24 de enero de 2017

Dios soy yo y el Demonio todos los de allí.

Decía Fromm que todo ser humano necesita de la figura de un Dios. No es algo religioso pero sí una figura que sea capaz de premiar y castigar con enérgica justicia. Esa figura, realmente, aparece en todas y cada una de las culturas. Es un padre, un jefe, un gobierno o los elementos atmosféricos dando cosechas y asolando tierras. Hasta ahí podemos estar de acuerdo y puede ser incluso aquello de que "el tiempo pone a cada uno en su sitio", si es que el tiempo posee conciencia y justicia, aunque sea relativo.

Porque aunque sea falso es un argumento para seguir viviendo o para mantener ciertas las normas. "Lo que debe ser"- que decía mi madre.
Sin embargo es curioso como se disocia ese Dios Castigador en dos cuando se trata del ser humano contemporáneo.

Si alguien no tiene trabajo la culpa es del otro. Si nos dan un premio es porque nos lo hemos ganado nosotros. Perdemos por el árbitro y metemos los goles nosotros. España nos roba, Europa nos exprime, La gran invasión asiática, las multinacionales energéticas. La gestión laboral del gobierno. Las actividades culturales gratuitas de nuestra comunidad autónoma. Si te curan un grano es por el médico que puso tu alcalde. Dios es cercano. El demonio vive muy lejos. Aquí estoy yo para que me adores y si algo malo te sucede será por algo anónimo y difuminado que reside en Mordor, que es un oscuro, malvado y lúgubre lugar. (Pero los que viven allí, en el fondo sur del campo de fútbol de la vida,  creen que la culpa es nuestra)

Y así, se cierra el círculo donde la culpa nunca es de nosotros y nuestros "dioses" siempre pueden culpar a los demás. La culpa es del gobierno, de la oposición, de la mano de obra barata de la india, de tres árabes con camellos, de un ruso borracho o de dos americanos en un mustang colorado. Las buenas noticias son porque yo (véase yo=el que lo cuenta) soy muy buen gobernante, opositor, trabajador, árabe, ruso o norteamericano.

Dioses de cerca, demonios de lejos. Se han desdoblado geográficamente.

Sólo nos miramos a nosotros para lamernos las pelotas y si escuecen nos lo pegó aquel de allí, el de la otra tribu.

La división genera monstruos: los que lo creen así como dogma de fe.

En realidad tener siempre un culpable lejano sobre el que no tenemos capacidad de influencia es una manera de dejar nuestra libertad en manos de los demás, de dejar de ser libre, de justificar que por mucho que nos esforcemos nos joderá aquel demonio malvado. Es un acto de cobardía y una excusa para no responsabilizarnos de lo que nos pueda suceder, si es que es algo que no nos agrada. "Miedo a la libertad", miedo a enfrentarse a la ordinariez de la vida. Opositores y quejicas profesionales necesitan esa figura porque cuando se encuentran desnudos ante sus propias decisiones corren a esconderse. Luché por tenerla a mi lado y cuando llegó a la puerta me aterró darle las llaves porque estaba bloqueado por el miedo a equivocarme. Eso es otra historia aunque un ejemplo válido. Yo fui bueno y ella quien no me quiso. El otro, lejano, con el que se fue. El demonio que no puedo controlar.

Dios y El Demonio ya no son el mismo ente. Dios soy yo, el Demonio los demás.

(Pd: se puede aplicar al nacionalismo, economía globalizada, Trump, fútbol, manifestaciones artísticas, fracasos de taquilla, muerte del comercio local y responsabilidades sentimentales)

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