En 1980 se estrenó Crazy People (con la traducción sublime de "Locos, locos pero no tanto" en España (aunque se encuentra tambien como "gente loca"). En ella Dudley Moore es un publicista que decide, entre otras cosas, decir la verdad en la publicidad. Más o menos, así:
Le toman por un pirado aunque en realidad utiliza a los internos de un psiquiátrico para realizar sus anuncios.
Decir la verdad, antes y ahora, está hipócritamente valorado. Decimos que tenemos la suficiente sangre fría como para oir cualquier cosa pero luego nos escandalizamos al escuchar la realidad. Nadie daría las fotos de su hijo recién nacido a un extraño pero luego las cuelgan en Internet sin querer oir que hay un Taiwanés loco que comercia con ellas. El caso de Cambrige Analytics y Facebook es el último pero no el primero. Tras una aplicación gratuita de esas que nos hacen tanta gracia se aceptaba en acceso a los datos personales, después esos datos se vendieron a los amigos de Trump (por más o menos un millón de dólares) y ellos hicieron lo posible por ir lanzando píldoras que hicieran a la balanza de los votos inclinarse en un sentido que ya sabemos cual es. Se sacan dos conclusiones que no nos gusta oir: La gente es tonta (dos veces). una por dar los datos alegremente para un supuesto test de personalidad y otra por caer en las trampas de la publicidad que nunca, jamás, les dijo abiertamente la verdad porque si se la pusieran de tal manera que se entendiera quizá no tendríamos el resultado naranja alopécico que tenemos. Nadie quiere oir la verdad. Nadie.
"Hola, somos de Podemos y te vamos a prometer cosas que te gusta oir, que no se pueden cumplir y somos unos tiranos en chándal"-"Hola, somos del PSOE y queremos hacer las cosas bien pero nos salen fatal mientras nos acribillamos entre nosotros por un poder que no tenemos"-"Hola, Ciudadanos va a matar a los feos y a los pobres, pero nos va a quedar un pais chulísimo"-"Hola, los del PP vamos a hacer lo que nos salga del orto lo quieras o no, porque nos volverás a votar"
Nadie dice eso. Ni siquiera una aproximación. La verdad no se premia sino que se castiga. Decir "me equivoqué" es mucho menos rentable que echar la culpa a otro y por eso la generación que viene detrás es la reina de culpar a otro. Lejano y malvado, convertido en un arquetipo de la ordinariez. Cuando por fin aceptó la verdad y reconoció que se acostó no con uno sino con tres (no a la vez, espero) me gritó diciendo que la culpa era mía porque... ya no recuerdo el por qué pero sí que era mi culpa como si yo les hubiera bajado los pantalones delante de su misma cama. Y además me preguntó si yo había estado con alguien después y yo dije que sí, rotundo y veraz. "¿Ves"- siguió en su indignación- "Además me has engañado". Yo dudé un poco como si en realidad tuviera una causa efecto aunque los tiempos fueran a la inversa (ya que yo siempre dejo que las damas pasen primero) y ella siguió en que la culpa de todo es mía. Soy malvado en cuatro ocasiones y lo cojonudo es que no me corrí en ninguna. En tres ni siquiera estaba. Pero el malo, soy yo. Creo que soy el único que dijo la verdad porque me dejé al último. Fueron cuatro. Era una chica muy popular. Lo digo sin acritud porque la sigo teniendo cariño, qué le voy a hacer.
¿No quieres preguntar nada?- me dijeron hace unas semanas. Respondí que no. Con asombro me preguntaron el por qué. -Porque no quiero saber la verdad. No me vale para nada.
Ayer hablé con una empresa de programación para ver la posibilidad de hacer un app que dijera, como bofetadas, la verdad a la cara del usuario. Que le dijera, con la posición del gps, que dejara de comer comida basura y fuera al gimnasio porque se iba a poner como el Piraña. Que al marcar algún número le recordara que aquella persona le hizo mucho daño y que quizá no es la mejor opción. Que al estar en la calle de madrugada un día de diario le dijera que iba a llegar al trabajo con una resaca descomunal. Que al dejar el teléfono en una misma posición toda la noche sin ser esa su casa le preguntara si se quiere meter en una relación otra vez. Que volver a ver esa foto no le hace bien. Que llame a sus amigos y a su madre, joder.
Les dije que dejaríamos bien claro que nos vamos a quedar con sus datos y venderlos, que queríamos tripular una nueva sociedad de la información clara y transparente. Que ese era el enfoque rompedor: no mentir. Se estuvieron riendo de mi.
-No es que la gente quiera oír la verdad- me dijeron. -Piden a gritos ser engañados y lo más curioso es que les gusta. Es una sociedad de sadomasoquistas.
Pusieron un ejemplo: "Alguien compra un Apple y Apple le jode con las baterías o cerrando programas. ¿Qué hacen? Se compran otro Apple."
Lo curioso es que la historia está llena de triunfos basados en mentiras y de grandes trabajos subyugados por la verdad. Mira los anuncios, todos mienten. Escucha a las personas en las barras de los bares: son anuncios.
Porque si dijeran la verdad no tendrían con quien hablar.
Decir la verdad, antes y ahora, está hipócritamente valorado. Decimos que tenemos la suficiente sangre fría como para oir cualquier cosa pero luego nos escandalizamos al escuchar la realidad. Nadie daría las fotos de su hijo recién nacido a un extraño pero luego las cuelgan en Internet sin querer oir que hay un Taiwanés loco que comercia con ellas. El caso de Cambrige Analytics y Facebook es el último pero no el primero. Tras una aplicación gratuita de esas que nos hacen tanta gracia se aceptaba en acceso a los datos personales, después esos datos se vendieron a los amigos de Trump (por más o menos un millón de dólares) y ellos hicieron lo posible por ir lanzando píldoras que hicieran a la balanza de los votos inclinarse en un sentido que ya sabemos cual es. Se sacan dos conclusiones que no nos gusta oir: La gente es tonta (dos veces). una por dar los datos alegremente para un supuesto test de personalidad y otra por caer en las trampas de la publicidad que nunca, jamás, les dijo abiertamente la verdad porque si se la pusieran de tal manera que se entendiera quizá no tendríamos el resultado naranja alopécico que tenemos. Nadie quiere oir la verdad. Nadie.
"Hola, somos de Podemos y te vamos a prometer cosas que te gusta oir, que no se pueden cumplir y somos unos tiranos en chándal"-"Hola, somos del PSOE y queremos hacer las cosas bien pero nos salen fatal mientras nos acribillamos entre nosotros por un poder que no tenemos"-"Hola, Ciudadanos va a matar a los feos y a los pobres, pero nos va a quedar un pais chulísimo"-"Hola, los del PP vamos a hacer lo que nos salga del orto lo quieras o no, porque nos volverás a votar"
Nadie dice eso. Ni siquiera una aproximación. La verdad no se premia sino que se castiga. Decir "me equivoqué" es mucho menos rentable que echar la culpa a otro y por eso la generación que viene detrás es la reina de culpar a otro. Lejano y malvado, convertido en un arquetipo de la ordinariez. Cuando por fin aceptó la verdad y reconoció que se acostó no con uno sino con tres (no a la vez, espero) me gritó diciendo que la culpa era mía porque... ya no recuerdo el por qué pero sí que era mi culpa como si yo les hubiera bajado los pantalones delante de su misma cama. Y además me preguntó si yo había estado con alguien después y yo dije que sí, rotundo y veraz. "¿Ves"- siguió en su indignación- "Además me has engañado". Yo dudé un poco como si en realidad tuviera una causa efecto aunque los tiempos fueran a la inversa (ya que yo siempre dejo que las damas pasen primero) y ella siguió en que la culpa de todo es mía. Soy malvado en cuatro ocasiones y lo cojonudo es que no me corrí en ninguna. En tres ni siquiera estaba. Pero el malo, soy yo. Creo que soy el único que dijo la verdad porque me dejé al último. Fueron cuatro. Era una chica muy popular. Lo digo sin acritud porque la sigo teniendo cariño, qué le voy a hacer.
¿No quieres preguntar nada?- me dijeron hace unas semanas. Respondí que no. Con asombro me preguntaron el por qué. -Porque no quiero saber la verdad. No me vale para nada.
Ayer hablé con una empresa de programación para ver la posibilidad de hacer un app que dijera, como bofetadas, la verdad a la cara del usuario. Que le dijera, con la posición del gps, que dejara de comer comida basura y fuera al gimnasio porque se iba a poner como el Piraña. Que al marcar algún número le recordara que aquella persona le hizo mucho daño y que quizá no es la mejor opción. Que al estar en la calle de madrugada un día de diario le dijera que iba a llegar al trabajo con una resaca descomunal. Que al dejar el teléfono en una misma posición toda la noche sin ser esa su casa le preguntara si se quiere meter en una relación otra vez. Que volver a ver esa foto no le hace bien. Que llame a sus amigos y a su madre, joder.
Les dije que dejaríamos bien claro que nos vamos a quedar con sus datos y venderlos, que queríamos tripular una nueva sociedad de la información clara y transparente. Que ese era el enfoque rompedor: no mentir. Se estuvieron riendo de mi.
-No es que la gente quiera oír la verdad- me dijeron. -Piden a gritos ser engañados y lo más curioso es que les gusta. Es una sociedad de sadomasoquistas.
Pusieron un ejemplo: "Alguien compra un Apple y Apple le jode con las baterías o cerrando programas. ¿Qué hacen? Se compran otro Apple."
Lo curioso es que la historia está llena de triunfos basados en mentiras y de grandes trabajos subyugados por la verdad. Mira los anuncios, todos mienten. Escucha a las personas en las barras de los bares: son anuncios.
Porque si dijeran la verdad no tendrían con quien hablar.
Si se acuesta con tres (a la vez) puede que haya tenido un mal día o que esté en una secuela de "Resacón en Laredo". Pero si se acuesta con tres, de forma sucesiva, es una persona infiel.
ResponderEliminarPiénsalo.
Gracias.
https://www.youtube.com/watch?v=rWjVYa0cFy4
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