9 de mayo de 2020

La metáfora del aro de tobillo.

Hoy una niña intentaba jugar con ese artilugio que se sujeta de un tobillo y da vueltas exigiendo saltar con la otra pierna. Lo llaman pata-pata, aro de tobillo, mete pata... 

El caso es que la niña lo ponía correctamente pero no ganaba en el juego. Miraba al artefacto esperando que hiciera algo para su gozo personal. Aquello no se movía.

Miró a su madre con cara desconsolada y un gemido de frustración. La madre estaba a lo suyo, hablando con una amiga. La niña intentó, sin moverse en absoluto o intentarlo de nuevo, captar la atención de su madre. Volvía a meter el pie en la zona del aro pero aquello no se movía. El juego estaba inerte. La niña empezó a gritar: "mamá. Se ha roto". Madre seguía a lo suyo.

La niña lo dijo más fuerte: "!Que se ha roto!. Este juguete está estropeado". El cordel con un peso en el extremo se ve que sufría un problema con la actualización de sistema o algo parecido.

Y en ese instante en que se dio cuenta que no iba a disponer de la magia materna empezó a pisarlo con rabia porque ese juguete, que estaba ahí para contentarla, no cumplía su labor. Estaba roto y ella, por supuesto, no era culpable. Así que lo juzgó y lo condenó. Le aplicó un severo correctivo.

Cuando la madre se percató de lo sucedido le preguntó "¿Qué estás haciendo?". Ante eso la niña aseguró que como el juguete estaba roto, que era malo con ella y merecía la destrucción.

Y la madre no le explicó que la mayoría de las veces no hay que esperar que algo nos haga felices de forma gratuita sino que hay que darle un impulso, ayudarle e incluso probar cien veces.

La madre recogió los pedazos y la dejó el móvil para que se callara. No me quedé a ver lo que sucede cuando no supera la pantalla del siguiente juego no si se queda sin batería.

Simplemente la niña no hizo nada y cuando no se hace nada, normalmente, no pasa nada.
Claro que si no te enseñan a hacer cosas por ti mismo, aparte de no pasarlo bien, solamente destrozas el entretenimiento.

Existen demasiados adultos que intentan jugar a algo (trabajo, amor, relaciones personales...) creyendo que está ahí para hacerles felices porque sí y en vez de preguntarse si deben de dar un pequeño impulso o intentarlo varias veces, se enfadan y destrozan lo que les rodea.

No sé si somos imbéciles porque lo somos o porque nadie se encargó de hacer el esfuerzo en enseñarnos a dejar de serlo.

Es un hecho real. La metáfora es excelente.

Me fui sonriendo por la acera. 

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