Existió un pasado no muy lejano en el que era casi normal ver a personas fumando en los autobuses y en los lineales de los supermercados mientras el Seat 131 Supermirafiori estaba aparcado en un descampado que hacía como parking. Se supone que era el final de los 70 y el principio de los 80. España se despertaba de 40 años de letargo autárquico y nos daban miedo los primeros punkies.
Algunos se rasgaban las vestiduras porque Las Vulpes cantaban, con sus caras de niñas, "me gusta ser una zorra" y no pasaba nada con las canciones de la Velvet porque en España saber inglés y entender las letras (más o menos como ahora) era un privilegio de unos pocos. Almodovar vivia al amparo de Mcnamara y decía que iba a ser mamá, que iba a tener un bebé, que le llamará lucifer y le enseñará a vivir de la prostitución. Alaska meaba en el cine y cualquiera que fuera un artistazo o que hiciera ruido salía a la calle a explotar las grandísimas capacidades artísticas que siempre han existido en este pais.
Y todo lo veíamos por la televisión, como un gran gurú. En esa televisión, con los pelos arriba y con sus cueros y el humo de los cigarros entre el público de edades menores y mayores, Paloma Chamorro hacía entrevistas en las que preguntaba a los artistas por sus trabajos, por todo aquello que querían decir o proclamar con sus canciones. Paloma, que empezó entrevistando a Dalí y a Miró, lidiaba con los primeros Radio Futura, con Ejecutivos Agresivos, con Berlanga (que era un compositor sublime), con los sosos de los Secretos o con los nikis. Con aquella (Rubi) que tenía un novio que tocaba en un conjunto beat. John Cale, Golpes Bajos, Paralisis permanente, Kaka deluxe, Derribos arias, Siniestro, Nick Cave, Phychedelic Furs o incluso los Smiths. Todos ellos con ella y ella con su licenciatura en Filosofía Pura demostrando que se puede ser moderno sin ser un inculto porque en aquella época también, la preparación de los jóvenes era tremenda y su futuro algo muy incierto.
Y ayer murió Paloma, dato ratificado por otra grande como es Ana Curra. Supongo que en ese momento de lucidez del que se dispone antes de morir pudo llegar a plantearse si aquella sociedad que se luchaba por conseguir en los 80 se parece en algo a la que tenemos. Deduzco que no, que los problemas siguen siendo parecidos pero mucho más limpios, que Alaska hace realitys y saca la misma canción cada dos años y que los modernos habitan bares Vintage conduciendo coches híbridos mientras las reivindicaciones se convierten en panfletos que se defienden delante de Ana Pastor. Que las canciones que se cantan ya no tienen letras que digan nada más que Malú se volvió a quedar sin novio y que todo aquello que luchaba por una sociedad autosuficiente e inteligente se ha quedado en las sesiones alternativas de pequeños bares de cerveza que agonizan porque no tienen un bonito y wonderful perfil en instagram.
La herencia de Paloma nos dejaba libertad para pensar, para ser libres. Nos hacía creer que podemos ser mejores entre nosotros y solidarios con nuestros vecinos y amigos. Nos lanzaba de cabeza a un futuro en el que, como en su programa, todo estaba permitido y que aquellos a los que no se llevó la heroína por delante, a los que no atontaron con el resto de las drogas, éramos los que teníamos la responsabilidad de cambiarlo todo.
Y ha cambiado, pero no en esa dirección.
Seguimos con paro, con esa desaprensión al sistema, con una miserable incertidumbre. Nos incomoda pero ahora simplemente nos vamos Zara, colgamos fotos en facebook, compramos en Amazon (para que no tribute en nuestros médicos) y hacemos likes tontos creyendo que un gobierno en el que no confiamos nos arreglará la cabeza y las humedades de las ventanas. Esperamos la llegada de salvadores porque no nos vemos con energías para hacer nada por nosotros mismos pero creamos salvadores de tercera división sin un pie en la realidad y los dos en sus iPad. Vivimos en latas donde queremos conservarnos como anuncios con piernas. Nos globalizamos creyendo en el gratis total y vemos el hormiguero esperando un nuevo meme. En televisión nos escandaliza un pecho en horario infantil y creemos que hablar de drogas es generar yonkis. Tenemos miedo a oir a cualquiera hacer uso de su libertad dialéctica, de defender opiniones que no sean las nuestras sin ridiculizarlas, de confiar en los demás e incluso de abrir la mente a sonidos e ideas que no se nos hubieran ocurrido por nosotros mismos. Eso es lo que intentó Paloma que no sucediera y ha sucedido.
Sus herederos somos minoría discriminada y víctima del camino que nuestro país escogió, que era el más fácil.
Descanse en Paz y que no se mueran sus ideas.
La herencia de Paloma nos dejaba libertad para pensar, para ser libres. Nos hacía creer que podemos ser mejores entre nosotros y solidarios con nuestros vecinos y amigos. Nos lanzaba de cabeza a un futuro en el que, como en su programa, todo estaba permitido y que aquellos a los que no se llevó la heroína por delante, a los que no atontaron con el resto de las drogas, éramos los que teníamos la responsabilidad de cambiarlo todo.
Y ha cambiado, pero no en esa dirección.
Seguimos con paro, con esa desaprensión al sistema, con una miserable incertidumbre. Nos incomoda pero ahora simplemente nos vamos Zara, colgamos fotos en facebook, compramos en Amazon (para que no tribute en nuestros médicos) y hacemos likes tontos creyendo que un gobierno en el que no confiamos nos arreglará la cabeza y las humedades de las ventanas. Esperamos la llegada de salvadores porque no nos vemos con energías para hacer nada por nosotros mismos pero creamos salvadores de tercera división sin un pie en la realidad y los dos en sus iPad. Vivimos en latas donde queremos conservarnos como anuncios con piernas. Nos globalizamos creyendo en el gratis total y vemos el hormiguero esperando un nuevo meme. En televisión nos escandaliza un pecho en horario infantil y creemos que hablar de drogas es generar yonkis. Tenemos miedo a oir a cualquiera hacer uso de su libertad dialéctica, de defender opiniones que no sean las nuestras sin ridiculizarlas, de confiar en los demás e incluso de abrir la mente a sonidos e ideas que no se nos hubieran ocurrido por nosotros mismos. Eso es lo que intentó Paloma que no sucediera y ha sucedido.
Sus herederos somos minoría discriminada y víctima del camino que nuestro país escogió, que era el más fácil.
Descanse en Paz y que no se mueran sus ideas.