(literatura que estaba guardada por ahí basada en hechos reales)
"Me equivoqué". Una vez decidí marcharme aceptando la derrota.
Alguien me dijo, oyendo parte de la historia, que la culpa es algo demasiado fuerte e
incontrolable. Que cogerla y ponerse encima de ella como si fuera una granada lo único que
consigue es hacerte reventar. Que ella esperó porque lo decidió y que tomó sus decisiones,
que esa metralla no debe estar toda haciéndome sangrar las entrañas.
Los años siguientes la necesité en cada momento en el que algo importante me sucedía.
Siempre me sentí como un infiltrado incómodo al otro lado del teléfono. Siempre, sin
excepción, volvíamos a aquellos meses como si fuera una conversación pendiente sin finalizar.
Ella juega a anticiparse a todos los acontecimientos y yo le digo que ésta vez se equivoca. Pasa
todos los días a menos de cien metros de mí y no la veo nunca. Sabe que hubo una época en la
que buscaba verla y esperar que al descubrirme sonriese arrugando un poco la punta de la
nariz. Cuando nos hemos cruzado, a veces en lugares insospechados y lejanos, siento que se
pone en guardia. Me creo ser un dolor que aparece cuando me mira.
La última vez que hice el amor con ella, ya derrumbados y en el pleistoceno, lloré como un
niño pequeño. Nunca más me ha pasado.
Y aunque parezca que la lógica de las historias de amor tiene la norma no escrita de un final
feliz o un final completo y resquebrajante no me convertí en Miss Havisham. Ni ella, supongo.
Miss Havisham fue un personaje real en el que Dickens se basó para la creación de Grandes
Esperanzas, porque todos los relatos tienen un porcentaje de realidad. Aquella mujer de hace
dos siglos, abandonada el día de su boda y perdidamente enamorada, decide parar el tiempo
justo en ese momento. Vistiendo el traje de boda. Dejando la mesa del banquete puesta con el
pastel pudriéndose y todos los relojes detenidos a las nueve menos cuarto. En realidad se
llamaba Eliza Emily Donnithorne y murió, como no, de un problema de corazón.
No sé si ella se detuvo. Yo lo hice y no fue, sobre todo después de que mi cara tuviera que admitir que seguía buscándola en
todos los lugares y en alguna cama, de las que siempre salgo furtivo para dormir en la mía.
Hay partes de nosotros mismos que no podemos dominar sino hacernos espectadores. Yo lo
soy de la parte de mí que sale, incontrolada como la entonación de un villancico.
He llegado a
la conclusión de varias cosas. La vida, incierta y extraña, puso ante mí la pieza
necesaria para cubrir y ocupar un determinado vacío irremediable. Pero nunca se cubre de la misma forma
sino de un modo incremental, como un ciclo.
Es imposible vivir sin un Dios, un padre, un jefe o ella misma. Alguien que se adora, se respeta,
se teme a veces, premia, castiga y ayuda. Alguien con quien crecer y aprender. Mi padre no
volverá, de eso estoy seguro. Llevo años sin verla aunque alguna vez volvimos a hablar por ese medio que pone distancia fingiendo proximidad que es el teléfono. Casi estoy convencido que jamás volveré a verla frente a mí, con las puertas abiertas a mis
manos y esos ojos entornados un momento antes de abrazarnos para planear lo que haya que hacer el fin de semana y que casi siempre será lo que ella decida.
Cuando mi padre se sentaba en la mesa redonda que había junto a la cocina y nos decía qué es
lo que se iba a hacer, como una imposición obligada. Tenía en cuenta lo que quería mi madre,
lo que le gustaba a mi hermana y aquellas cosas que suponía que a mí mismo me hacían feliz.
El último en ser determinante para la conclusión era él mismo y sin embargo daba la orden
porque era un superhéroe del que al final descubrimos que simplemente era un humano con
traje.
Y nos enseñó. De ella aprendí. También aprendí, aunque fuera perdiendo, a equivocarme.
No es una mala enseñanza y es para siempre.
He dejado las heroicidades para los demás.
“Elegir es renunciar”- me dijo una vez. Y curiosamente, aunque no lo crea, no elegí renunciarla. Ya se lo dije aquel día: “Me equivoqué”.
Pd: la versión buena es la que hicieron con Bunbury, pero es que ya la he puesto dos veces.
(todos tenemos asuntos pendientes que no nos dejan ver que seguimos vivos)
“Elegir es renunciar”- me dijo una vez. Y curiosamente, aunque no lo crea, no elegí renunciarla. Ya se lo dije aquel día: “Me equivoqué”.
Pd: la versión buena es la que hicieron con Bunbury, pero es que ya la he puesto dos veces.
(todos tenemos asuntos pendientes que no nos dejan ver que seguimos vivos)
Hay un libro, ahora no me acuerdo del título, me lo dejaron mucho tiempo después de que falleciera mi padre, y trataba de que hay que dejar marchar a las personas, para los demás poder seguir hacia delante.
ResponderEliminarCreo que también es adaptable a cualquier otra persona, todos nos equivocamos, no somos perfectos. Hay que asumir y dejar marchar.