iDead, iDios, iFans, iLágrimas, iCáncer

Siempre me ha parecido absurdo ver a un aficionado desconsolado porque un equipo de futbol que pierde baje a segunda división, una buena señora llorando porque Lady Di se había metido un columnazo, ver peregrinar a Chipiona a un grupo de turistas albaceteños para llorar en la tumba de Rocío Jurado o sentirse consternado porque Amy apareciera muerta en una habitación.

Sin embargo entiendo y me acongoja profundamente cuando veo llorar a aquella persona que ha perdido a su perro, su progenitor, el coche en el que tuvo sexo por primera vez o aquel canario con el que compartía soleadas mañanas de trinos.

No voy a meterme en la discusión estéril de la capacidad creativa de un señor que, sinceramente, no inventó nada. (El ordenador, los reproductores mp3, los teléfonos, la información en la nube y las tabletas ya existían antes de Steve Jobs). Ni siquiera voy a poner en duda haber logrado vender como propios inventos de otros (con interfaces muy chulas) y a un precio muy superior a los demás porque, como si fuera el "dientes, dientes" de la Pantoja, Apple Steve ha sido un reflejo del "marketing, marketing".

Pero hoy, entre discusión y discusión sobre la divinidad o no de un señor que se ha muerto de cancer tal y como se murió mi señor padre, he visto cómo llevaban flores a las puertas de las tiendas de Apple y cómo incluso se llena internet de personas, producto en mano, al grito de "raise your Apple for Steve".

He leido titulares que hablan de lágrimas y tributo a Steve Jobs en China. He visto cómo le nombran el padre de la informática moderna e incluso un cliente me ha preguntado si acaso la muerte de dicho señor es la responsable que esta mañana no le funcionara el iTunes. Es más: he visto a una banda de retrasados dejar sus iPad con una vela en la pantalla simulando un obituario luminoso lleno de simbolismo.

Puedo hasta llegar a entender aquellas lágrimas que pude adivinar en los ojos de mi hermana el día que murió John Lennon porque no dudo que sus canciones pudieran haber acompañado momentos irrepetibles de su adolescencia. Puedo considerar que las que fueron fanáticas de Elvis lloraran su muerte porque estuvieron enamoradas de la imagen que reflejaba (antes de engordar como un globo por alguna que otra (o todas) substancia). Hasta puedo comprender que alguna viuda octogenaria se emocione cuando la duquesa de Alba baile como Robocop después de casarse por tercera vez.

No soy capaz de entender la pena, la congoja y la sensación de desamparo tecnológico que viven los fanáticos de la compañía fundada por aquel señor que parece que va camino de la beatificación virtual. Hoy aparecen sus frases y aquel discurso en el que admitía tener un cáncer como si fuera el único que haya sido sometido al calvario de dicha enfermedad, casi de una manera tan exclusiva como reflejaban los ojos del primer amigo que se gastó 500mil pesetas en un Mac, y se creía mejor que los demás.

Wozniak los hacía y Steve los vendía. Joder, se ha muerto un vendedor de ordenadores. Quizá el mejor vendedor de ordenadores de la historia. Pero ya está. Empleados de Apple se mueren todos los días. De Microsoft y de Google también. Alguno de tus vecinos murió recientemente. Alguna de tus parejas ha fallecido. Tú te vas a morir. Steve es una más de las figuras que han habitado y habitan el mundo tecnológico que nos rodea.

No es un inventor al estilo de Sir Clive Sinclair. No es Dios, ni siquiera iDios, aunque como la idea de Dios ya estaba inventada antes, probablemente lo sea o lo será. Mr Cook lo venderá con el iPhone5 como una aplicación descargable a 2$.

Pd: Steve Jobs is dead: Apple I - iPhone4s.
Pd2:(no es personal, es por ese tufillo a fanatismo...).