Una de las cosas que hacen los periodistas de nómina es redactar y almacenar noticias para cuando no se sabe con qué rellenar los medios. Es algo tremendamente obvio en verano pero aunque no lo parezca sucede durante todo el año. No me refiero a esas crónicas que se hacen de los famosos para sacarlas el día que se mueran, momificados a base de halagos, sino también a lo malo que es la modernidad para los jóvenes, lo dramática que es la soledad, algún que otro invento de tres científicos de Soria, el futuro desértico del planeta o las consecuencias de la continua revolución industrial.
Prestar atención a las noticias termina siendo, casi como el análisis del comportamiento humano, un perenne dejavu en el que terminas encogiendo la mirada intentando recordar cuando leíste esa misma crónica o quien actuaba exactamente igual que aquella persona.
Sucede exactamente lo mismo con la música, y no porque se haya agotado el infinito número de combinaciones de acordes, sino porque cuando alguien me envía algo que cataloga como "un sonido nuevo" me trae a la memoria algo que ya escuché.
Incluso, si nos vamos al mundo de la tecnología, la modernidad no es más que la simulación virtual de un mundo que ya he visto. Mi compañero de pupitre , si le pedías que te dibujara un mono fumando un porro en Afganistan, te lo hacía entre los apuntes de las matrices complejas de algebra de segundo. Era inteligente y no era artificial, se llamaba Iñigo.
A veces, llegada una edad, la vida se empeña en acercarse con regalos con lazo envueltos en cajas de colores que al abrirse pierden la ilusión de la sorpresa porque ni es nuevo ni es emocionante.
Una gallega de media cocción es pan. Una comisión por uso es un peaje. Gosthing es que pasa de ti. Phising es fraude, como era el tocomocho. Carolina Durante suena a los Nikis con restos de Siniestro Total. Las noticias de guerra mundial las pude leer en los años setenta. Los faraones también eran gobernantes ególatras y hubo un año, en el neolítico, en el que se comentaba en las cuevas el jodido frío que hacía mientras uno aprendió que podía cambiar trozos de mamut a cambio de permitir a los otros acercarse al fuego. Un ordenador no es más que una calculadora a lo bestia que nos vende como mágico el resultado de cientos de miles de operaciones en forma de pequeños impulsos eléctricos.
La mejor forma de solucionar un problema complejo es reducirlo a problemitas pequeños y resolubles. Que, al dar al interruptor, se encienda una luz es un milagro. Sin embargo poner un muro en un río, abrir una puertecita, que el agua mueva una turbina y esa energia, convertida en electricidad, llegue a la puerta de tu casa con un cable muy largo que caliente un filamento para que de luz, son cosas menos emocionantes. Quizá por eso algunos ancianos, sentados en los bancos, ven pasar a los transeúntes sin prestarles atención. Quizá llevo demasiado tiempo sin el entusiasmo que dan las sorpresas o, lo que es casi algo que suena a rendición, con la certificación empírica de que, al abrir la caja, no habrá ninguna novedad en el interior. Ninguna noticia espectacular, ninguna película con un argumento que no adivine, ninguna canción que no me lleve a una escucha anterior.
Una vez leí un libro que mantenía la teoría siguiente: cuando uno no espera nada, cuando estás convencido de la monotonía y has asumido la peor de las consecuencias, cualquier cosa será nueva, positiva e ilusionante. Así que me acostumbré a ponerme siempre en lo peor y, muy a mi pesar, lo peor se hacía cierto. Después me hablaron de la profecía autocumplida y me hice responsable de esas mierdas, retorciéndome en un universo que bien podría ser el High&Dry de Radiohead. Más tarde, que es donde me encuentro, releo los periódicos con tremendo pragmatismo y me intento situar en la paz que me abotarga cuando la luz me ilumina en el sofá hasta que me quedo dormido.
Cuando alguien se me acerca cargado de la emoción que da el descubrimiento de algo nuevo le recuerdo que la tierra es redonda y ya la hemos descubierto completamente. Igual que me veo incapaz de llorar, ultimamente, ya no me veo con la capacidad de sorprenderme.
Más aún en un mundo que juega, como las noticias que tienen en los cajones, a que todo sea una sorpresa. Aunque la sorpresa sea que llueve en un dia bisiesto de febrero.
Envidio y desprecio a los que se ilusionan con cosas que no son ilusionantes. Más o menos como la gente feliz con vidas de mierda. Me pasa lo mismo con ellos.
Dos cosas:
ResponderEliminarLa Tierra no es redonda; es esférica.
Todos los días bisiestos caen en febrero.
Y ya sabes que uno nunca se baña (o mea) dos veces enel mismo río.
Mi querido Ricardo: no me queda más remedio que navegar por el calendario para comprobar si el 29/02/2024 era un domingo y escribiste esta entrada después de un día lluvioso, frío, gris y con resaca de un sábado noche bien aprovechado.
ResponderEliminarCachis!!! Error. Era jueves, maldiaparaelpositivismo.
P.S.No hay que mirar a los felices como enemigos ehhh