30 de enero de 2017

Paloma Chamorro. Herencias.

Existió un pasado no muy lejano en el que era casi normal ver a personas fumando en los autobuses y en los lineales de los supermercados mientras el Seat 131 Supermirafiori estaba aparcado en un descampado que hacía como parking. Se supone que era el final de los 70 y el principio de los 80. España se despertaba de 40 años de letargo autárquico y nos daban miedo los primeros punkies.


Algunos se rasgaban las vestiduras porque Las Vulpes cantaban, con sus caras de niñas, "me gusta ser una zorra" y no pasaba nada con las canciones de la Velvet porque en España saber inglés y entender las letras (más o menos como ahora) era un privilegio de unos pocos. Almodovar vivia al amparo de Mcnamara y decía que iba a ser mamá, que iba a tener un bebé, que le llamará lucifer y le enseñará a vivir de la prostitución. Alaska meaba en el cine y cualquiera que fuera un artistazo o que hiciera ruido salía a la calle a explotar las grandísimas capacidades artísticas que siempre han existido en este pais.

Y todo lo veíamos por la televisión, como un gran gurú. En esa televisión, con los pelos arriba y con sus cueros y el humo de los cigarros entre el público de edades menores y mayores, Paloma Chamorro hacía entrevistas en las que preguntaba a los artistas por sus trabajos, por todo aquello que querían decir o proclamar con sus canciones. Paloma, que empezó entrevistando a Dalí y a Miró, lidiaba con los primeros Radio Futura, con Ejecutivos Agresivos, con Berlanga (que era un compositor sublime), con los sosos de los Secretos o con los nikis. Con aquella (Rubi) que tenía un novio que tocaba en un conjunto beat. John Cale, Golpes Bajos, Paralisis permanente, Kaka deluxe, Derribos arias, Siniestro, Nick Cave, Phychedelic Furs o incluso los Smiths. Todos ellos con ella y ella con su licenciatura en Filosofía Pura demostrando que se puede ser moderno sin ser un inculto porque en aquella época también, la preparación de los jóvenes era tremenda y su futuro algo muy incierto.
Y ayer murió Paloma, dato ratificado por otra grande como es Ana Curra. Supongo que en ese momento de lucidez del que se dispone antes de morir pudo llegar a plantearse si aquella sociedad que se luchaba por conseguir en los 80 se parece en algo a la que tenemos. Deduzco que no, que los problemas siguen siendo parecidos pero mucho más limpios, que Alaska hace realitys y saca la misma canción cada dos años y que los modernos habitan bares Vintage conduciendo coches híbridos mientras las reivindicaciones se convierten en panfletos que se defienden delante de Ana Pastor. Que las canciones que se cantan ya no tienen letras que digan nada más que Malú se volvió a quedar sin novio y que todo aquello que luchaba por una sociedad autosuficiente e inteligente se ha quedado en las sesiones alternativas de pequeños bares de cerveza que agonizan porque no tienen un bonito y wonderful perfil en instagram.

La herencia de Paloma nos dejaba libertad para pensar, para ser libres. Nos hacía creer que podemos ser mejores entre nosotros y solidarios con nuestros vecinos y amigos. Nos lanzaba de cabeza a un futuro en el que, como en su programa, todo estaba permitido y que aquellos a los que no se llevó la heroína por delante, a los que no atontaron con el resto de las drogas, éramos los que teníamos la responsabilidad de cambiarlo todo.

Y ha cambiado, pero no en esa dirección.

Seguimos con paro, con esa desaprensión al sistema, con una miserable incertidumbre. Nos incomoda pero ahora simplemente nos vamos Zara, colgamos fotos en facebook, compramos en Amazon (para que no tribute en nuestros médicos) y hacemos likes tontos creyendo que un gobierno en el que no confiamos nos arreglará la cabeza y las humedades de las ventanas. Esperamos la llegada de salvadores porque no nos vemos con energías para hacer nada por nosotros mismos pero creamos salvadores de tercera división sin un pie en la realidad y los dos en sus iPad. Vivimos en latas donde queremos conservarnos como anuncios con piernas. Nos globalizamos creyendo en el gratis total y vemos el hormiguero esperando un nuevo meme. En televisión nos escandaliza un pecho en horario infantil y creemos que hablar de drogas es generar yonkis. Tenemos miedo a oir a cualquiera hacer uso de su libertad dialéctica, de defender opiniones que no sean las nuestras sin ridiculizarlas, de confiar en los demás e incluso de abrir la mente a sonidos e ideas que no se nos hubieran ocurrido por nosotros mismos. Eso es lo que intentó Paloma que no sucediera y ha sucedido.

Sus herederos somos minoría discriminada y víctima del camino que nuestro país escogió, que era el más fácil.

Descanse en Paz y que no se mueran sus ideas.

25 de enero de 2017

Mad about you / Glory Box

Feel the vibe, feel the terror, feel the pain / it's driving me insane / I can't fake / for god sakes why am I / driving in the wrong lane / trouble is my middle name / but in the end I'm not too bad / can someone tell me if it's wrong to be so mad about you / mad about you / mad about you / mad 
Are you the fishy wine that will give me / a headache in the morning / or just a dark blue land mine / that'll explode without a decent warning / give me all your true hate / and I'll translate it in our bed / into never seen passion, never seen passion / that it why I am so mad about you / mad about you / mad about you / mad
Trouble is your middle name / but in the end you're not too bad / can someone tell me if it's wrong to be / so mad about you / mad about you / mad

I'm so tired of playing
playing with this bow and arrow
leave to the other girls to play
For I've been a tempestuous to long
Just give me a reason to love you
Give me a reason to be a woman
I just wanna be a woman

give me all your true hate / and I'll translate it in your bed / into never seen passion / that is why I am so mad about you / mad about you 


Y esto es lo que sale cuando se junta MAD ABOUT YOU con GLORY BOX (que pertenece al rotundo Dummy)

Extra: hay quien le suma Feeling Good

24 de enero de 2017

Dios soy yo y el Demonio todos los de allí.

Decía Fromm que todo ser humano necesita de la figura de un Dios. No es algo religioso pero sí una figura que sea capaz de premiar y castigar con enérgica justicia. Esa figura, realmente, aparece en todas y cada una de las culturas. Es un padre, un jefe, un gobierno o los elementos atmosféricos dando cosechas y asolando tierras. Hasta ahí podemos estar de acuerdo y puede ser incluso aquello de que "el tiempo pone a cada uno en su sitio", si es que el tiempo posee conciencia y justicia, aunque sea relativo.

Porque aunque sea falso es un argumento para seguir viviendo o para mantener ciertas las normas. "Lo que debe ser"- que decía mi madre.
Sin embargo es curioso como se disocia ese Dios Castigador en dos cuando se trata del ser humano contemporáneo.

Si alguien no tiene trabajo la culpa es del otro. Si nos dan un premio es porque nos lo hemos ganado nosotros. Perdemos por el árbitro y metemos los goles nosotros. España nos roba, Europa nos exprime, La gran invasión asiática, las multinacionales energéticas. La gestión laboral del gobierno. Las actividades culturales gratuitas de nuestra comunidad autónoma. Si te curan un grano es por el médico que puso tu alcalde. Dios es cercano. El demonio vive muy lejos. Aquí estoy yo para que me adores y si algo malo te sucede será por algo anónimo y difuminado que reside en Mordor, que es un oscuro, malvado y lúgubre lugar. (Pero los que viven allí, en el fondo sur del campo de fútbol de la vida,  creen que la culpa es nuestra)

Y así, se cierra el círculo donde la culpa nunca es de nosotros y nuestros "dioses" siempre pueden culpar a los demás. La culpa es del gobierno, de la oposición, de la mano de obra barata de la india, de tres árabes con camellos, de un ruso borracho o de dos americanos en un mustang colorado. Las buenas noticias son porque yo (véase yo=el que lo cuenta) soy muy buen gobernante, opositor, trabajador, árabe, ruso o norteamericano.

Dioses de cerca, demonios de lejos. Se han desdoblado geográficamente.

Sólo nos miramos a nosotros para lamernos las pelotas y si escuecen nos lo pegó aquel de allí, el de la otra tribu.

La división genera monstruos: los que lo creen así como dogma de fe.

En realidad tener siempre un culpable lejano sobre el que no tenemos capacidad de influencia es una manera de dejar nuestra libertad en manos de los demás, de dejar de ser libre, de justificar que por mucho que nos esforcemos nos joderá aquel demonio malvado. Es un acto de cobardía y una excusa para no responsabilizarnos de lo que nos pueda suceder, si es que es algo que no nos agrada. "Miedo a la libertad", miedo a enfrentarse a la ordinariez de la vida. Opositores y quejicas profesionales necesitan esa figura porque cuando se encuentran desnudos ante sus propias decisiones corren a esconderse. Luché por tenerla a mi lado y cuando llegó a la puerta me aterró darle las llaves porque estaba bloqueado por el miedo a equivocarme. Eso es otra historia aunque un ejemplo válido. Yo fui bueno y ella quien no me quiso. El otro, lejano, con el que se fue. El demonio que no puedo controlar.

Dios y El Demonio ya no son el mismo ente. Dios soy yo, el Demonio los demás.

(Pd: se puede aplicar al nacionalismo, economía globalizada, Trump, fútbol, manifestaciones artísticas, fracasos de taquilla, muerte del comercio local y responsabilidades sentimentales)

18 de enero de 2017

Retrohumanización

La primera vez que leí algo intenso sobre inteligencia artificial simplemente llegué a la conclusión que las máquinas, a base de programación más o menos compleja, eran capaces de simular un comportamiento aparentemente humano. Eran los años 80 y en realidad resulta cierto de una manera bastante aplastante que es muy sencillo parecer humano sin serlo: sólo hay que decir lo que sabes que se quiere oir.

Pero eso no es ser humano porque los humanos, si nos vamos a la escala de la realidad, somos imperfectos. Dudamos, nos caemos, buscamos, no vemos lo que está a nuestro alcance y nos quejamos siempre de las malas acciones de los demás.El ser humano es, como uno de sus componentes principales, estúpido. Y le gusta. Le apasiona. Todos nos sumergimos, de vez en cuando, en nuestras sinceras y más profundas apocalipsis. Montamos a caballo sobre el día del juicio final lanzando nuestros rayos de destrucción, cual Zeus, sobre todo lo que nos rodea incluso si nos quemamos las manos. Es más, a veces nos encanta enseñar las llagas en las palmas para demostrar lo dramático que es todo.

La autocomplaciencia, definida como la satisfacción por los propios actos, propia condición o manera de ser, está bastante mal vista. Necesaria sí, pero mal vista.

Actualmente la inteligencia artificial se centra en la necesidad de aprender por parte de las máquinas. Se basa en una cosa llamada la retropropagación y básicamente se establece un principio, un resultado deseado y se compara lo que se obtiene con lo que se desea para ir amoldando el "pensamiento" matemático hasta encontrar un patrón de funcionamiento aceptable. Visto así es como entrenar a alguien para que se convierta en un eficiente gilipollas. Muy eficiente y muy gilipollas por muchas capas de pensamiento que haya entre un lado u otro. No hay nada más repelente que alguien que siempre tiene razón. Sí lo hay: quien, sin tenerla, se empeña en imponer decisiones incorrectas. Conozco a quien está convencida que la ineptitud de sus superiores ha convertido su brillante trabajo en polvo. Eso la arrastra a una pequeña apocalipsis de la que sale de vez en cuando, incluso agarrando un almohadón mal enfocado, para que la recuerde como ahora.

La inteligencia artificial de los 80 quería parecer humana y la del siglo XXI quiere ser los humanos que no somos. Por eso Google no te responde "déjame, que estoy triste" o te pone "¿a mí que me cuentas?, tú sabrás". Hay días en los que reniego de la ineptitud humana y hay días en los que reconozco que soy tremendamente inepto. Mandar un mensaje del que, en realidad, no deseo respuesta. Contar algo sin importancia para obtener una consecuencia diferente o, simplemente, preguntarme amargamente el motivo por el que hice tal o cual cosa. A veces el motivo por el que no lo hice. Todas esas facetas me hacen humano y, sintiéndolo mucho para los programadores, imposible de emular por parte de cualquier retropropagación.

Sin embargo, cuando me siento en una mesa y me hago el digno, cuando explico con detalle algunos de los sueños y de los hipotéticos escenarios en los que deseo que se desarrolle el futuro, siempre responde a unos lógicos y razonables pasos. Estoy convencido que jamás se darán exactamente así porque en ese instante seré un algoritmo o un gilipollas, que también lo soy un poco. Entre la lucha de la razón contra la humanidad siempre pierden los dos.

El ser humano actual vive en unas cotas de desesperanza nunca alcanzadas. Los psicólogos, los psiquiatras y los fabricantes de substancias castigadoras de la voluntad campan como la muerte en el campo de batalla de la modernidad, poblado de cadáveres agonizantes con forma de abandonados, autónomos, ansiosas educadoras, bulímicos, youtubers, mujeres perfectas que duermen solas y románticos incomprendidos. Pasamos de la rabia a la desesperanza en un chasqueo de dedos, del amor al desprecio y de la soledad al más intenso de los amores como si nos fuera la vida en ello, como si la última oportunidad de ser felices se desvaneciera con el invierno. No nos vale con ser moderadamente felices ni aceptablemente mediocres. No nos vale con equivocarnos cada día y todo eso es, precisamente, lo que nos hace humanos. lo que nos hace estúpidos. Lo que nos hace grandes.

Ninguna inteligencia artificial puede con ello precisamente porque se basa en crecer acumulando errores. No me volvió loco que tuviera razón, porque no la tenía al difuminarnos, sino que era poderosamente humana. Mi ordenador nunca me lleva la contraria, excepto cuando se empeña en reiniciarse tras un amable mensaje de error del que siempre me siento culpable y no lo soy. Yo tengo las dudas y él hace lo que quiere. Y vuelve a reiniciarse, siempre, en bucle. La misma forma en la que, cada noche, vuelvo a sentirme humano. Retrohumano.

Tengo que aprender a equivocarme con más elegancia. Me niego a ser simulado en un procesador matemático sin alma aunque eso me acumule la mochila de dramas, de ausencias y a veces, como Zeus, de estigmas en las manos.

16 de enero de 2017

Buenos muy buenos, malos muy malos.

"Y todo lo demás no importa" cantaba Quique en el gran Salitre. Y después no pudo volver a hacer un disco igual. Hay quien cree que todo lo que hace es bueno, tan bueno como aquello (salvo pequeños destellos) pero no, no lo es. Lo siento Quique.

Sin embargo se suele llegar a pensar que quien tuvo un momento de lucidez lo tendrá siempre, que todos los garabatos de Picasso eran genialidades y que Hitler, adalid de la maldad, todo lo que hizo fue malo. Su perro le adoraba. El escarabajo fue el coche de Reich. Los cohetes espaciales y los primeros gps son cosas de los alemanes, mira tú. Las cámaras de gas y las bombas atómicas las financió en sus principios. Hay extremos en la historia que sustentan estas afirmaciones. Todo es bueno o todo es malo, no. Todo lo demás no importa.

En la historia de sucesos de la España más reciente hemos descubierto a miserables que se han aprovechado de la enfermedad de su hija para financiar sus vicios. Los padres de Nadia, supuestamente, usaron el victimismo de su hija enferma para acumular dinero y eso está muy mal. Sin embargo, partiendo de hecho de la inmensa maldad de los seres deleznables, ahora resulta que también tenían fotos pornográficas de la niña y la hacían visualizar las depravadas relaciones sexuales de sus propios progenitores. Esto, así contado, suena horroroso. Pero da la casualidad que las fotos que se supone que contienen material pedófilo son de esas que los padres hacen a sus hijos cuando van con ellos a la playa en la que están como están algunos niños: desnudos al sol. Todos los veranos algún pequeño corretea cerca de mi toalla y jamás pensé que sus padres fueran repelentes abusadores pero si nos vamos a la ley una foto de un niño desnudo es pornografía infantil. En fin, que como los padres son malos, habrá que hacerles malos en todo y dejar que las jubiladas se escandalicen cuando tienen sus álbumes de fotos repletos de sus nietos en pelotas certificando su primer baño o su primer día de playa. Mi madre me avergüenza con una foto que tiene ayudándome a orinar en una acera de Villarcayo allá por 1976. A donde quiero llegar es que tenemos esa tendencia de hacer peores a los malos y mejores a los que creemos que son buenos.

Sigo sin entender la necesidad de escupir sobre los que son malos o aclamar a los que creemos buenos, digan lo que digan. Pablemos es un semidios, Rajoy Satanás, Rivera un interesado y Pdro, gilipollas. Ninguno acierta o se equivoca por casualidad. Los tertulianos les defienden y atacan digan lo que digan y la verdad es que si un analista un día aclama y otro castiga dejará de ser un analista porque vuelve loco a sus seguidores. El periodismo o la exhibición pública ha de ratificar las ideas preconcebidas de los oyentes (Los racistas Wyoming y LoSantos son ejemplos). "Cariño, hoy estás fea"- es una frase que aunque partiendo de la razón traerá problemas más allá que el falso "Estás tan guapa como siempre"- que nunca falla aunque esté más desequilibrada, ese dia y dentro de su belleza innata, que un diseño de Desigual.

Ya no es que hayamos jugado a un juego de buenos y malos sino a la exageración de las bondades y las maldades hasta extremos infinitos. Los nuestros curan el cáncer y los otros sodomizan niños en callejones oscuros para comerse sus entrañas después. Tom Cruise se alimenta placenta bendecida en la iglesia de la cienciología. Los socios del Club Bilderberg buscan la manera de castigarnos y tenernos como lacayos los milenios que sean necesarios. El presidente de Iberdrola hace una muesca cada vez que alguien muere de frío. Quique gonzalez siempre es un músico brillante o, por supuesto, los padres de Nadia vendieron en el mercado negro los genitales puros de su hija enferma. De Trump no voy a decir ni pio.

Nadie es malo o bueno siempre y en todo.

Nos estamos volviendo locos y no entiendo la necesidad tan moderna de meter en los extremos a los demás y, por supuesto, no pensar.


Pd: POst del recuerdo: Los clones emocionales. (quizá también es la necesidad de impregnar todo de emoción)

10 de enero de 2017

Capas.

Estamos hechos de capas. No sólo en invierno, que es cuando nos disfrazamos de cebollas y bajamos a comprar el pan. Estamos hechos de capas, de escudos, de detalles en los que perdernos. Probablemente es el gran recurso humano para procrastinar, para dejar para mañana los propósitos de verdad, esos que escupen algunos como frases de Coelho.

La política y las telenovelas son buenos ejemplos. Las recogidas de firmas en las redes sociales para acabar con el cáncer creyendo que con muchas firmas y muchos "me gusta" se soluciona todo por arte de birlibirloque sin investigar ni trabajar, sin hacer más que click. Las canciones de vacío infinito en las que el cantante se regodea en la pérdida.

Las amarguras de un borracho abandonado en una barra, las tonterias compulsivas e incluso las camas incorrectas. Los gritos de los adolescentes y los dramas que van por whatsapp. Los malentendidos. Las mil veces que se exigen soluciones definitivas a problemas inexistentes. Los síntomas tratados como enfermedades y todos esos viajes que no hicimos por no saber qué habría al llegar o los que hicimos para no quedarnos. Las anécdotas que llenan las tardes. Las canciones de otros, las frases de otros, los problemas de los demás. Capas.

Las discusiones en los muros de facebook. Un portavoz parlamentario dando vueltas alrededor de un micrófono llenando todo de frases que no dicen nada. Una utilización de las palabras "víctima", "democracia" o "libertad" sin coger las llaves de algunos grilletes para abrirlos. No saber si el hijo es de él o del otro mientras el niño llora de hambre. Caminar por el camino de baldosas amarillas aunque el camino vaya en círculos, dejando a un lado la escalada al lugar desde donde mirarnos dentro. Besarla en un portal, secuestrarla en otra ciudad, pasar horas con esa foto que tiene moviéndome el pelo y, después, no tener el valor de explicar cual es la verdad de lo que me genera su ausencia y el pavor de preguntarla donde está porque no quiero saber la respuesta. Hay preguntas que no se hacen precisamente porque no quieres oir lo que lo resuelve, porque no es una capa sino una punzada. Hay miedo a las punzadas y a las puñaladas. Hay cobardía, que es un grado máximo de estupidez. Estrategias de defensa. Muros de protección. Fosos con caimanes. Los puentes levadizos, con el tiempo, oxidan las cadenas que los sustentan. En las ruinas quedan las murallas pero nunca los accesos.

Así que mientras nos entretenemos con las capas, con los detalles, con las cosas nimias, con la preparación del viaje o con todo aquello que sucederá lo que simplemente ocurre es que no sucede nada y pasa otro debate, otro capítulo de la telenovela u otra noche mirando fotografías.

Habrá que buscar otra capa en la que entretenerse, llorando por la ausencia de alguien que nos desnude dejando el trabajo hecho, no sea que un día hagamos algo por nosotros mismos, que es como se deben emprender algunos retos. Cada vez que lo intentamos y sale mal no sale, ponemos otro ladrillo y nos quedamos fuera quejándonos de lo difícil que es entrar.

La buena noticia es que se puede vivir eternamente en espiral y abotargado por los detalles, por las capas y, aún así, parecer una persona íntegra y valiente. 

6 de enero de 2017

Los (reyes) dias raros


...¿Quién iba a decir que sin carbón no hay reyes magos ..? 

Aún quedan vicios por perfeccionar en los días raros, 
los destaparemos en la intimidad con la punta del zapato. ...