"Me han hablado de las personas como tú"- me dijo cuando ya estaba todo reventado. "Eres tóxico".
Las tres primeras veces que lo dijo lo pensé. De verdad. Me preocupé por si era cierto, por si esa afirmación tan dura y tan tajante pudiera llegar a ser cierta.¿Era acaso un vírico con mala idea, psicópata, caradura? ¿Era un mediocre incapaz de asumir lo gris de mi existencia? Un vampiro energético, un ladrón de energía o un manipulador.
Maquiavelo tiene, en realidad , cierto parecido a muchas personas de nuestro entorno. Establece, dando una vuelta a sus razonamientos, que una vez escuchadas todas las opciones él toma la solución que considera correcta y la ejerce de una forma tajante. El problema aparece cuando se empeña en controlar al grupo para la consecución de sus objetivos personales. El problema aparece cuando determinados comportamientos, naturales o lógicos, inicialmente válidos o aceptables, degradan la realidad hasta límites enfermizos. Viene a ser como esas leyes que se hacen pensando en el bien general y luego, como si fuera un derecho de pernada infinito, se convierten en la excusas de defraudadores infectos para la corrupción global.
El caso es que en más de una ocasión, como si fuera un experimento Milgram a la inversa, las acusaciones salvajes caen de un lado con el fin de justificar o reducir el porcentaje de culpa de la parte contraria. "Robo porque me roban"- es una afirmación muy extendida y eso excusa del delito al infractor. Ser un autentico hijo de puta no es tan malo cuando se tiene la idea asegurada de que hay alguien mucho peor. Dar un puñetazo en la cara a Pol Pot no está tan mal porque asesinó a millones de camboyanos inocentes. Buscar datos empíricamente demostrables por los que yo pudiera ser una persona tóxica es la excusa válida con la que coger el hilo de porcelana que pudiera mantener viva la amistad necesaria para un apoyo en algún momento de la vida futura y lanzarlo contra el suelo convirtiéndolo en pedazos imposibles de unir con el pegamento del recuerdo.
Es el portazo de toda la vida tirando la llave intentado dejar el cadáver del enemigo sangrando en el suelo, ahogándose, como Jimmy Hendrix o Bon Scott después de una noche a destornilladores, en su propio vómito. Es el malo muriéndose con dolor al final de la película. Es la muerte del cazador de la madre de Bambi, un dictador pudriéndose en una panteón abandonado o una famosa descontrolada de antaño en el catálogo de un prostíbulo de carretera.
A veces, como una pena de muerte ante un daño atroz, somos incapaces de valorar si devolvemos un castigo desproporcionado. Somos incapaces de tener medida en la respuesta e incluso estamos incapacitados de descubrir si, con ello y con los puñetazos al aire que da sin control un niño desatado y enfurecido, pudiera golpear los genitales de su progenitor hasta el punto de no tener hermanos.
Soy o fui. Seré, quien sabe, un tipo tóxico. Podré reaccionar con algún catalizador que me convierta en un elemento inestable, como una reacción química descontrolada, como me puedo descontrolar en un exceso de alcohol que me lleve al infierno o a la exaltación de la amistad. Como uranio dando luz nuclear a todo un pais y calentando las calefacciones de los orfanatos, si se me utiliza sabiamente.
Si me acusas de ser el carnicero de Rostov existe el riesgo de explotar en un hongo nuclear, de volverme loco, de creer que soy ese animal enfermizo. Y devorarte.
Y, ahí, porque de eso va el texto, en medio de la discusión y de los ejercicios comparativos para la eliminación de la culpa, perdemos las dos partes. Lo mismo es no querer pagar impuestos, comprar por internet sin iva en una web china, bajar una película en screener o echar en la cara de la otra parte mierda para que se sienta peor que tú. Son formas de relacionarse, de comportarse, de usar estrategias para calmar los límites que no nos gusta sentir.
Hay dos maneras de ganar en un juego imposible. Una es no jugar. Otra es perder los dos.
El caso es que en más de una ocasión, como si fuera un experimento Milgram a la inversa, las acusaciones salvajes caen de un lado con el fin de justificar o reducir el porcentaje de culpa de la parte contraria. "Robo porque me roban"- es una afirmación muy extendida y eso excusa del delito al infractor. Ser un autentico hijo de puta no es tan malo cuando se tiene la idea asegurada de que hay alguien mucho peor. Dar un puñetazo en la cara a Pol Pot no está tan mal porque asesinó a millones de camboyanos inocentes. Buscar datos empíricamente demostrables por los que yo pudiera ser una persona tóxica es la excusa válida con la que coger el hilo de porcelana que pudiera mantener viva la amistad necesaria para un apoyo en algún momento de la vida futura y lanzarlo contra el suelo convirtiéndolo en pedazos imposibles de unir con el pegamento del recuerdo.
Es el portazo de toda la vida tirando la llave intentado dejar el cadáver del enemigo sangrando en el suelo, ahogándose, como Jimmy Hendrix o Bon Scott después de una noche a destornilladores, en su propio vómito. Es el malo muriéndose con dolor al final de la película. Es la muerte del cazador de la madre de Bambi, un dictador pudriéndose en una panteón abandonado o una famosa descontrolada de antaño en el catálogo de un prostíbulo de carretera.
A veces, como una pena de muerte ante un daño atroz, somos incapaces de valorar si devolvemos un castigo desproporcionado. Somos incapaces de tener medida en la respuesta e incluso estamos incapacitados de descubrir si, con ello y con los puñetazos al aire que da sin control un niño desatado y enfurecido, pudiera golpear los genitales de su progenitor hasta el punto de no tener hermanos.
Soy o fui. Seré, quien sabe, un tipo tóxico. Podré reaccionar con algún catalizador que me convierta en un elemento inestable, como una reacción química descontrolada, como me puedo descontrolar en un exceso de alcohol que me lleve al infierno o a la exaltación de la amistad. Como uranio dando luz nuclear a todo un pais y calentando las calefacciones de los orfanatos, si se me utiliza sabiamente.
Si me acusas de ser el carnicero de Rostov existe el riesgo de explotar en un hongo nuclear, de volverme loco, de creer que soy ese animal enfermizo. Y devorarte.
Y, ahí, porque de eso va el texto, en medio de la discusión y de los ejercicios comparativos para la eliminación de la culpa, perdemos las dos partes. Lo mismo es no querer pagar impuestos, comprar por internet sin iva en una web china, bajar una película en screener o echar en la cara de la otra parte mierda para que se sienta peor que tú. Son formas de relacionarse, de comportarse, de usar estrategias para calmar los límites que no nos gusta sentir.
Hay dos maneras de ganar en un juego imposible. Una es no jugar. Otra es perder los dos.
eximente.
Me encantas!
ResponderEliminarLa gente manipuladora nunca sabe que lo es. Jamás hacen caso cuando le dicen el daño que hacen a los demás. Afortunadamente la vida se lo devuelve en forma de soledad.
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