Hay regalos necesarios y regalos prescindibles. Curiosamente es lo mismo que sucede con los deseos.
Podemos desear un coche y, como hemos aceptado erróneamente que todos andan igual, lo elegimos por si tiene una pantalla de más o menos pulgadas donde dar con el dedo. Podemos querer un ordenador y presuponer, cual imbécil argumentario estético, que si tiene luces es mejor y no un residuo visual de un prostíbulo de Pancorbo. Como si fuéramos cuervos ingenuos (remember la cancion de Krahe) los brillos nos ciegan y queremos llevarnos eso a nuestro nido.
Cuando veo a los pajes ( y las pajas, en lenguaje inclusivo) con bolsas por las calles me pregunto hasta qué punto los regalos, respuestas de los deseos de aquellos que han sido buenos, son necesarios o prescindibles. Si han comprado un carísimo purificador de ozono con ziritione o una trócola de recambio cargada de luces led. Si van a regalar un móvil de mil euros, comprado a plazos, a la niña de 13 años ( una de las cosas más tontas que se pueden hacer, aunque tengas los mil euros) o un kit masturbador certificado ( existe).
También sucede lo mismo con los deseos. Querer una energía libre de carbono y barata pero que no sea nuclear. Querer unos filetes de animales que hayan sido criados felices pero que no valgan 40€/kg. Querer una camisa o algo tecnológico que no dañe al medio ambiente y no haya empleado trabajadores en estado de semi esclavitud pero me salga económico. "Elegir es renunciar"- es una frase que adoramos en este blog.
Sin embargo hay quien aún vive evadiendo la realidad de sus deseos. Alguien que, iluso e infame al 50%, desea regalos como deseos.
Probablemente hay personas, también, necesarias y prescindibles. O contingentes. O necesarios.
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