Joderse la vida no es, precisamente, nada nuevo ni nada generacional. Cuando los alisios de la desesperanza soplan desde alguna dirección nunca, absolutamente nunca, tienen el mismo olorcillo a conflicto que se huele en las películas. El móvil de un crimen, aunque sea onanístico, no tiene por qué existir. Las sensaciones, que se parecen al amor en lo incontrolable de sus términos, van y vienen. Son incuestionables y no tienen que vivir en el mundo reglado de la lógica.
A veces es algo parecido al hambre. Aparece sin hacer mucho ruido hasta hacerte cambiar el comportamiento como un perro famélico. A veces es la desgana, entumeciendo los músculos de la espalda. La mayoría de las ocasiones, probablemente, es un espacio del que se desea escapar pero no se sale nunca. Es entonces, agotado de correr hacia la puerta de una habitación infinita, cuando la opción de joderse la vida se hace plausible.
Quizá porque cada uno tenemos nuestras preferencias a la hora de elegir equipo, yo soy de aquellos que considera que quienes se joden la vida disponen de un grado de conciencia superior a los instagramers de la existencia. No dudo, por supuesto, que en el escalafón hedonista siempre son más felices los mediocres porque no son conscientes de sus limitaciones. Es por ello que más de uno, de la misma forma que está de moda quitar titulaciones a los curriculum, procura convertirse en estúpido. Los grandes atormentados, si es que me los imagino, tienen un aire a Tom Waits disfrazado o fumando con Bukowski borrachos como Hemingway y atormentados como John Kennedy O´toole antes de suicidarse. También es "ojotrueno" Yorke grabando The Bends o la noche en la que Djuick habia fallado el penalty con el que el deportivo de La Coruña perdió la liga. O Prada fallando, con el tiempo cumplido, tres tiros libres seguidos en la final de la copa de Europa del 79. Todos tienen en común que nos hubiésemos cambiado por ellos sin dudarlo pero, en ese instante, se sentían parte de la peor faceta del mundo y estaba justificado joderse la vida. ¿El motivo?. Son conscientes que podrían hacerlo mejor. Es eso, que no es más que un síndrome del impostor latente, lo que nos lleva, más de una vez, a escondernos detrás de una copa, un diazepan, una canción deprimente que nos arañe el alma o simplemente a irnos de la fiesta sin hacer ruido, como un amor que se difumina porque sabes que puedes querer de una forma mejor. Hay veces que si no hay un dolor presente tienes la sensación de estar muerto. Al fin y al cabo la muerte se puede fantasear como la ausencia de dolor.
Joderse la vida es el tránsito o la forma de saber que si no vamos a llegar a donde creíamos, reducir el tiempo de espera.
Y lo ha hecho la humanidad desde que se tiene constancia.
https://youtu.be/E6VIOUf3AZc?si=UouG0twCjC7T_qAo
ResponderEliminarSe necesitan más agallas para estar vivo.
ResponderEliminarPor supuesto
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