Leo, en un artículo hecho como relleno y en referencia al hallazgo de un pen drive olvidado en un cajón: "Revisar todos esos archivos fue viajar al pasado, pero sobre todo, fue un choque emocional, entre la nostalgia, el cariño y hasta la pena. En última instancia, solemos pagar dinero buscando emocionarnos, y por eso vamos al cine, a un concierto o a leer una novela. Emocionarse es valioso."
Eso me lleva a ayer mismo. Para quien no lo sepa, en una de mis variantes, yo soy el tipo ese que te recupera los archivos que abultan o que dan error de tu disco duro. Así que 6000 fotos después puedo asegurar que esa mujer salía de fiesta con sus amigas, conoció a un caballero, hicieron unos viajes juntos. Primero fueron a playas y a ciudades lejanas embadurnadas de historia. Más tarde comenzaron a vivir juntos y a echarse la siesta tumbados en el sofá. Se compraron un perro y lo pasearon. También un acuario con peces de colores. Entonces se quedaron embarazados y vivieron ilusionados esos meses. Nació una niña que dormía y comía. La niña empezó a caminar y, supongo, a tener criterio. Es a la que le dí, con una sonrisa, un pen drive donde estaban marcados 10 años de la vida de sus padres. Lo guardarán en un cajón y se emocionarán cuando lo revisen dentro de unos años. Emocionarse es valioso.
Al contrario de esa teoría y ya desde hace bastantes años, yo soy de esas personas que borran activamente las fotos y los chats. Prefiero, no por una cuestión de eliminación de pruebas sino de limpieza mental, dejar que la mente configure los recuerdos de una forma creativa. Una de las maravillosas funciones que tiene la mente es adecuar lo vivido de una manera que nos ayude. Nos ayuda seleccionando los puntos de inflexión y matizando la literalidad de demasiadas cosas. Es capaz de recordarte que fuiste feliz y generar la dopamina adecuada sin ponerte delante de la cara los cien millones de reproches que os escribisteis en la comunicación unidireccional que tiene la modernidad. Solo y exclusivamente me quedo, en un archivo, recuerdos muy puntuales (y algún delito del que está explícitamente informada mi abogada). Que, de mi infancia, disponga de una docena de fotos no significa que haya sido un niño infeliz. Es más, probablemente son mucho más bonitos esos años en mi recuerdo que lo que fueron en realidad. Hay medios y herramientas, eso es a donde quiero llegar, que maltratan la magia de la emoción de los recuerdos. Las veces en las que realmente eras feliz no te quedaste en pausa para hacer una foto. Lo fuiste antes, y por eso quisiste guardarlo en un archivo creyendo que te iba a devolver a ese instante alguna vez.
Pero no solo de felicidad vive el recuerdo. Aquel doloroso instante o esos días en los que viví el derrumbe interior, caótico y doloroso como una punzada en la boca del estómago, están ahí. Ese descubrimiento infame que ratificaba que jamás sería quien soñé ser. Algunas noches de hospital. Las tardes luchando contra la deformación de la realidad que dibujaba mi cabeza no es algo que me atreva a obviar en este mundo de felicidad impuesta. Las personas que son felices todo el rato están podridas o no son personas. Guardo, con celo, esos instantes para volver a ellos de vez en cuando y aprender. Es mucho más valioso convivir con ello que con un atardecer en siete islas griegas.
Emocionarse es valioso. Aunque, en este momento en el que gustamos de guardar solamente la parte de la emoción que nos han contado que es la buena, hay que aprender a emocionarse con la realidad no sea que un día nos despertemos y descubramos que lo que habíamos vivido era solamente la ficción que nos quisimos creer y de la que, como un medio de comunicación parcial, solo nos quedamos con la hemeroteca que nos alimentaba el sesgo de confirmación mentiroso en el que ansiábamos vivir.
No es necesario guardarlo todo pero sí aprender a recordarlo.
Pd: el cuadro es "la persistencia de la memoria"
Totalmente
ResponderEliminarde acuerdo.