Viene una tormenta. Se llama Hugo. Va a acabar con todos. Y todos sabemos, en nuestro interior, que es una tormenta más. Ya se sabe: frío, lluvia, película y manta. Cae cerca de Semana Santa pero si llueve los que no nos vamos de vacaciones a Punta Cana (que es un lugar al que no iría sin drogarme jamás, por lo de irrisorio del destino) sentiremos esa extraña satisfacción de creer que los que se han ido por ahí están corriendo bajo los rayos y que, con suerte, les alcanzará alguno. La realidad es que los pobres disfrutamos mucho con el mal de los que son más afortunados que nosotros.
Ya no hay tormentas sin nombre, escándalos sin titular casi apocalíptico.
La caída en desgracia magnánima del último político. El crimen trascendental del titular del próximo periódico. Cuando Nieves Herrero vio truncada su profesión por hacer amarillismo con las niñas de Alcacer no sabía que aquello era un jardín de infancia con lo que se hace desde los informativos cada día justo ahora 25 años después.
Todos, absolutamente todos los días sale una encuesta a pie de calle con alguien que dice que jamás había vivido algo tan dramático como lo que se trate. Siempre sale un agricultor, con pinta de agricultor (que eso implica sabiduría), que dice que nunca nevó tanto o que la sequía fue tan fuerte. Después se agacha y coge un pedazo de tierra entre las manos y pide la titulación de zona catastrófica mientras lo convierte en arena entre sus dedos.
¿Es todo tan del juicio final o vivimos en un titular?. Al contrario a veces: la mayor victoria deportiva. El amor eterno encontrado. Ella espera que le diga que lo nuestro durará siempre o que le diga que la engaño con el equipo femenino de waterpolo de Chequia, pero lo que no vale es decir que hoy estoy bien y que mañana no lo sé. No vale decir que me apetece irme a casa sin más porque eso, que no es noticia porque no toca ningún extremo, es una respuesta a medias. A veces ni siquiera vale como respuesta. Si o no. Una abstención no es nada (excepto si eres de la CUP).
En un negocio o triunfas o fracasas pero ya no vale sobrevivir. Ademas tienes que perder cuatro millones al día (como Tesla) o ser el hombre más rico del mundo aún a costa del comercio mundial (como Bezos). No hay lugar para las medias tintas ni para los catarros que duran tres días. Eso no vale. Vale el cancer terminal (ya nadie muere de viejo, necesitamos un diagnóstico) o ganar en el torneo de iron man. Vale ser ingeniero hidráulico porque ser fontanero está mal visto. Llevar diez años en paro durmiendo en la furgoneta o tener seis máster y servir pizzas de falso autónomo con Glovo. Mierda, los extremos cada vez necesitan llegar a límites insospechados.
Yo sigo creyendo, cada vez que alguien me cuenta la realidad que se cree de su extremo, que es mentira. Conozco a jubilados de 2500€ que se van a las manifestaciones junto a otros que cobran 600€. Nadie dice cobrar 1550€, que es más de lo que cobra la mayoría de los que trabajan. Conozco a quien siempre asegura que vivió una relación traumática con una persona tóxica porque decir que aquello no funcionó es demasiado vulgar. Conozco a quien exclama que el yoga es lo mejor del mundo pero hace tres meses decía lo mismo de reiki y dentro de tres lo dirá de veganismo. Conozco a quien fue a las manifestaciones a gritar dándole exactamente lo mismo el motivo, porque lo importante es indignarse, establecerse en extremos, vivir las mayores plagas y, por supuesto, las más grandes tormentas.
Me pillará en la calle sin paraguas y con un gran escepticismo.
No me creo los titulares y por eso (también) soy invisible.
Me mojaré, pero sin dramas. Solo, por supuesto, porque no supe decir que era el amor para siempre y porque ninguna selección deportiva femenina (ni atleta) se fijó en mi. Eso sí que sería un titular más allá del fin del mundo.
Decir la verdad ya no sirve si no conmociona o no conmueve. Quizás por eso todo está edulcorado, trivializado o vilipediado. Y, en esa atmósfera es muy difícil tomar decisiones, no terminar apoyando a una causa injusta o inútil, o no dejarte engañar por alguien que te vende justicia. En cierto modo todos lo entendemos, en cierto modo estamos todos en la calle sin paraguas.
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