Puedo explicarlo casi todo con dos cosas: sexo y música. Es un don. Hoy toca música.
Marc Parrot es un músico interesante. Podría ser hasta brillante. En el 2014 escribí: "Marc Parrot, cansado de ser silvestre, se inventó al chaval de la peca para hacer caja. Captó un anuncio, hizo un vídeo, se puso gafas grandes y lo reventó todo."
En ese momento creía que el consumo de productos de baja calidad, y me resulta indiferente que sea leche de vaca, música, informática, gasas o pechuga de pollo, era debido a la vagancia y que cuando existe una necesidad se coge lo primero que aparece al extender la mano. El Amazon de las necesidades, el just Eat de la gastronomía, los apellidos vascos de la cinematografía. (son tres oximorones bien gordos)
Dada esa obviedad Marc, cansado de ser un músico poco reconocido, se inventó al chaval de la peca, hizo unas versiones de abanibi aboebé (canción ganadora de eurovisión en 1978) y se puso a vender discos como un campeón. Casi como Emilio Aragón con lo de Cuidado con Paloma que me han dicho que es de Goma. Los dos, y mal está que lo diga yo, demostraron que se puede ser músico de los de verdad y llegar al número uno dejando atrás unos cuantos prejuicios. En realidad es como saber que algo se puede hacer mejor pero como hay que comer se hace de una forma que pueda ser entendible hasta para usted.
En este primer caso tenemos a alguien que puede hacerlo mejor pero convierte su mensaje en asequible para las masas porque presupone que las masas son un poco más torpes o menos exigentes. Ese es el efecto Marc Parrot.
Sin embargo aquella teoría mantenía latente el hecho de que en el momento que alguien, supuestamente inteligente, necesitara de verdad una buena canción, unos acordes que fueran capaces de revolverle el alma, entonces sería capaz de encontrar la calidad y la verdad, lo bueno. Lo indiscutiblemente bueno. Hay cosas que lo son y no tienen discusión, no es una cuestión de gustos. Prince haciendo funky con Maceo cerca es bueno. Miles Davis es bueno. El Love Over Gold del 82. El Dadnos Prejuicios de Egon Soda es un discazo y Escápula una barbaridad. Puede gustar más o menos pero, joder, es bueno. Y no es bueno Enrique Iglesias, ni Juan Magan, ni Pablo Alboran, ni los primeros discos de Los Piratas o las actuaciones brutales de los Toreros Muertos que no eran buenas pero sí muy divertidas. A mi me gusta pero reconozco que de calidad no hay mucho. Lo reconozco y sin embargo discuto cuando alguien me dice que Despacito es bueno porque vende. Yo respondo que es una mierda pinchada en un palo y pongo, no sé, "Shoul I Stay or Should I go" para ir sobre seguro pero no, ya no hay posibilidad de que nada entre en algunas cabezotas. Ya no hay posiblidad, no hay arreglo, no hay perdón ni redención. Empieza a desvanecerse la posiblidad de poder llegar a un lugar superior, a un producto mejor, a un sublime reconocimiento del esfuerzo y la calidad.
No voy a hacer amigos con esta afirmación pero hay políticos muy listos y muy capaces que se sientan con sus adversarios para ver si son capaces de llegar a puntos de acuerdo. Y a veces ceden porque saben que no siempre tienen razón. Eso lo venden como debilidad y les quitan de los gobiernos. Hay políticos muy gilipollas que se dedican a insultar a sus adversarios y de esa forma los fans les creerán más duros, más fuertes, más cercanos a una verdad absoluta. En el debate del Psoe no importaban las ideas sino esperar a que Pdro, el púgil fuera del aparato del partido, se tirara en plancha hacia Susi, la púgil del aparato, y se arrancaran los pelos. (Patxi, en su línea, no hacia ningún ruido para ver si ganaba por aburrimiento). Con los tipos inteligentes que hay en el socialismo español se ha tenido que elegir entre la nazi y el nazi para ver si se ponen de acuerdo con el nazi de la coleta contra el nazi de la barba. Tenemos un país de mierda democráticamente elegido (no somos el único). Para querer poner una gran canción se ha tenido que elegir entre Malú, Melendi o Los Gemeliers. Nadie ha pedido a Sabina (o al lichis) hacer una letra fácil de entender junto con algún arreglo de Rick Falkner, la voz de Bunbury, el hermano de Coche Malla poniendo una orquestación por detrás y el señor Raya a la guitarra. Quiero decir que no es que no tengamos de lo bueno sino que no nos importa, que ya no hay cancha para que nos demuestren que pueden ponerse a nuestro nivel sino que estamos tan metidos en la mierda que si no nos dan mierda generada por alguien que sólo es capaz de producir mierda, no lo queremos.
La calidad, la razón y la inteligencia terminará escondida en un cajón si queremos sobrevivir en un futuro no muy lejano. Habrá guetos de personas con capacidad de empatía, con ganas de aprender y que razonen sus decisiones teniendo en cuenta a los demás.
El efecto Marc Parrot, eso de que la gente con capacidad se baja a nuestro nivel para intentar hacernos ver que hay algo más allá, ya no funciona. Cela hablaba de pedos y absorción anal, pero era un puto premio nobel con más capacidad intelectual en sus cejas que un servidor redundante hecho con todos los cerebros de los participantes en un prime time de Sálvame.
Porque el nivel al que hay que descender es muy bajo.
Porque no hay ninguna intención de reconocer lo bueno
Porque las papilas gustativas del arte se quemaron viendo tele5.
Alguno cree que es un alarde tecnológico el candy crush.
Alguno cree que hacer gorgoritos frente a Alejandro Magno (esto es un chiste sutil) es ser Maria Callas.
Sin embargo aquella teoría mantenía latente el hecho de que en el momento que alguien, supuestamente inteligente, necesitara de verdad una buena canción, unos acordes que fueran capaces de revolverle el alma, entonces sería capaz de encontrar la calidad y la verdad, lo bueno. Lo indiscutiblemente bueno. Hay cosas que lo son y no tienen discusión, no es una cuestión de gustos. Prince haciendo funky con Maceo cerca es bueno. Miles Davis es bueno. El Love Over Gold del 82. El Dadnos Prejuicios de Egon Soda es un discazo y Escápula una barbaridad. Puede gustar más o menos pero, joder, es bueno. Y no es bueno Enrique Iglesias, ni Juan Magan, ni Pablo Alboran, ni los primeros discos de Los Piratas o las actuaciones brutales de los Toreros Muertos que no eran buenas pero sí muy divertidas. A mi me gusta pero reconozco que de calidad no hay mucho. Lo reconozco y sin embargo discuto cuando alguien me dice que Despacito es bueno porque vende. Yo respondo que es una mierda pinchada en un palo y pongo, no sé, "Shoul I Stay or Should I go" para ir sobre seguro pero no, ya no hay posibilidad de que nada entre en algunas cabezotas. Ya no hay posiblidad, no hay arreglo, no hay perdón ni redención. Empieza a desvanecerse la posiblidad de poder llegar a un lugar superior, a un producto mejor, a un sublime reconocimiento del esfuerzo y la calidad.
No voy a hacer amigos con esta afirmación pero hay políticos muy listos y muy capaces que se sientan con sus adversarios para ver si son capaces de llegar a puntos de acuerdo. Y a veces ceden porque saben que no siempre tienen razón. Eso lo venden como debilidad y les quitan de los gobiernos. Hay políticos muy gilipollas que se dedican a insultar a sus adversarios y de esa forma los fans les creerán más duros, más fuertes, más cercanos a una verdad absoluta. En el debate del Psoe no importaban las ideas sino esperar a que Pdro, el púgil fuera del aparato del partido, se tirara en plancha hacia Susi, la púgil del aparato, y se arrancaran los pelos. (Patxi, en su línea, no hacia ningún ruido para ver si ganaba por aburrimiento). Con los tipos inteligentes que hay en el socialismo español se ha tenido que elegir entre la nazi y el nazi para ver si se ponen de acuerdo con el nazi de la coleta contra el nazi de la barba. Tenemos un país de mierda democráticamente elegido (no somos el único). Para querer poner una gran canción se ha tenido que elegir entre Malú, Melendi o Los Gemeliers. Nadie ha pedido a Sabina (o al lichis) hacer una letra fácil de entender junto con algún arreglo de Rick Falkner, la voz de Bunbury, el hermano de Coche Malla poniendo una orquestación por detrás y el señor Raya a la guitarra. Quiero decir que no es que no tengamos de lo bueno sino que no nos importa, que ya no hay cancha para que nos demuestren que pueden ponerse a nuestro nivel sino que estamos tan metidos en la mierda que si no nos dan mierda generada por alguien que sólo es capaz de producir mierda, no lo queremos.
La calidad, la razón y la inteligencia terminará escondida en un cajón si queremos sobrevivir en un futuro no muy lejano. Habrá guetos de personas con capacidad de empatía, con ganas de aprender y que razonen sus decisiones teniendo en cuenta a los demás.
El efecto Marc Parrot, eso de que la gente con capacidad se baja a nuestro nivel para intentar hacernos ver que hay algo más allá, ya no funciona. Cela hablaba de pedos y absorción anal, pero era un puto premio nobel con más capacidad intelectual en sus cejas que un servidor redundante hecho con todos los cerebros de los participantes en un prime time de Sálvame.
Porque el nivel al que hay que descender es muy bajo.
Porque no hay ninguna intención de reconocer lo bueno
Porque las papilas gustativas del arte se quemaron viendo tele5.
Alguno cree que es un alarde tecnológico el candy crush.
Alguno cree que hacer gorgoritos frente a Alejandro Magno (esto es un chiste sutil) es ser Maria Callas.
Y escribes esto el mismo día que voy a Minneapolis y termino con Prince (no podía ser de otra forma), y empiezo con...
ResponderEliminar...bueno, no me atrevo a escribirlo. Tendrás que encontraro mañana, cuando suba el programa al blog.
Dije: "Minneapolis es la tierra de las oportunidades y yo he empezado gastando la primera".
Gracias, Thor.