior del párpado derecho y una inquieta sensación de desamparo y apaleo que tarda tiempo en irse, sobre todo si reconoces positivamente que existe esa posibilidad porque, poseído por la autoexigencia, sabes que lo podías haber hecho mejor.

Ahora sé que aquello era una simplificación estúpida del amor porque los celos, innatos pero innecesarios, son las causas colaterales de las historias de príncipes y princesas que hemos mamado desde nuestra infancia. Importa donde estamos mucho más que cómo hemos llegado hasta ahí y mucho menos de cómo vamos a ir hacia delante. No te preguntes por qué tipo de caminos enzarzados caminé, con el pantalón corto de mi colegio de curas, para llegar hasta aquí. Pregúntate lo que hay para cenar y si acaso esa noche nos vamos a enredar en sudor y en espejos, en palabras entre suspiros o en la apuesta divertida de que quien llegue al orgasmo más tarde es quien va a bajar a por los croissants.

Lo demás, lo de que no sabes donde estoy o si acaso no estoy en el lugar correcto, es irrelevante porque si en este mundo de elecciones y de posibles, de caminos tortuosos y de autopistas, al final del dia me siento a tu lado y quiero dormirme contigo robándome la mitad de la cama o si simplemente te doy las buenas noches como el último estertor que me queda antes de dormir, entonces no hay posibilidad de tener celos, excepto del tiempo, que es el que nos roba.

En el momento en el que empiezas a dudar de mi empiezo a dudar de mi, y las dudas, casi como los charcos, me hacen pensar en cada paso que doy para no calarme los pies. En ese momento ya no miro al frente y tan sólo a los zapatos.

Entonces es cuando los celos, para acabar el post de una manera redonda, han dejado de ser precisamente, una expresión de amor.

Por eso mismo la expresión con la que empecé es falsa.

2 comentarios:

  1. Los celos no son más que la absurda tendencia del ser humano de querer poseerlo todo y sentirse propietario.

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  2. Los celos son el miedo a perder, y ese temor sólo se siente cuando algo importa demasiado.

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