8 de enero de 2020

¿Hay alguien brillante ahí fuera?

¿Hay alguien brillante ahí fuera?

Y tras esa pregunta suena Paris, Texas, como si fuera un sonido que lleva al vacío absoluto.

Una de las nuevas revoluciones sociales es el triunfo de lo mediocre. Quizá porque nos dan miedo los que son mejores que nosotros en todo y nos hemos empeñado en destruirlos para poder sentir que estamos por encima de la media. Podríamos buscar ejemplos. Personalmente me gusta la historia de Saab. Esta empresa se dedicaba a hacer motores de aviones y coches. En realidad sus esfuerzos eran absolutamente de calidad y se les olvidaba esa cosa tan moderna que es saber vender. Perdieron dinero 17 años seguidos y por eso estaban al borde de la muerte. Entonces llegó GM y les dieron una oportunidad. También les dieron la base del Focus y les pidieron que hicieran un coche con ello. Si no me equivoco fue el Saab 9-5 que era, de lejos,  mucho mejor que el Focus. También un poco más caro y GM, envidiosa y anormalmente altiva, les dejó morir. No podía permitir que una banda de suecos hiciera un coche mejor que el suyo.

Conozco a alguien que solamente se siente atraído por personas que son, aparentemente, más tontas que él.

Conozco, y eso es una consideración que podemos hacerla extensiva al entorno público, a quien se empeña en destruir todo lo que le supera aunque sea de una manera irracional. De ahí viene eso de que todos los ricos son unos hijos de puta ( que los habrá y también quien se lo merezca). De ahí viene aquello de pensar que si alguien triunfa en algo es porque se acostó con alguien o tiene un padrino de valor. Lo de que realmente sea válido es una opción secundaria. Se darán casos aunque no sean el de Leiva o el de Melendi, que viven tan bien como Belen Esteban sin arriesgar lo más mínimo. ¿Es arriesgar un síntoma de brillantez? Buena pregunta. Marc Parrot podría contar algo sobre eso.

Una de las cosas que nos vende el cine es el papel del brillante solitario atormentado que saca al héroe de sus problemas. No sé, Kevin Smith haciendo de Warlock en La Jungla 4. Es alguien que, como Doc en Regreso al Futuro y para los que no recuerden La Jungla 4, vive en su brillantez y en su soledad sin querer acercarse demasiado al mundo real porque sabe que le cortarán las piernas. Quizá por eso los malos suelen ser más brillantes que los buenos, porque las piernas las intentan cortar ellos o porque siempre hay un resquemos absoluto con la sociedad que no les supo valorar y a la que destruyen como si fuera esa, al estilo Skynet o Thanos, su única forma de redención.

Vivimos en un mundo en el que El dilema del Prisionero nos persigue. Ahí, en un determinado caso, en vez de ganar todos terminamos jodiendo a los demás aunque vaya en nuestra contra. Vamos, que ya que me voy a joder, me llevo por delante lo que haga falta. Nos vale para las trabas políticas y para las tramas que se dan en los trabajos donde a uno no le importa el bienestar de sus compañeros o la subsistencia de la empresa. Hagamos una huelga destructiva. Rompamos escaparates. Quememos contenedores aunque sean a los que baja la basura la abuela de nuestro vecino. No suena a actuaciones brillantes pero si alguien avisa que es una tontería, le queman a él. Si no estás de acuerdo con Pdro, eres un franquista. Si estás de acuerdo, eres de Eta.

Lo curioso de todo esto es que la brillantez se ubica en un lugar en el que se reciben bofetadas desde todos los sitios. Y si alguien es realmente brillante, se esconderá excepto si es masoquista. No hay hombres (y mujeres) del renacimiento ni grandes pensadores ahí fuera. No hay.

La brillantez es el nuevo racismo. Matemos al mejor, excepto si es futbolista.

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