28 de marzo de 2019

La maldición de la segunda edad.

Hace un par de días publiqué en alguna red social esa noticia sobre un grupo de animalistas feministas antiespecistas que denuncian las violaciones que sufren las hembras animales. Es decir, que los toros violan a las vacas porque no han dado su consentimiento explícito allá, en medio del campo. Obviamente lo consideré una razón  más por la que el mundo se va a la mierda. Y ahí lo dejé como una locura más de las que se hacen eco en los medios cuando necesitan rellenar páginas y demostrar a sus lectores que, aunque son idiotas, siempre hay alguien más loco que ellos.

Cual fue mi sorpresa cuando una muchacha supuestamente inteligente me criticó por no tener en cuenta las desigualdades de una naturaleza patriarcal y hacer apología de ello con mi link. Pensé, en un instante,cuando me había perdido. Entonces me llamó  un amigo y me dijo que se había sentido mayor en una reunión de esas modernas donde los asistentes salen a pequeños escenarios y hablan de sus inquietudes para ver si en uno de esos momentos surge la idea revolucionaria que cambiará el mundo (y sus cuentas corrientes). Me contó que, después, consideró que había partes de su locución que quizá chirriaban en oídos más jóvenes. Una criticar el ansia y la impaciencia de la juventud, incapaz de prestar atención a un videos de más de 3 minutos. Otra decir que las confrontaciones no son buenas y que casi todos, incluso los que creemos peores, también tienen sus razonamientos.Que poner en duda los razonamientos propios es el paso previo al entendimiento. Eso no les gustó- me dijo- porque lo vi en sus caras.

Una de las cosas que tiene la generación que se aproxima sospechosamente a los 50 es que ha intentado, probablemente sin conciencia , imponer sus criterios a las demás. Quisimos que nuestros padres amaran el rock&roll y ahora descubrimos que ni siquiera las grandes joyas del pop perforan la gruesa capa de piel que tienen los que se mueven entre 17 y 30 años. Es más, ahora que hemos aprendido a valorar elementos de los que nuestros padres nos hablaban, vemos como ha dejado se ser importante lo que decimos sino que lo que pasa es que lo decimos nosotros. Nuestra segunda edad vive el maleficio de aceptar algunos de sus errores y quienes vienen por detrás han aprendido a ignorarnos y retroalimentarse de sus propias cosas, mejores o peores. El mismo discurso dicho por un tipo en chandal y capucha de chamarra sin poner es más valido que el que dice alguien que podría ser su padre. No es lo mismo, pero en realidad lo es, decir que no hay que tirar las toallitas por el water que un hastag #huelgamundialplaneta , enviado por esos móviles repletos de coltan comprados en empresas multinacionales que cotizan en otro lugar y tambien venden camisas baratas (por algo será) cosidas por niños. Incluso si fuera dicho palabra por palabra. No importa qué, importa quien.Importa, incluso, el medio por el que llega. Las fake news tienen mercado porque no lo dice tu padre sino un influencer vegano. No porque lo diga alguien que ya estuvo allí, sino un  meme.

Es probable que nosotros fuéramos, allá por los 90, unos racistas de la edad. Ahora somos nosotros los discriminados y asistimos, estupefactos, a miles de aciertos y, lo que es peor, errores que cuando se los explicas (porque los errores son cíclicos) descubres que no te hacen ni caso porque tu voz es muda, machista, especista y a favor de que los toros violen a las vacas.

Y nunca dijiste eso. Ni siquiera te argumentaron nada en contra. Solo que como lo dijiste tú, ya no vale. Es la maldición de la segunda edad.

25 de marzo de 2019

Miguel , Gritar.

Que está cansado que le digan lo que debe hacer. Que cualquier desgraciado liga más que él. Que se hartó de ver incómodo e impávido que la fila de al lado siempre se mueva más rápido. Que su jefe tiene más antojos que una diva. Que viaja al Soho y él con el desalojo arriba. Que no renunciaría, pero sí le daría un par de puñetazos más el IVA. Que el tipo tiene fotos de su Lamborghini tomando Martini con la chica en bikini y eso lo irrita pero ya no lo excita ni la Dolce Vita de Fellini. Será que yo no opino igual pero esa voz no me cae tan mal. Y entonces entro a pensar: No sé, qué es lo que me hace quedar No sé, qué es lo que me estanca acá ¿Por qué siempre termino escuchando a Miguel gritar?". Que la mujer le fue infiel en la luna de miel. Que no le importa ser cruel, ni lo que opinen de él y aunque ella corra para que alguien la socorra le va a arrancar la piel y se va a ser un abrigo de zorra. Que no es un identikit de Brad Pitt. Que nunca vio a Limp Bizkit ni a Aerosmith. Que es como un hobbit, o Roger Rabbit. Que todo le da déficit y nada superávit. Que ni un rayo ilumina su vida anodina Que conoció gallos que resultaron gallinas Que va a cortar la mala racha con un hacha y que no agacha la cabeza ante ninguna cretina. Será que yo no opino igual pero esa voz no me cae tan mal Y entonces entro a pensar; " No sé, qué es lo que me hace quedar No sé, qué es lo que me estanca acá ¿Por qué siempre termino escuchando a Miguel gritar?" No entiendo qué pasa Trabajo como un burro y no puedo comprarme casa y nada me asombra y estoy tan tranquilo como una bomba. La vida me dio a boca de jarro. Siempre fui el último orejón del tarro. No doy mas una mano. Este mundo no está sano. No aguanto ni un minuto mas. Que se siente como en coma en un CTI, como el reo más buscado por el FBI,como el deudor más pertinaz del FMI, como el producto más bruto del PBI. Que quedó inmóvil con lo de Chernobyl. Que logró ver al Papa en el Papamóvil. Que jamás vio luz al final del túnel Y no encontró paz ni buscándola en Google. Que ya no quiere vivir. Que está dentro del rango de la hora de partir Que está en el fango y como en el tango, Ni el tiro del final le va a salir. No sé, qué es lo que me hace quedar No sé, qué es lo que me estanca acá ¿Por qué siempre termino escuchando a Miguel gritar? Escuchando a Miguel gritar Escuchando a Miguel gritar

16 de marzo de 2019

Gente de conciertos

En un concierto hay gente variada.

Está el fan, el que se sabe las canciones. El que las grita. El que pide una rareza que fue cara B de un single en 1985 y no se la dan. Sin embargo es feliz porque está ahí como una especie de recompensa no entendida a años de dedicación, a mil momentos en los que consiguió que su cerebro fuera un paso más allá de la realidad gracias a una confraternización mágica con aquel grupo.

Está el que se queda quieto cerrando los ojos mientras le tiembla el cuerpo con los bajos. Degustando los sonidos poco a poco sabiendo que es un placer efímero y personal.

Están los que van en grupo y sólo gritan en los hits mientras creen que todo aquello que para ellos es irrelevante también lo es para los de las filas de delante. Hablan. Hacen chistes. Creen, en una lógica de consumidor, que han pagado para pasarlo de la manera que hayan considerado oportuno. He visto a grupos haciendo botellón sentados en  medio de un concierto.

También están los que van a cualquier cosa que tenga pinta de concierto sin importarles si toca mi prima o es la nueva última gira de los Rolling Stones. Necesitan alimentar un ego cultural desaprensivo incapaz de filtrar nada. Eso sí, sin haber oído ni una sola canción antes o después jurarán que saben más que nadie porque estuvieron allí, que es algo parecido a decir que has trabajado porque te sentaste en la silla unas cuantas horas.

En la vida existen esos cuatro tipos. El que se emociona con las recompensas. El que mira al horizonte o huele, despacio, el cuello de su amante. Quien cree que todo está para servirle y,  por supuesto, al que no sabe porque está pero está  siempre, aunque no tenga ni idea de lo que le gusta. El último va con el viento de las modas.

Y los nuevos conciertos se programan pensando en la cantidad de unos u otros, no en la calidad de la música.

La vida es un concierto.

13 de marzo de 2019

La politica que se separa y la adolescencia cabrona.

Uno de los dramas entre mis amigos sucede cuando sus hijos deciden volar del nido, pero nunca gratis. Se llevan la play, las  bragas, su colcha favorita, el coche  si es  que lo tienen, el ordenador y la tele de su cuarto. Y luego van a casa a comer o llevan la ropa  para que  se la laven. Es  una forma  moderna  de emancipación que, si la  familia lo permite y es  de mutuo acuerdo, pues estupendo. ¿Egoista? Si. Pero hay un  acuerdo, se  cumple.

A veces no es así. A veces un adolescente se jacta delante de sus amigos lo importante que es para sus padres y cómo ellos han de ser sus esclavos ya que tuvieron la idea de tenerle y él, precisamente él, no lo pidió. No es la primera noticia de ese estilo en los últimos meses. Tampoco la del padre harto de los abusos de sus hijos o la del padre de Mallorca que pidió al juez que le quitaran la patria potestad. No es lo normal porque si bien cuando en los años 70 llegabas a casa diciendo que el profesor te había pegado, te ganabas otra hostia. Ahora denuncian al colegio por acoso, a facebook, instagram, al profesor y llevan al niño a un psicólogo infantil porque juran que tiene un TDH. Una pena, pero una pena moderna. Hay que proteger a la infancia dicen algunos como si nuestros padres no nos quisieran en los  70. Hay que proteger,  si. Pero no hacer el canelo.

La salida del Reino Unido de la UE es algo similar. "Oye, que me quiero ir".  Pues vale. "Me vas a limpiar la ropa, me quedo el collar de perlas de la abuela, los chalets de Mallorca, Gibraltar, las subvenciones, dos huevos duros y quiero que a los británicos le limpien los pies gratis en Valdemorillo". - "Hombre, eso va a ser que no. Mira, vamos a ver si llegamos aun acuerdo". Entonces se van  con el acuerdo a la cámara de los lores esa y dicen que no les parece bien, que quieren más. Que quieren todo lo que tenían y un poco más. Joder, pero si te vas. Si te vas es tu jodido problema. "¿Pero nos queremos ir de verdad?"- se preguntan. "Si, pero que nos den lo que es nuestro". Ese es un concepto muy curioso.  "Lo nuestro". "Lo mio". Si tus bragas te las ha comprado tu madre serán de tu madre aunque te las pongas tú. Nunca fue tu cuarto  ni tu playstation. Las operaciones economicas de la UE se hacían en la city pero si no estas en la UE , te jodes. Oye, que es lo que hay. Sopas y sorber, que decía mi abuela. Irse es irse y los calcetines, te los zurces tú. Soy de la opinión aquella  en la que uno es libre de decidir su futuro pero si lo decide, que se joda. Vivir en el paraíso idílico de una moderna reinvención neovictoriana sin el lastre de los tediosos europeos que roban al imperio británico mola hasta que la libra cae un 20% de su valor, los productos son más caros porque vienen  del continente y se descubre que sin esos vagos inmigrantes ya no queda nadie para servir fish&chips a las tres de la mañana en W2.

Una cosa admiro de Theresa May: que si el pueblo dice que se van, pues se van por  sus ovarios.
Una sorpresa me produce el parlamento británico: que nada les satisface como a mi sobrina cuando dice que se va y que quiere lo suyo, incluyendo a la señora de la limpieza y la línea de móvil pagada.

Si te vas, te vas. Pero con todas las consecuencias y las incomodidades que tiene la carísima autosuficiencia. No se puede pedir y pedir, como un niño mal criado. Págame las carreteras, las pensiones, hazme un hueco para comer y limpia mi ropa sucia. Nadie piensa, antes de independizarse,  que el responsable de los dolores ya no es el otro, sino uno mismo. Y que no es perfecto sino una minicopia de aquello de lo que ha escapado.

Si te vas, que te vaya bien y a tomar por culo.

"Si me violan a las tres de la mañana"- decía una que yo me sé cuando no le daban más dinero para el taxi- "será tu culpa". No, guapa. Será tuya. 

La política que se separa y la adolescencia cabrona tienen demasiadas similitudes.



(Espero que con el rabillo del ojo más de un independentista europeo aprenda de UK, que es mucho más fuerte que Cataluña, los Flamencos, los de la liga Norte y los Euskaldunes juntos)

6 de marzo de 2019

A, B, C y la necesidad de superioridad moral. Debate, charleta y periodismo moderno.

La ley de Godwin establece que las conversaciones, cuando hay un enconamiento feroz, terminan citando a Hitler con mucha facilidad. No es un "y tu  más" ni un "pues ahora me quedo sin respirar", pero se parece.

Bien. La modernidad y nos ha dado variantes de gran interés. En España somos mucho de nombrar a Franco. "No me gusta el rey porque lo nombró Franco". Ala, ahí te quedas. Luego otro puede hablar de los embalses y ya tenemos a dos sordos. Lo que viene ahora es esa parte de la conversación, que sí bien es cierto que nunca se centra en el tema sino en partes externas, en la que alguno de los que están en ella (o los dos) hacen una de estas dos cosas:

A) Hablar de sus títulos o componentes personales imposibles en el otro.
  "a mí me lo vas a decir, que soy tornero fresador"
  "no sabes lo que es porque yo soy mujer y tú no"
  "qué fácil es decir eso para vosotros, los que no tenéis hijos"

B) Ir a momentos del pasado del otro.
  "no hables tú, que eras amigo de Pepe el pederasta"
  "el gobierno de España, que fue el de Franco, también robaba a los catalanes"

C) El victimismo
  "eso pasa porque soy (mujer, catalán, soriano, gay, inmigrante, menor, jubilado, bajito...)
  

Así que ahora tengo puesta una alarma para las personas, los debates  y aquellos medios de comunicación que necesitan vivir en la demostración de superioridad moral sobre sus adversarios. (Desde laSexta, el Risto e incluso los debates de 13tv). Esa alarma suena cuando alguno de los puntos A, B y C, suceden. Suena muchas veces desde aquel día en el que el periodismo dejó de contar lo que pasa para hacer juicios de valor como si estuvieran en un púlpito dando razones a sus feligreses. Suena, casi de continuo, en periodo electoral. Suena intensamente al abrir facebook, pasear por twitter e incluso en la cola del banco o de la pescadería. Y suena porque parece que aquí todos somos expertos en todo y si no lo somos lo más importante es alejarse del tema  y joder al adversario que ya es el enemigo.

Parece que si alguien no grita no existe, que lo que importa es despellejar al otro por cualquier lado. Saca la guerra de irak o las fotos de Pablo con terroristas condenados. Saca que tienes un máster en economía para darle razón a Rodrigo cuando lo de Bankia. Saca que eres profesor universitario para evitar aceptar que eres gilipollas porque hay gilipollas en todos los sitios. O que sabes hablar polaco. Cualquier cosa menos ir al tema cuando el tema se descontrola. Y me da igual. Básicamente consiste en despreciar al otro para que cualquier cosa que digas tu tenga que ser la verdad.

Y eso es trampa.

Pero son trampas aceptadas.
Cuidado,  que vienen meses llenos de A, de B y de C, de superioridad moral y de miseria. Es, tal y como he empezado, imponer tu ideología a cualquier precio. Vamos, como Hitler.

Te recuerdo que Hitler no fumaba.




Pd: se me ha olvidado eso de escoger una frase del otro fuera de contexto y culparle de los males del planeta. (Yo que sé. "¿Has dicho "EL trabajador"?, ¿pero es que una mujer no puede trabajar?. Eres un machista"). Lo he de poner en la D