Hay grandes acontecimientos que se nutren de las grandes campañas de comunicación y hay pequeñas fiestas locales a las que los autóctonos de los pueblos emigran. Se basan en un amor incondicional por sentir algo parecido al olor del hogar cuando se entra en casa de la madre. Las primeras son efímeras si las comparamos con el devenir de los tiempos y las segundas, curiosamente, son eternas.
Vivimos tiempos extraños en los que lo que no aparece en grandes titulares no existe. Hace muchos años, antes incluso del 19 de agosto de 1978, a los juguetes se les ponía una pegatina que decía “anunciado en televisión” para confirmar que era de verdad porque si no era así no existía. Hoy en día no ser Trending Topic es lo mismo que no salir en televisión y, sin embargo, hay un mundo real mucho más allá y por supuesto mucho más acá.
Me dijo una vez que estaba en las fiestas de Bilbao vestida con unos vaqueros justos que hacían aún más flamencas sus largas piernas finalizadas en dos playeras cómodas. Que pasó riendo y acompañada de sus amigas junto a un grupo de chicos y que uno, alto y seguro de sí mismo, le dijo que se iba a casar con ella. Son esas cosas que se dicen, normalmente, fruto del alcohol y de la exaltación de la amistad. Me lo dijo unos minutos después de haberme contado lo duro que es un divorcio pero sin dejar de brillar recordando uno de esos momentos en los que parece que algunos sueños tienen un periodo de tiempo en el que se hacen verdad. De esa verdad que a veces se puede tocar y que termina con un piso comprado a medias aunque después haya problemas para dividir la televisión en dos. En este caso se la quedó él pero ella se llevó una mesa de salón de aquellas que se van abriendo hasta convertirlas en infinitas. Creo que la iba a pintar de blanco.
La mentira y la verdad tienen mucho que ver con la posición del individuo en medio del entorno que le rodea. La modernidad tiende a hacernos espectadores de espectáculos imposibles y nos hace creer que somos una parte si es que, en los momentos seleccionados, se grita o se aplaude como un palmero contratado. Hay quien se siente parte de su equipo de fútbol sin haber pateado un balón jamás. Hay quien, sin embargo, prepara durante un año la procesión o el disfraz de carnaval. Hay quien se pasa toda la vida, en ciclos de once meses, buscando la forma de hacer Aste Nagusia, que es el momento en el que huele a tortilla, pólvora y casa, una extensión del hogar.
Ella es delgada. Mucho. Hay mujeres delgadas que llevan la piel blanca como un resplandor pero ella dispone de la virtud de estar morena la mayor parte del año y tiene, en todos los momentos de intimidad, una línea que señala al final de la espalda la claridad de lo privado. Siempre ha soñado con vivir en Italia y en una de esas casas que, al coger una curva cerrada en alguna carretera perdida, hacen que el conductor se pregunte si hay alguien viviendo en aquel lugar colgado sobre el mar. Se separó, como me dijo. Y lloró. Es una mujer emotiva, cerebral y de extremos. Parece un oximorón porque va de un lado a otro como si fueran lugares contrapuestos dentro de la misma frase. Salta en los conciertos. Grita. Bebe para socializarse y hay veces que la socialización acaba con ella en un sofá, muerta porque su anguloso cuerpecillo ha dicho basta. Y se despierta con sed y ganas de cariño. A veces piensa comprarse un gato porque no requiere los cuidados de un perro. Las mascotas han de ser a juego con la actividad personal. Yo soy de perros grandes y ella de gatos independientes con arena que sepan usar de una forma elegante. “Un gato”- me dijo- “no te hace perder un concierto para ir a sacarlo”. Yo pregunté qué tipo de concierto y me dijo que daba igual porque la música es música. Si te gusta la atiendes y si no te gusta tienes a tus amigos para pasar el momento. La excusa es el concierto pero la verdad, el disfrute y lo que hace especial ese instante es la amistad. “Sin amistad dejan de tener sentido muchas otras cosas”
“Hay que salir más, bailar más, viajar más y follar más”- repitió como un mantra mientras se ajustaba un sombrero de paja que tenía forma de ser del west end y dirigió sus zapatillas de deporte en la dirección de la fiesta. Estoy seguro que tiene miedo muchas veces a lo largo del día pero no se le nota.
Llegó como quien llega con energía. Una sonrisa y esos ojos abiertos en forma de cuencos dispuestos a contener lo que suceda. Ya habían sacado una ronda de cerveza que van pasando poco a poco para beber en tragos cortos o largos, compartidos. No hay planificación. El concierto que sea, después de ver los fuegos artificiales. Esperar a ver si la casualidad, como una teoría del caos controlada, alberga sorpresas en su interior. A diferencia del gato de Schrodinger se puede afirmar que el minino de la casualidad, en fiestas, siempre está vivo. Igual que el gato doméstico, no hace falta sacarlo.
Se pasan la bebida. Cuentan anécdotas con o sin gracia. Mueven los pies al ritmo de canciones que conocen. Miran de reojo los pequeños ríos de gente que va y viene, metidos en un oasis que se crea desde el ayuntamiento hasta detrás del teatro Arriaga. De ahí hasta la estatua de Don Diego. Astérix en lo alto de un mecanotubo, Groucho mirando desde otro. La decoración de las txosnak acompaña el decorado como el sol al verano de Agosto. El pájaro de Txori Barrote o las mil y unas caricaturas de los políticos que por una razón u otra están de moda. La moda no entiende de gusto ni de virtudes morales. La monarquía y algún cristo crucificado como si no hubiera un límite en la libertad de crítica o de sarcasmo. “La diferencia en ironía y sarcasmo es que”- dice a sus amigos- “la ironía hace burla contando lo contrario de lo que se quiere decir. El sarcasmo directamente hace sangre con la situación”
-Ironia: me ha gustado tanto recibir la nómina este mes que estoy deseando que llegue el mes que viene- dice un amigo
-Sarcasmo: me siento tan miserable con esta nómina que es casi como si se hubiera acabado.- responde otro.
Se ríen. Las ocurrencias son recursos maravillosos para las reuniones de amigos. De repente, como un fallo eléctrico, las luces se apagan y la música termina. Hay un ruido instantáneo de voces que se aplaca de golpe porque el ser humano es mucho más lento que la velocidad de la luz. Llega un silencio global que da paso a un pequeño murmullo y se ven las miradas oteando para saber si hay alguna respuesta a lo que ha pasado. Simplemente es un corte de luz. Sin embargo la vista va a sus teléfonos, que se han apagado completamente. No es una falta de cobertura sino algo parecido a aquello que leyeron una vez: el efecto en los dispositivos electrónicos de las tormentas solares. La energía vuelve pero los teléfonos no. Tampoco pasa nada. Lo que sucede en fiestas, se queda en fiestas. Es nuestro Las Vegas sin casinos. Ya se arreglará mañana. Es un problema general así que no es tan dramático estar sin móvil. Que sea el de uno solo puede parecer pero sólo por eso de los agravios comparativos. ¡Cuántas cosas hicimos de adolescentes por no ser el único que no!
Vuelve a sonar la música. Vuelven las conversaciones.
Detrás se les acerca alguien. Bajito. Fumando, porque fumar en la calle aún no es delito.
-¿Quieren ustedes saber qué es ironia?- les dice mientras se hace un hueco en el grupo- ironía es cuando una mujer me dijo, al preguntar el motivo por el que había tenido veinte hijos en su matrimonio, que era porque amaba mucho a su marido. Yo le dije que a mí me gusta mucho mi puro pero de vez en cuando me lo saco de la boca.
La realidad es que aquello era ironía en estado puro pero se quedaron callados porque el mismísimo Groucho Marx quienes les hablaba con su levita, su bigote, las gafas de intelectual despistado, el pelo levantado y por supuesto, su puro.
Mientras los amigos entran y salen de su asombro poco a poco ella levanta la cabeza. Otea, que es mirar a lo lejos como quien está en lo alto de una muralla. Descubre que hay remolinos de personas alrededor de personajes. En el centro de uno está la caricatura hecha persona del antiguo alcalde, Iñaki, como si fuera uno más hablando del orden de las fiestas y la necesidad de tener una ciudad más limpia y preparada para el futuro. En otro está el sol de Eguzkizaleak, la txosna ecologista, dando luz y calor de manera sostenible con unas pequeñas patitas y una cara amigable y sonriente. A lo lejos hay un revuelo con un cristo bajado de la cruz, corona de espinas, trapo alrededor de la cintura y llagas en el costado. Está el rey, alto y con voz lánguida. Hay incluso algunos políticos corruptos despistados, un par de jugadores del Atlhetic y por el puente de Arenal, acompañado de Astérix, baja Don Diego con su cota de malla espada en ristre, con cara de querer poner orden en ésta que es su noble villa de Bilbao. La decoración festiva se ha vuelto real casi como si fuera un pasacalles improvisado.
Ella decide acercarse a Groucho y llevarle. Va recogiendo personajes por el camino. Se lleva a Marijaia también, que es una gran mujer que no puede bajar los brazos jamás, quizá por algún tipo de lesión de hombro. Gargantúa también ,que no puede cerrar la boca y por eso no hay ninguna figura femenina que le acompañe: porque ronca mucho por las noches. Al final les mete en el Arriaga, arriba de las escaleras de entrada, justo debajo del balcón desde el que se da el pregón.
En la plaza, curioseando sobre lo que sucede, se acumula la gente esperando que ocurra algo.
Groucho está intentando convencer a Jesucristo de que no existe con razonamientos absolutamente certeros.
Dos políticos corruptos intentan edificar un complejo vacacional en la aldea gala que resiste al invasor romano.
Iñaki Azkuna conversa amablemente con Don Diego sobre la expansión internacional de la villa. Rajoy cecea, Pedro Sánchez sonríe, Albert negocia con Urkullu, el yin y el yang de la euskaldunización, sobre algo de cupos o de cupones.
El pájaro de Txori barrote está picoteando en los marcos carísimos que completan los cuadros del interior de Arriaga. El Sol de Eguskizaleak intenta no quemar la moqueta. Los jugadores de Athletic ya se han hecho una portería con dos sillas. Iribar hace de portero. A Cristiano Ronaldo le han puesto de recogepelotas, para que se joda.
-¡Silencio!- les grita hasta que se callan- A ver si nos ponemos de acuerdo.
Ella sabe, aunque no lo parezca, establecer un punto de autoridad. Es curioso que cuanto más frágil parece una persona es más sorprendente que tenga los arrestos necesarios para imponerse. Los tiene todos si se empeña. En realidad si se empeña lo puede casi todo. Sabe ser determinante cuando es necesario y ésta es una de esas ocasiones.
-No tengo ni idea de cómo habéis aparecido aquí pero el caso es que estáis aquí. Vamos a poner un poco de orden. Figuras históricas a la izquierda. Figuras locales, estatales o deportivas a la derecha. Figuras, digámoslo, mitológicas, en el centro. Vamos a ver, por ejemplo: Jesucristo, Don diego, Karl y Groucho Marx a la izquierda. Gargantúa, Mariajaia, Txori Barrote, Eguski, en el centro. Políticos varios a la derecha. Los deportistas también.
-Yo no quiero ir a la derecha- dice Pablo iglesias
-¡Tú vas donde te diga yo!- le responde. Y él baja la cabeza caminando a su rincón. -¡Y tú, Cristiano, a la derecha!
-Pero si soy una estrella mundial dice intentando ser histórico.
-¿Voy a tener que partirte una pierna?- Y se va, mascullando que es una injusticia, al rincón del deporte.
-Vale, ya estáis- dice cuando por fin les ha ubicado. Ahora los corruptos me sobráis. Todos los que estén aquí, en una fama mal ganada, por ser unos mangantes, que se vayan a las escaleras a esperar. Para los demás: son las 22:15. A las 22:45 empiezan los fuegos así que lo que haya que hacer tendrá que ser antes de esa hora. La gente se está acumulando en la plaza y tenemos el balcón justo aquí delante. Lo que vamos a hacer es salir y saludar. Decir unas palabras y conseguir que la fiesta sea, un año más, algo excepcional aunque con vosotros aquí ya no sé qué más se puede pedir. Tenemos que decidir quién es el que habla.
Dos políticos catalanes proponen hacer un referéndum vinculante entre los que estén dentro del recinto festivo. Rajoy se opone. Empiezan a discutir sobre lo que es o no la democracia. -La política- le dice Groucho a Karl- es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar los remedios equivocados.
Marijaia dice que ella no quiere hablar porque luego siempre la queman. Gargantúa no puede. Jesucristo dice que le parece muy bien que la gente salga y se divierta pero que no le parece muy conveniente alentar cierta deriva moral implícita desde su posición. Don Diego está entretenido en las escaleras. Un político le ha propuesto un negocio ilegal y en aras de la manera de aplicar justicia al estilo de la edad media se ha puesto a cortar cabezas de corruptos como quien parte jamones. La corrupción se solucionaba sin causas judiciales entonces.
Le miran a Iñaki. Pone cara de circunstancia pero coge el camino al balcón. Lo abre. Abajo una multitud le mira y le aplaude. A su alrededor van saliendo los demás. Lleva su pelo engominado, las gafas con el cristal al aire sujeto por dos doradas piezas de metal. Ese bigote canoso y una corbata azul Bilbao que destaca sobre la camisa blanca y junto a una chaqueta de dos botones que se ajusta, pañuelo perfecto en el bolsillo superior.
-Señoras y señores- empieza- Bilbaínos y bilbaínas. Turistas de aquí y de allá. Esto es Bilbao.
La gente aclama como cuando se nombra la ciudad en un gran concierto, como si todo englobara a cada uno de los que están en la calle. Él mira alrededor.
-Pero también es todo esto: Historia, ironía, política, el Athletic. Mitología, tradiciones. Aquí, conmigo, lo tengo todo y todo esto sois vosotros. Sois Asterix, Iribar, Jesucristo bendito- dice poniendo cara de pecador liviano delante del mismo Dios que hace como si le perdonarse de forma inmediata.- En realidad no sé lo que hacemos aquí porque la fiesta siempre debería de ser la fiesta pero de vez en cuando hay que recordar lo que somos y lo que tenemos, lo que hicimos y lo que nos compone porque esa es la mejor manera de saber hacia dónde queremos ir. Todos estos que están aquí conmigo –y da un pequeño paso atrás para que se les vea bien y bien apelotonados en el balcón y en los balcones adyacentes que han ido llenando- sois vosotros. Tenéis la parte que os gusta y la que no pero también es vuestra. Bilbao es así. Sin una parte no tiene sentido la otra. No podemos tener al Athletic sin Cristiano –y Cristiano al verse señalado intenta hacer su grito que es acallado por la multitud- y tampoco sería lo mismo sin el rey –al que le cuesta pasar desapercibido pero se queda callado ante algunos abucheos- o políticos como yo –señalando a los que van al Congreso.- También somos historia – dice buscando a Don Diego, que aparece con la espada manchada- y somos parte del mundo. Lo único que os puedo decir es que Bilbao lo es todo y que Bilbao es respeto, sobre todo, por el que no piensa igual que nosotros. Si no fuera así no estaríamos aquí ninguno o no seríamos, como podéis ver, tan diferentes y tan parte de una misma fiesta, que es la vuestra.
-¡Bilbaínos!- grita. La gente responde con otro grito mayor.
-¡Viva Aste Nagusia!-y ¡Viva! Se oye en toda la ciudad.
-¡Gora Aste Nagusia!- y ¡gora! Retumba.
En ese momento la ciudad se vuelve a oscurecer. Desde el parque Etxeberria sale un cohete que explota encima de todos. Una lluvia de purpurina cae incesante sobre Bilbao iluminando las caras y poblándolo todo. El cielo tiene millones de pequeñas luces que caen como copos sobre las personas y que caen también en los balcones del teatro donde todos saltan y sonríen. La purpurina, al caer sobre los que aparecieron, les va difuminando como un fundido a negro. A los de aquí y a los de allá. A los que te gustan y a los que no. A todos los que son una parte de la semana de nueve días que siempre es tan mágica como se recuerda.
Al cabo de un momento en el balcón sólo queda purpurina.
Ella sale por la puerta de atrás del Arriaga como si no fuera protagonista. Los teléfonos vuelven a funcionar y los fuegos artificiales van pasando de traca en traca. Lo único que queda son los restos de purpurina sobre la ropa y en la base del cuello de todos los que estuvieron ahí. Don diego vuelve a su estatua, otros a sus grandes caricaturas.
Cuando ella reencuentra a sus amigos, porque sin amistad nada es posible, y ellos le preguntan qué es lo que ha pasado cuando todos estaban juntos antes de salir al balcón sólo les dice que lo que pasa en fiestas…
-Se queda en fiestas- responden los demás.
Ella es delgada. Mucho. Siempre vuelve a fiestas. A veces se casa. A veces se divorcia. A veces tiene que poner orden entre todo lo que compone la vida de Bilbao y la suya misma. Le gusta ser así porque sabe, aunque es cerebral como una ciudad del norte llamada Bilbao, que todo es magia. Eso es su oximorón.
Todo el que tiene purpurina ha estado bajo la misma magia.
No hace falta marketing enorme ni ser trending topic en ningún sitio. Sólo hay que estar.
Pd: -Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros.- dijo Groucho. –Bilbao sólo hay uno- le respondió Jesucristo.