20 de septiembre de 2024

Cuando descubrí que no soy un hombre.

Decía, en su presentación, que le gustaba el cine, la música y las relaciones con base. El día que la conocí recibió varios mensajes. Confesó, quizá porque pensaba que eso le haría parecer más moderna o mas resolutiva, que unos eran de un tipo con el que había quedado hace un par de días. Los otros de un caballero, gentil y educado, con el que cenó ayer. La sinceridad, en su concepto basto del término, suele estar enfrentada al buen gusto y si alguien piensa que resulta moderno hacer ostentación , nada más llegar, de una azarosa vida sentimental o sexual podríamos pensar en qué hubiese pasado si le dijera que tengo que ir al baño a limpiarme del polvo que acabo de echar. Todo eso mientras pongo cara de travieso, moderno y gilipollas. Me resulta desagradable hasta a mi.

Tampoco pasa nada porque reconozco que hay determinadas licencias que algunos se permiten para parecer lo que creen que deben parecer. Es exactamente lo mismo que Maria del Carmen, 25 años de fiel matrimonio y recién separada, que al salir de copas por primera vez aparece embutida en un vestido animal printing y quiere tocar el culo a todos los camareros. Si queremos ser igualitarios podemos hablar de José Ramón y Eduardo que una vez al año, calvos con pelillo en las sienes, vaqueros de 1987 y camisetas de Barcelona 92 ( compradas en Barcelona, 1992), se fuman un porro pegando botes en la primera fila de un concierto punk moviendo la cabeza como si tuviesen cresta.

El caso es que, como soy un cabrón dialéctico, me quedé a investigar los extraños mecanismos de ese cerebro. Pregunté por aquellos muchachos. Obviamente, hablando en frío, hizo gala de modelos previamente aceptados. "Yo busco tener una relación con alguien y ya se verá. Quiero concer a las personas y después, solamente después, dar el paso a la intimidad". Correcto. Quise, por ahondar en ello, preguntar por su último año. "He tenido tres o cuatro relaciones". "¿A la vez?". "No, hombre"-dijo con cara de haber pensado mal sobre su integridad moral. "Entonces, si es un año y son cuatro, quiere decir que el tiempo que tardas en decidir que alguien puede ser el hombre de tu vida es"-y puse cara de hacer un cálculo mental.-"tres meses". Luego quise ser malvado y añadí: "dos si te das unos días para asimilar los fracasos. Eso, quedando los fines de semana alternos, son tres cenas. Así que la cuarta vez que quedas con alguien ya es el hombre de tu vida. La primera es un café, la segunda es una cena con beso en la despedida y la tercera ya está. ¿Ayer cenaste con el hombre educado?. ¿Qué numero de cita era?". Me miró enfadada: "La segunda". "Pero no te creas"- quiso puntualizar- "que soy como alguna de mis amigas que salen por las noches y si ven a un tipo que les gusta se acuestan con él".

Hicimos un silencio.

- Presupones que ellos no tienen capacidad de decisión.

- Los hombres sois todos iguales. Quereis lo mismo.

Curiosamente es obvio que llegados a ese punto o su afirmación era falsa o yo no era un hombre.

- ¿Ayer te despediste con un beso?

- Si.

No me iba a poner a preguntar sobre la ultima película que vio entera o el último disco que escuchó completo. Vivimos en una sociedad que pasa a la siguiente canción en menos de 10 segundos, que consume series porque son de media hora y se quedan en 20 minutos quitando la introducción y los créditos. Vamos camino de llegar a la conclusión que una relación estable dura lo que tarda el dedo en pasar al próximo perfil.

Aunque lo más importante es creer en la propia integridad. Asegurar que te gusta el cine, la música y las relaciones estables. 

Me confesó que jamás llegaba al final de una película porque se queda dormida, supongo que en el sofá de su próxima relación estable de dos meses con un hombre muy hombre, no como otros.

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