Hay un tipo de jubilado, que casi siempre es una jubilada, que se te queda mirando fijamente en medio del paso de cebra, si es que hay un paso de cebra, esperando que la atropelles o te detengas hasta que le de la gana de pasar al otro lado de la carretera.
Es la misma señora que, cuando estás esperando en la fila del banco aparece con sus papeles y pasa delante porque "es un momentito de nada".
También es la misma persona que te da consejos maternales cuando estás en la pescadería y no sabes diferenciar entre un jurel y un rodaballo (que es el aplastado)
Es la que se queda deseosa de conversación cuando hay más clientes esperando y la que no recuerda su clave de hotmail.
Es la que te habla maravillas de su hija y hace que te la imagines como una diosa hasta el dia que aparece con ella.
Es la persona a la que no puedes llevar la contraria porque cree que la edad es una carta de presentación suficientemente valiosa como para generar dogmas de fe.
Es la crítica, la que se queda poseída por los programas que dan durante las mañanas en las televisiones con consejos de cómo quitar las manchas de chicle de la ropa y la que tiene figuritas encima de todas y cada una de las estanterías de su salón, justo entre su colección de cajitas y alguna figura de yadró.
Es la que te da consejos después de admitir que "yo no entiendo mucho a la gente de tu edad" y la que dice "con lo bien que estás para tu edad" antes de ponerte en orden el cuello doblado de la camisa y pedirte que te afeites.
Y la que te ve especial aunque te sientas, como la canción, del montón.
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