22 de julio de 2014

La vida pública

En "La Vida Inesperada" Javier Cámara se empeña en contarle a su madre lo maravillosamente bien que le van las cosas, lo estupendo y fantástico que es vivir el sueño de lograr lo que uno ha querido conseguir a lo largo de la vida y, en realidad, no es así. No lo es porque lo cierto es que casi nunca es así y, de una manera irracional e inconfesable, intenta mantener esa imagen paralela mientras sobrevive como buenamente puede y, lo que es peor, "comiéndose los marrones" en la soledad del mentiroso.

En realidad empiezo a estar convencido que hay una especie de agravio comparativo que exige a cada uno ser diferente a lo que es. Es más, exige ser una especie de clon de los demás.

Algunos estudios empiezan a demostrar que nos dedicamos a imitar, más tarde o más temprano, el comportamiento de nuestros "amigos" en las redes sociales. Casi de la misma manera que miles de adolescentes convencidas de ser entes personales, incomprendidos por sus padres, independientes, particulares y con gustos personales e intransferibles se compran minishorts vaqueros para ser calcomanías entre si, una gran mayoría de personas se empeña en irradiar una imagen cada vez más similar hacia el mundo exterior. Fotos de verano. Fotos de fiesta. Fotos de playas o de montes. Indignaciones con los que abusan de los animales o de la naturaleza. Chistes tontuelos. Los virales van convirtiendo a la mayoria en una misma cosa.

Dice un artículo sobre la felicidad y la infelicidad:

And then there’s social media. Today, each of us can build a personal little fan base, thanks to Facebook, YouTube, Twitter and the like. We can broadcast the details of our lives to friends and strangers in an astonishingly efficient way. That’s good for staying in touch with friends, but it also puts a minor form of fame-seeking within each person’s reach. And several studies show that it can make us unhappy.
It makes sense. What do you post to Facebook? Pictures of yourself yelling at your kids, or having a hard time at work? No, you post smiling photos of a hiking trip with friends. You build a fake life — or at least an incomplete one — and share it. Furthermore, you consume almost exclusively the fake lives of your social media “friends.” Unless you are extraordinarily self-aware, how could it not make you feel worse to spend part of your time pretending to be happier than you are, and the other part of your time seeing how much happier others seem to be than you?

En una determinada medida la exaltación de la vida pública tiene una serie de puntos negros. La infelicidad de no ser tan feliz como aparentan ser los demás, casi como si una parte de nosotros nos quisiera convencer que todo aquello es cierto, que nadie tiene malas tardes, que ninguno, en ningún momento, se siente solo, que a nadie le dejan, que no discuten, que tienen el césped más verde y carecen de granos.

Claro que tampoco consiste en ser un pozo de insatisfacción con patas.

El otro punto negro es creerse sus propias mentiras. "Soy feliz, mira mi perfil de facebook". "Soy ocurrente, revisa mi twitter". Ayer mismo tuve que defender que, aunque nuestra documentación insista en que somos adultos cada vez más una parte de la sociedad se niega a admitir lo que realmente es y el motivo por el que hace muchas cosas. Un alcohólico puede asegurar que bebe porque se siente solo, porque le gusta demasiado la bebida, porque necesita aislarse de la realidad. Hay miles de alcohólicos y de yonkis del postureo social que juran que lo hacen porque son así, porque son felices, porque su personalidad es así de arrolladora. En realidad es una manera de escapar porque nadie está eternamente de fiesta ni es completamente feliz. Debajo de la manta de la última actualización hay una suciedad que no se quiere ver, que se niega y que, por supuesto, desaparece de una imagen pública cada día más parecida a la que socialmente se establece como estándar. También nos imitamos en los restaurantes. En "En Club de los Poetas Muertos", aun siendo libres para caminar a su libre albedrío, terminan caminando a la vez.

Pasar cinco minutos al dia pensando a solas es un drama para muchas personas. Ser uno mismo, si acaso se puede llegar a intuir cómo es uno mismo en realidad (lo cual no es tan sencillo ni tan habitual)  es aterrador, difícil, complicado. Se corre el riesgo de no ser aceptado y eso, en este mundo necesitado de pertenecer a algún tipo de grupo, es un drama inaceptable para una mayoría.

Cuantas veces, en medio de una urbanización, las casas se despiertan casi a la misma hora y van al mismo supermercado. Cuantas veces conducen el mismo tipo de coche y tienen los hijos a la vez. Cuantas veces se ríen de las mismas cosas y escuchan a los mismos artistas, que no la misma música. Cuantas personas dicen que les gusta Melendi y no Estopa cuando, en realidad, hacen casi lo mismo. Cuantas personas han caido en mil modas y han hecho el mismo régimen o han ido al mismo sitio de vacaciones. El tsunami de "lo que debe de ser" empapa todo y arrastra, como si fuera una maldición, a quien no sigue las normas de ese instante. Todos sabemos que hay dos tipos de amigos: los que tienen whatsapp y los que no. Para algunos los que no tienen whatsapp desaparecen, los que no publican en facebook no existen. Yo no tengo twitter y eso no me hace menos ocurrente.

En esa carrera de fondo consciente o inconsciente por lograr una felicidad personal hay trampas, metas que no lo son, fakes sociales.

Yo no le cuento a mi madre, cuando estoy acatarrado, que lo estoy. Pienso que así no la preocupo. Ella sabe que estoy acatarrado pero tampoco insiste de la misma manera que, si me nota triste, hace como si no pasara nada. Mis clientes creen que tengo una salud de hierro porque nunca he faltado al trabajo. Quieren ser tan sanos como yo. En realidad no lo soy. En realidad hay días que me siento solo, que me encantaría que me desearan y me follaran y me buscaran y me contaran un chiste. Hay días en los que quiero ver una película acompañado y hay días que quiero dormir solo de la misma forma que me gusta, a veces, bajar a por un croissant y otras tomarme un café para salir a la carrera. He aprendido últimamente que soy todas esas personas y, lo cual es más dificil y mucho más importante, que cada uno de los que me rodean, por mucho que insistan en que no lo son, también lo son.

El miedo, el frío, la sonrisa, el deseo, la angustia, la soledad, la compañía... las tienes tú también aunque tus perfiles digan lo contrario, aunque quieras creer que no y aunque mientas a tu madre volcando la balanza hacia tus sueños, como Javier Camara.

No quiero decir que tú, tus amigos o yo mismo mintamos o seamos conscientes de esas mentiras, ni siquiera quiero decir que no puedan ser satisfactorias mentiras piadosas para maquillar la verdad que se compone de sabores y sinsabores, gatillazos y abrazos a partes iguales. La vida pública, si es que es tan chula como un anuncio o una telenovela, poco a poco está dejando de ser la vida.

La posibilidad de ser cualquier cosa nos está, por el motivo que sea, convirtiendo en clones.

2 comentarios:

  1. Di que sí, pero no te obsesiones tanto con el cesped.
    Pensar, aunque conduzca a errores y a frustración, es el mejor antídoto contra la clonación.

    Común sin sentido (y sin conexión)

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  2. Ahora, ya con conexión vía cable, fui capaz de conectar, sinápticamente, tu inspirado artículo con uno antiguo mío en el que intuía la dificultad de pasar cinco minutos al día con uno mismo.

    http://www.comunsinsentido.com/2011/10/las-ideas.html

    Eran otros tiempos. Yo andaba más inspirado y escribía píldoras más fáciles de trasegar.

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