14 de febrero de 2019

San Valentín en los tiempos de las apps.

(De un relato.Literatura)


Hay componentes del mundo que están desapareciendo de una manera galopante. El contacto humano es uno de los primeros. Los supermercados y los bazares son una forma de ir de compras sin  la necesidad de hablar con nadie. Pero tienen el problema del contacto visual al menos a la hora de pagar. Cuando llegó internet se podía comprar sentado en el wáter. No es la logística ni la amplitud de gama. Es la posibilidad de llevar a cabo el proceso sin tener que interactuar con ninguna persona. Como es lógico eso llegó al mundo de la seducción. Una foto que pueda ser más o menos intrigante y que nadie sabe en realidad si eres tú. Esperar.  Hacer un match. Hablar y hablar. No hace falta peinarse, quitarse los pelos de las piernas o esos tan rebeldes que salen por los agujeros de la nariz. Se puede conquistar a otra persona sentado en el wáter y sin decir ni una sola palabra. No hace falta ser alto, guapo o incluso listo. Hay que ser ocurrente y algunos copian y pegan frases sólo con la intención de continuar el juego. Verse, hablarse, mirarse e incluso dudar con el tono de voz son demasiados elementos como para no fracasar en alguno. Hay quien ha pasado más de una noche en vela contando cosas y descubriendo enfoques de su cuerpo y de un cuerpo ajeno que si bien no suple a la verdad entusiasma a distancia. Hay relaciones eternas que no han intercambiado una mirada. Hay sexo sin poder olerse complementando las noches con instantáneas que adivinan las formas que imaginamos. La falta de datos o el control de los mismos nos puede hacer creer que hemos encontrado una perfección sólo y exclusivamente porque la otra persona es consciente de sus puntos débiles y esos, justamente esos, no se mandan por whatsapp. Incluso whatsapp es demasiado íntimo y pasar de una aplicación de contactos ahí ya es casi como subir a casa a tomar una copa. 


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