6 de enero de 2019

Envoltorios.

Tenemos la fea costumbre de asociar los regalos a los envoltorios, las calidades a las marcas, la presuposición a la verdad y nos adelantamos, absurdos, a los resultados como tontos. Creemos saber lo que queremos pero nunca o casi nunca lo sabemos enmarcar en los parametros de lo real. "Una chuleta a la plancha cubierta de oro" visto desde fuera es una tremenda gilipollez. Aquellos que describen un producto con el nombre de la marca desprecian la utilidad con dosis de carísimo ego. En realidad los regalos de verdad son esos que aparecen sin darnos cuenta. Son los amigos con los que se queda de vez en cuando y , con el paso del tiempo, se convierten en costumbres reconfortantes que son parte de nosotros mismos. No existe, excepto en las películas, un amor con flechazo que se queda para siempre con plenitud extrema sino que esa persona se vuelve el refugio recíproco del que ya no queremos salir y a partir del cual , casi sin percatarnos, hemos empezado a construir. Los niños juegan con las cajas pero luego les enseñamos a ser adultos y aprenden a diferenciar las marcas como si aquello, maquillaje mental, fuera un determinante de la satisfacción. A mi me gustan los Lamborghini pero he de reconocer que fui muy feliz con un Polo al que le costaba mucho que entrase la tercera marcha. Si me dedico a esperar a que llegue el deportivo lo más probable es que no conduzca a ningún lado jamás.

He aprendido a bajar mis sueños a la tierra, a ser posible a un lugar donde pueda alcanzarlos con las manos. Eso no quita que un día de reyes, como hoy, no tenga ilusiones: teletransportarme. Un Aston Martin Db11. Que vuelva todo lo que perdí o que aprenda a no echarlo de menos todas las veces.

Mi regalo de reyes es desayunar y volver a la cama. Se me ocurren muchas opciones mejores o complementarias, por supuesto, pero es lo que hay. Y no queda más remedio que ser aceptablemente feliz con ello. Es como jugar con las cartas que te tocan aunque no sean las mejores cartas del mundo pero, en realidad, estás en el juego.

El 60% de nuestros dramas son responsabilidad nuestra. El 20% es culpa de la importancia que le damos a los envoltorios. Visto así, por mucho que un regalo bien envuelto es más emocionante, debería de ser más fácil.

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