18 de julio de 2016

Manual de sobrealimentación social.

En mi lado o contra mi. No se puede estar indiferente porque eso parece que está asociado a un grado inferior en la escala evolutiva. Se tiene que ser de un lado, de otro. Me tienes que odiar o reventarme contra la pared. Hay que gritar a favor de un equipo y no ver las faltas del contrario en el campo de fútbol. Jugar a indios y vaqueros. Cortar cabelleras. Vender el piso, dejar la vida, comprar una caravana y salir corriendo hacia las carreteras más lejanas. Jamás reconocer los aciertos ajenos. A los americanos, que son las quinta esencia la vida real que lleva el mundo occidental más allá de los culturetas que nos creemos algunos europeos, no les gustan los deportes que pueden terminar en empate y se inventaron más de uno en el que se pegan de mentira, pero con mucha rabia.

Hay que vivir de manera sobrealimentada.

No se debe dudar en dar el siguiente paso. Dejarme para siempre. No volver a llamarte nunca. Pedir perdón es rebajarse. Agitar las caderas hasta que las gotas de sudor resbalen por la nariz y caigan sobre tu pecho. Si no hay resaca es como si no se ha pasado bien. "¿Qué haces?"- dijo cuando él lo estaba dando todo- "Follar"- respondió parando. "Pero es que no sé si lo estas haciendo por mi o por ti"- y no supo qué responder. Debe de existir un manual escrito por el enemigo en el que se ha de pasar de un exceso a otro porque no valen las medias y, mientras tanto, mientras nos empeñamos en ir cumpliendo cada uno de los apartados, vamos dejando de ser nosotros.

He visto a alguna mujer enamorarse para siempre tres o cuatro veces al trimestre, jurar que nunca más le llamaría, aborrecer el vino los martes y emborracharse a tintos los sábados. He conocido a un fan de Coldplay que ya no les soporta pero se pone en la intimidad el primer disco. Yo he pasado noches enteras llevando la contraria con seriedad absoluta sin saber , en realidad, a lo que me estaba oponiendo. Algunos de mis conocidos más veganos chupaban el plato tras comerse chuletones de dos dedos de grosor en mi salón y son tan corporativos antes, ahora y cuando llevaban hombreras en 1985. Siempre han tenido la razón furibundamente.

Cuando no estamos seguros de lo que hay que hacer no pensamos sino que consultamos el manual. Para ser moderno y respetado hay que tener criterio, aunque sea equivocado. Estar convencido de todo, opinar sin reconocer que no se sabe nada, ser un tronista y un contertulio. Aparecer bajo su casa con mil docenas de rosas o no coger el teléfono nunca, aunque fuera una emergencia o una emergencia de las de acurrucarse, que son las peores emergencias.

Vivo en mil pozas de dudas, perdones y de movimientos inconexos desde hace año y medio. Justo el mismo tiempo en el que me voy difuminando socialmente como un niño que vuelve al pasado y descubre que sus padres quizá no se quieran.

Y es que no hay sitio para las dudas en el manual de sobrealimentación social.

1 comentario:

  1. Mi madre siempre me dice que en el término medio está la virtud.
    Las madres siempre tienen la razón, deberían hacerles más caso...

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