Una de las cositas maravillosas de la nueva economía que tanto nos gusta alabar es el que tenemos la falsa percepción de precios baratos. Esto sucede porque si un martes a las once de la mañana comparas el precio de un Taxi y de un Uber la balanza se inclina por el segundo y , además, te dan una botellita de agua. Quizá pasa lo mismo si vas a Amazon y a la tienda de muebles debajo de tu casa. Ese producto , supuestamente idéntico, es más barato allá que acá. Mira tú que bien, las nuevas maneras de vender han llegado para quedarse. No te cuento si hablamos de los vuelos que varían sus precios cada minuto con algoritmos locos en donde el usuario, en un alarde de intentar ser más listo que la máquina ( que es la pone las reglas del juego) espera a las cuatro de la mañana del día valle para reservar su asiento de ventanilla.
Pero da la casualidad que hay un día, con un concierto o una alarma, que el Uber se pone por las nubes porque los precios son variables. En San Francisco, donde los Taxis se han ido muriendo poco a poco, los precios no regulados multiplican por dos los precios fijos que establecían las normas previas. Es decir, que a la larga no es más barato, mis pequeños consumidores. Gol.
Así que aparece un virus que ha recorrido más paises ya que Puigdemont y nos volvemos todos locos. Se compran mascarillas y se compran mil millones de mierdas que aunque son bulos, pues me lo compro por si acaso ya que la supervivencia está sobrevalorada. Y Amazon, con sus precios variables para el interés de la economía personal... pone las mascarillas a 1000€. Con dos cojones y un palo. Se acaban los geles de manos en el mercadona y se encuentran subidas de precio del 660% en algunos productos que la histeria popular cree milagrosos. Vamos a morir todos pero algunos con una buena cuenta corriente gracias a la nueva economía de precios.
Cuando suceden situaciones nuevas es cuando conocemos las taras que nos rodean. Una es el egoismo donde Maria Teresa se va al supermercado para comprar toda el agua que encuentre por si acaso llega la apocalipsis y no sea que su vecino se lo lleve antes. Y sube el precio del agua. Otra son las miserias que hemos ido permitiendo y que con la falsa percepción de "el mejor precio" ahora te golpean en la cara con las consecuencias del libremercado sin que haya nadie que, desde la sociedad o desde los gobiernos, que pongan freno a algo que no es más que abuso. Y no será el último abuso.
Tenemos lo que hemos creado. Hemos creado monstruos.
Acabarán con él las apps de amor, y las flores de plástico.
Y sobre todo esa jodida ola de egoísmo y victimismo en el que para el humano medio su culo propio es lo único que importa, en donde la empatía desaparece con la misma falta de educación del que quiere ligarse a la viuda en el entierro y se enfada cuando le dice que no, incapaz de entender que su erección no elige el momento.
Hay quien cree que el amor es como uno de esos mensajes de móvil un sábado a la una de la mañana: salido, martilleante, obsceno y pueril. Es solamente un grito buscando tapar la soledad para no pensar en ella. Es un síntoma pero casi nunca es el amor.
Si lo tenéis, enhorabuena cabrones. Si no es así, está el mercado repleto de gente con mochilas incapaz de verse la espalda.
Pd: “Nunca amamos a nadie: amamos, solo, la idea que tenemos de alguien. Lo que amamos es un concepto nuestro, es decir, a nosotros mismos”. F. Pessoa
Existen millones de teorías que determinan que la sociedad es tremendamente permeable, que una mentira no se convierte en verdad repitiéndola mil veces pero que sí que hace un poco de poso y que ese poso, al haberlo asimilado con lo que se supone que es cierto, termina modificando algunos de los comportamientos globales.
Cuando uno de esos comportamientos se convierten en legión resulta una infamia contrariarlos y aunque en la intimidad más de uno fomenta el desvío de impuestos de grandes compañías y la explotación infantil, públicamente somos más papistas que el papa y nos rasgamos las vestiduras por las insolidaridades de los demás.
Una de las ideas que se repiten como metralletas incesantes es aquella en la que todas las mujeres son buenas, todos los hombres unos machistas en potencia y si ella se tropieza con una baldosa suelta al bajar a por el pan el problema reside en que fue un hombre quien hizo esa acera. Hay, y ahora puede venir cualquiera de la revista pikara a acuchillarme, una pasada de frenada algo excesiva en donde se ha llegado a considerar como justificadas las acciones indénticas hacia el hombre que supusieron un menosprecio social a la mujer hace un siglo. Si hay un hombre muerto en casa y una mujer con un cuchillo es, por defecto, defensa propia. Son esas cositas que explican de una manera curiosa a mono de revanchismo los desmanes del lado que fue un injusto perdedor. Matar nazis no es matar porque ellos eran muy malos.
Como la vida es la que es y de la misma forma que en los 80 las películas con niños se pusieron de moda, la industria del entretenimiento, permeable como todas si huele la carnaza de la recaudación, se apremia a encargar historias que deben, obligatoriamente, disponer de elementos acordes con la ametralladora de lo correcto. Entonces cogen Cazafantasmas y hacen ese bodrio infumable de Cazafantasmas ( la del 2016) donde una gorda, un pibón incomprendido, una tia muy lista y una loca han de salvar el mundo. En las películas de niños estaba el gordo, el guapo, el chino listo y el gracioso. Ninguna diferencia. Me imagino a un directivo exigiendo los personajes al guionista con cara de haber descubierto, él solo, el santo grial. Hace poco se estrenó Aves de Presa, con poco éxito comercial, donde Harley Quinn hace una llamada a las mujeres del mundo para apalizar, sin ningún miramiento y de una forma bellamente coreografiada, a todos los hombres que vean porque, según he leído, no hay ni uno bueno en todo el telefilm. Y eso mola porque ya sabemos que todos , absolutamente todos los hombres lo único que deseamos es violar, degradar, subyugar y violentar a las mujeres. Yo hoy aún no lo he hecho pero tengo toda la tarde.
Han pasado a juicio una demanda del ministerio de igualdad ( ese en el que no se contratan hombres y donde una de las que mandan dice cositas así) contra una cadena de gimnasios por denigrar a la mujer en su publicidad ya que va en shorts. Y, mira tú, está de puta madre ese en el que unas mujeres se relamen de gusto al ver un obrero cachas de la construcción o aquel en el que ella le baja el calzoncillo sobre una barca en un paraíso. Alguien ha denunciado a la película 1917 porque no salen mujeres ni negros. Claro está, ya sabemos que en el frente europeo de la primera guerra mundial había muchas mujeres y muchos negros ( sale uno al final llevando una camilla). "Venga"- dirá el próximo directivo- "hagamos un biopic de los beatles pero pongamos un Ringo negro, un Lennon mujer, un Harrison gordo y Paul... bueno a Paul déjale como está".
Todo esto suena tremendamente loco pero,sinceramente, es lo que es. Y es así. Podemos pensar que ese grupo de gilipolleces que nos bombardean no nos afectan pero empiezan a aparecer resultados y resulta que hay un reality donde una pandilla de poco desarrollados intelectualmente pero físicamente interesantes ponen a prueba su amor y son las mujeres las que son infieles a sus parejas mientras ellos tienen miedo a lo que puedan decir o hacer rodeados de lagartas con prima contractual si logran llevarlos a la cama. Y ellas, cuando son cuestionadas, no se sienten culpables porque los hombres han engañado mucho históricamente. A ver si ahora voy a llevar yo los cuernos por lo que le hizo mi tatarabuelo a tu tatarabuela. Quizá es el fin de las relaciones.
Con ello lo único que quiero decir es que una mentira o una exageración nos está llevando a lugares incorrectos. Muy incorrectos. Tan incorrectos como de los que veníamos. Más de una mujer empieza a decir, en privado eso sí, que se niega a ser un ultraneomachota como le piden sus contemporáneas más gritonas.
Porque la gilipollez no tiene sexo ni ideología. A ver si la igualdad va a ser la desigualdad contraria.
ACLARACION A LO ANTERIOR:
Probablemente haya algo más en todo esto y lo que yo cuento solamente de soslayo pueda resumirse en la utilización infame que hacen demasiados medios para lanzar ideas que nos hacen sentir nada culpables con nuestros actos. Hay un anuncio de Audi en el que ella, Julieta moderna, abandona a su Romeo porque le sale del coño y porque tiene todo el derecho a sentirse libre aunque le deje abandonado como un puto perro. Así que se va, blasón en mano, poniendo su culo en el asiento de su flamante auto. Y el mensaje es precisamente ese: lo único que importa es tu culo.
Ese es un mensaje que cala profundamente en esta sociedad plagada de insatisfacciones y que necesita alimentar el victimismo hasta el odio por el contrario. y ese contrario puede ser España, los hombres, los ricos, Trump, el comunismo, la pareja que no es perfecta o los ganadores de los Grammy latinos.
Quizá, solo quizá, el feminismo excesivo sea uno de esos ejemplos pero sí que es cierto que, si buscamos, hay muchos más que llegan a límites irracionales en todos y cada uno de sus casos.
El origen es el alimento del ego, del propio egoísmo y de la falta de asunción de culpa personal que hace el ciudadano medio. Si la culpa de lo que nos pasa es exclusivamente responsabilidad de otro recibo un mensaje que me calma y que me hace asociar ese producto con mi tranquilidad.
Así que te venden coches, te ponen personajes en las películas y te bombardean con tu nula responsabilidad personal para reducir al mínimo tu empatía con los demás.
Y cuando nos lo creemos, si eso, nos volvemos gilipollas.