12 de diciembre de 2017

Diciembre. La imposición.

Diciembre llega después del puente. De golpe, con un tumulto de frío y el frío golpeando en las persianas cerradas hasta el punto de quitar el sondo del último documental para oir como se agitan, casi como peleles a la deriva de una fuerza mayor, ocultando películas de terror tras sus pequeños agujeros.

En un pasillo del supermercado toda una familia contabiliza el número de raciones necesarias para dentro de unos días. En otro toda la comida de la semana entra en las manos de un tipo mal afeitado con un tres cuartos oscuro. Es un mes de contrastes en el que cada uno se refugia de la mejor manera que puede pero eso si, en su rincón.


Diciembre es largo (A long December and there's reason to believe  Maybe this year will be better than the last)  Tan largo como un partido de baloncesto con demasiados tiempos muertos. Tan largo como un nuevo episodio de una serie donde siempre, por muy dificil que parezca que se ponen las cosas, ganan los protagonistas y siempre acaba en una situación conocida de moralina y final feliz impuesto, a la espera del próximo capítulo igual que el anterior donde pasará lo mismo y lo volveremos a ver creyendo que, quizá, suceda algo mejor. Sólo los locos quieren que el coyote destroce por fin al correcaminos

Diciembre es la obligación de leer un libro de frases motivadoras como los deberes tras haber suspendido el año. Un susurro de traición, a veces. Un dejavú obligatorio del que es imposible escapar porque se cuela por las rendijas de las persianas. Aparece de forma infame. Son los mensajes que no eran para tí pero fuiste elegido en el envío genérico de turno por un gilipollas. Le importas menos que el ego que alimenta con los polvorones en forma de calmante de sus maldades a base de escritos con buenos deseos de mentira. Amor más falso que el de una telenovela venezolana. Hay quien, como Rudolf, sólo aparece para dar por saco en Navidad. Yo no le obligo a estar triste. Por favor, no me obliguen a estar feliz.

Cada vez que me dicen "alégrate, que es Navidad" me pongo de más mala hostia. No es innato, es un reflejo.

Llevo muy mal las imposiciones.
Podría ser feliz si nadie me obliga.
En Diciembre, por razones obvias, es un poco más complicado.

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