9 de septiembre de 2024

Nuevo curso, nuevos titulados. Nuevas estadísticas.

Empieza un nuevo curso y tengo una buena noticia para ustedes: un porcentaje altísimo va a obtener su titulación. Eso, como diría la vicepresidenta, es bonito.

Hace bastantes años existía la idea, no sin base, de que estábamos viviendo en un pais con pocos titulados. Por eso mismo, haciendo la misma lógica, estábamos retrasados respecto de Alemania. Allí todos eran médicos, ingenieros y biólogos moleculares. Por ese mismo razonamiento si conseguíamos tener el mismo porcentaje de titulados por metro cuadrado llegaríamos a la felicidad extrema que se le suponía a la nación teutona.

Una de las formas de lograrlo era favorecer el acceso a la educación superior y otra, menos publicitada, era reducir el número de abandonos en ese periodo de la vida. Por alguna razón la titulación universitaria se convirtió en algo parecido al carnet de conducir: al final, con tiempo y dinero, siempre te lo sacas. Luego da igual que conduzcas como un retrasado o que te sepas las señales. Tienes el título y se puede afirmar que en España prácticamente nadie conduce sin carnet. Es casi como buscar esas estadísticas que afirman la inmensa cantidad de titulados superiores que hay a nuestro alrededor. Que sean buenos en lo suyo, incluso que es guste su trabajo o se esfuercen en hacerlo mejor es secundario. Por alguna razón alguien ha pensado que si eres futbolista federado del Club Deportivo Santutxu, tu desempeño es el mismo que el de Carvajal. Los dos tenéis la misma titulación. Es la misma base de razonamiento por la que Mari Tere, que juega al futbol los martes, debería de tener el mismo salario que Messi: mismo trabajo, mismo salario.

Políticamente hablando es chulísimo afirmar que, a dia de hoy, la mitad de los españoles entre 25 y 34 años dispone de una titulación superior. Es un porcentaje superior a la media europea. Nos podemos chupar las pollas mientras le decimos al francés de turno "a mi me lo vas a contar, que soy ingeniero agrónomo". Que sea un agricultor de Toulouse le quita toda la razón porque no tiene título.

La educación superior ha perdido desde hace tiempo su necesaria función de filtro. A alguien se le olvida decir al estudiante en cuestión que no, que no tiene madera de médico o de arquitecto. Que está muy bien que se sepa de memoria todos los capítulos de La Ley de Los Angeles pero que para estar en un turno de oficio del juzgado de Parla hay que tener otra actitud y preparación. Que si eres ingeniero industrial con tres máster en renovables pero no sabes coger un destornillador, algo falla. Vendría a ser alguien con el título de cantante, que hace poses en el escenario y lleva el pelo sorprendente, pero de cantar, poco. Bueno, eso es Samantha Hudson.

Siento estar en disposición de afirmar que cada vez me encuentro más titulados sin conocimientos. Por mi trabajo, cada año, recibo a media docena de personas en prácticas. Es su último paso a la inserción en el mundo laboral y no es que yo sepa más sino que cada vez saben menos y, curiosamente, les noto una menor gana de aprender o de hacer algo. Vienen, preguntan la hora de salida, están y se van poniendo cara de esfuerzo. Una conocida, cirujana, me comentaba que veía a los nuevos médicos bastante bien preparados en lo técnico pero que sentía un gran temor en los cambios de turno porque alguno dejara al paciente sin coser porque "si no me pagan horas extras no tengo por qué quedarme ni un minuto". Hemos pasado a una situación, básicamente en Europa, en la que en vez de aprender a mejorar el sistema es el sistema el que debe de proporcionarlo todo y donde si mis padres tienen un apartamento no puedo entender cómo no lo voy a tener yo, incluidas mis vacaciones, medios de transporte y plataformas de cine pagadas. Si ellos se esforzaron, yo me compré un samsung y no un iphone.

Es, como muchas otras cosas, un defecto cultural bastante cabrón basado en la exaltación de la individualidad por encima de todo, trabajo incluido. El tonto, y eso lo hemos hablado antes, es el que se esfuerza y el que trabaja porque los demás se sientan diciento:"yo lo merezco, que para eso tengo un título".

Al final la vida, como siempre, se impondrá y tendremos que encontrar un nuevo filtro para determinar las capacidades de las personas porque hoy por hoy tener un título ya no significa nada más que fuiste a la universidad pagando tus cuotas. Existe un político al que cada vez que se le recuerda lo mal que lo hizo, te recita su expediente académico. Mis compañeros con mejores notas normalmente no fueron los más brillantes en su trabajo, y eso que en primero estábamos 10 clases y en segundo, tres. Sin embargo alguien afirmará que el sistema es cruel con los sacrificados estudiantes titulados, presuponiendo que están preparados porque acabaron los cursos que empiezan hoy.

Y no, no somos Alemania.

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