Cuando en Amores Perros él persigue a la mujer de su hermano por la casa poniendo en la balanza del amor su buen hacer y sus buenos sentimientos contra la maldad innata del pandillero con pistola que es "el otro" suena de fondo Lucha de Gigantes de Antonio Vega.
En realidad Amores Perros fue uno de esos felices momentos cinematográficos de hace unos años que el Sr Iñarritu quiso repetir con gran presupuesto en Babel y, bajo mi personal punto de vista, le salió un melón relleno de Brad Pitt y una japonesa que se siente sola en la inmensidad de Tokio.
Claro que cuando alguien intenta plasmar el sueño de la sensación de soledad global que se puede vivir en cualquier parte del planeta acaba de comprar, en cuestiones de éxito de audiencia, todos los boletos para que aquello sea el telefilm con picores en el que se convirtió. Por eso, por lo dificil que es hablar de las cosas más básicas que nos afectan a todos, a saber: el amor, la soledad, nuestros miedos, nuestros sueños frios y cálidos... por eso mismo las películas que nos devoran son esos colores pastel y esos chistes fáciles que saltan, entre una y otra bala, por los azules avatares de personajes que querríamos ser pero nunca seremos porque no existen.
O símplemente el éxito se compone de vendernos lo que nunca llegaremos a ser o lo que nos gustaría ser pero no tenemos arrestos para serlo. Quizá ese era el éxito de "Historias del Kronen", porque todos querríamos colgarnos de un puente sobre la autopista o quizá será el éxito del próximo estreno (con excelente campaña en Internet) de "Ingrid"
Lo cierto es que los guionistas, que están cogidos por los genitales de la industria y lo que se supone que es más o menos rentable, o no se atreven o no son capaces de lanzarse al vacío de hacer esas películas que te hacen salir del cine y replantearte reductos de tu vida. O quizá simplemente algunos directores cambian a una pareja hetero por dos bolleras en Roma y cogen el papel de alternativos. (porque la última del antes brillante Medem es un remake de "en la cama").
O es que la lucha de gigantes entre el entretenimiento y el cerebro hace tiempo que la ganó el entretenimiento y muchos de los que buscamos encontrar respuestas en el cine no encontramos a quien nos acompañe a una que no sea de tiros o en 3D. Será que el cine que me gusta no tiene una tercera dimensión.
O porque creo que la televisión atrofia mi capacidad de decir lo que siento.
O porque ahora busco constantemente pequeñas obritas de arte en forma de videos por internet.
O porque hoy me levanté repitiendo una y otra vez a Antonio Vega.
Dice así:
...me da miedo la enormidad, donde nadie oye mi voz. Deja de engañar, no quieras ocultar que has pasado sin tropezar. Monstruo de papel, no sé contra quien voy o es que acaso hay alguien más aquí.
No, hombre, no... versiones de Antonio Vega no... ¿para qué?
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