En el experimento de la cárcel de Standford se demostró, de una manera salvaje, que cuando a alguien se le mete en un rol tiende a exagerar el mismo hasta límites insospechados. El que era colocado en el puesto de carcelero se volvió un tipo capaz de aporrear a los presos sin piedad (con la excusa perfecta de que es que recibe órdenes, como en el experimento Milgram) y , lo que es peor, los presos asumen como una norma que les traten como basura.
Cada uno, en definitiva, deja de comportarse como es para comportarse como se supone que se comporta alguien que está en su lugar. Cada uno se vuelve un arquetipo.
Una de las cosas más miserables que tiene la sociedad moderna, publicitariamente aburrida en la que cada debe hacer uso de su propia libertad (presuponiendo que todos y cada uno tenemos un criterio personal claro y propio), es que aunque se nos llena la bocaza con lo de la libertad resulta que al final nos encanta sentirnos al abrigo del arquetipo de aquello a lo que queremos pertenecer. Aquí todos somos de izquierdas hasta que se trata de no pagar por lo que queremos consumir. Aquí siempre el problema es de los demás y ninguno de los otros hace las cosas bien. Y, sobre todo, nos metemos en papeles que os encantan y en los que buscamos, como un independentista catalán, un enemigo común culpable de los granos que nos salen en el culo para no aceptar nuestra responsabilidad personal absolutamente en nada. Eric fromm decía que el ser humano necesita de una figura superior siempre. De un Dios, un jefe o un padre. Bien. El ser humano moderno necesita de un enemigo, de alguien a quien responsabilizar de sus miserias para no hacerse responsable de ellas. ¿De quien es culpa la crisis? De los banqueros, de los políticos o del sistema imperialista yanki, aleman o chino. No es culpa tuya, soberano imbécil, que te compraste dos chalet firmando una hipoteca que no podías pagar. No te ascienden porque eres mujer o porque eres gordo sin caer en la cuenta que el último mes has faltado diez días al trabajo por asuntos propios y lo que pasa es que tenías resaca. Joder, es mucho más sencillo meterse en el papel de preso con forma de junco sometido a los vientos de los carceleros imperialistas. El sistema, que ya es un ente abstracto subyugador, es el que castiga a los hombres justos como yo. Si te crees comunista es el capitalismo, si eres mujer el heteropatriarcado, si eres empresario los culpables son los vagos y si te crees ideológicamente amigo de la Pasionaria todo lo malo es de los herederos de Franco que se juntan en las catacumbas por las noches para reprender a las buenas personas como tú.
Y, por supuesto, cualquier cosa que diga alguien que ubicaste en el lado del enemigo es mentira. Pablo Casado (peligroso personaje) no dirá una sola cosa en la que darle la razón, aunque sea el color blanco del caballo blanco de Santiago. Pablo Iglesias (otro peligro) solamente buscará una hipoteca más barata para el chalet. Torra quedarse con el dinero del tren a Extremadura y Prdo un espejo más grande donde verse por las mañanas mientras ensaya las poses en las que repite (con su mujer como logopeda) que el presidente, es él.
Vivimos en Standford y no os estáis dando cuenta. Lo curioso es que entre carceleros o presos la mayoría parece que elige ser preso y hace lo posible por no dejar de serlo. La queja, sin ningún argumento que de una posibilidad de resolución inteligente, es no querer solucionar nada. Matar a los hombres para solucionar el problema de las mujeres. Jubilarse a los 50 con 2000€ al mes para siempre. Que todos seamos ricos y el sexo siempre sea de altísima calidad. Estar en forma sin cuidar el cuerpo. Las proclamas en las manifestaciones son bromas de mal gusto, en gran parte, para la inteligencia humana que ve de soslayo la realidad.
Y así vivimos: Presos de nuestros propios personajes buenos en un mundo de malvados.
Es un mundo de ciencia ficción. Un experimento que, como el de Standford, salió mal. Muy mal.
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