Existen ocasiones en las que sabes que tienes que ponerte con las obligaciones. Hay que recoger la ropa, limpiar los cristales, ocuparte por fin con el perezoso proceso de organizar las anotaciones, repasar el ultimo texto, aprender por fin a usar illustrator, adjuntar las facturas a contabilidad, fregar el suelo, pasar un trapo a la moto, terminar aquella serie, doblar la ropa, dormir para llegar al trabajo sin cara de bailarin de Thriller o dejar las botellas de agua con agua en la nevera. Son todos esos momentos en los que dices "un momento , que termino esto y ya estoy".
Entonces llega un día en el que, mientras sigues haciendo lo que crees que debes te detienes, de la misma forma que cuando llegas a un cuarto y no recuerdas lo que ibas a hacer, y ya no sabes qué es lo que venía después. Ni siquiera eres capaz de saber si te gustaba o incluso si era una pasión. Se te ha olvidado, completamente, cual era esa actividad satisfactoria y enriquecedora en la que alcanzabas la plenitud de sentirte libre y feliz. Ese tipo de cosas en las que la mente descansa mientras te sientes como el perrillo dando saltos sin criterio, y con la lengua fuera, en medio del parque.
Así que, con suerte, puede que alguna voz te diga que ya está todo preparado y tú, volviendo a lo que debes, expiras un "dame un momento y ya estoy" pero ese momento no termina nunca.
Y ya llevas 52 años haciéndolo. Lógicamente, sea lo que sea, se ha quedado frío.
Y mi regalo, justo entre las 23:58 y las 0:05 ha sido esta super joya en directo que he grabado así de mal
Felicidades
ResponderEliminarFelicidades, sigues sembrado
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