8 de febrero de 2010

The school of life

Esa extraña y usurpadora civilizacion que es la británica ha presentado hace tiempo La Escuela de La Vida (The School of Life) que fomenta la excusa, probablemente cierta, de que vivimos en una sociedad con fuertes problemas en lo referente a la resolución de los obstáculos habituales de la vida. Por eso (y por la pasta) lanzan la idea de que en esta vida no se puede subsistir sin saber pensar, como un concepto global.

Tener tienen razon.

Así que si vemos los temas de sus cursos bien podrían ser los titulares de una estantería de libros de autoayuda: cómo leer, cómo ser un buen amigo, cómo hacer que dure el amor, cómo equilibrar la vida personal y laboral...
En realidad la aparición de este tipo de escuelas que no hacen más que reflejar la importancia de los valores universales es el resultado de la concepción errónea de la vida ochentera que ha considerado que los conocimientos, el triunfo laboral y la recompensa económica eran la panacea personal.

Y ahora todos esos grandes profesionales de entre 30 y 40 años, que son los que pagan este tipo de cursos, descubren asombrados lo separados que están de determinados elementos de la vida que no han sabido cultivar.

Es el mismo motivo por el que las nuevas religiones se hacen hueco entre la santería convencional sólo que en el caso de la escuela de Bloomsbury lo disfrazan de negocio educativo.

Cuando te sientas al lado de la cama de alguien que ve de cerca la muerte y hace balance de su vida descubres de una forma soprendente cómo recuerda sus amores, sus amigos, las cómodas conversaciones con una copa en la mano y un mundo por arreglar. Ves cómo valora la familia por ser ése el núcleo definitivo que te acompaña en los malos y buenos momentos y, aunque en su haber figure un irrefutable triunfo laboral, sólo es capaz de añorar el tiempo que no pasó cultivando todos aquellos valores que estos jodidos ingleses te quieren enseñar a base de talonario.

No es tan dificil. Consiste en aprender lo que merece la pena, charlar horas en la mesa de algún bar, abrazar a tus amigos, no perder a quien te quiera y fijarse en lo que pasa a tu lado.

Eso ha sido siempre la escuela de la vida.

Se aprende en la calle.

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