6 de septiembre de 2013

Los derechos excesivos (de los demás)

Hay personas que no deberían de tener derechos. Los pobres lo piensan de todos los ricos, los ricos de más de un pobre. Los Occidentales blancos del KKK de los negros y de los árabes, que son los nazis de principios del XXI. Los árabes lo piensan de los judíos y los judíos hacen dinero mientras los demás se preocupan de esas tonterías. El caso que es que siempre hay alguien que no debería de ser igual que tú, porque es así y porque todos queremos estar en la parte alta de la escala evolutiva.

Por supuesto, nosotros lo merecemos todo.

Merecemos el amor y el cariño, un poco de vicio y algo de sexo. Merecemos un aumento de sueldo y servicios gratuitos y de calidad de la misma forma que se pongan todos los semáforos en verde cuando aceleremos con el coche sin multas, porque todas las multas son inmerecidas como los suspensos de los adolescentes.
Poco ha cambiado desde aquel momento en el que "el profe me tiene manía" a alguno en el que "mi jefe es un avaricioso egoista" se repite delante de la mesa donde las familias ya no comen juntas.

Cuando no nos quieren como queremos o cuando no nos sentimos valorados como nos gustaría que fuese nos inventamos excusas que nos dejan en un lugar de incomprensión y desamparo. "Han sido los de Wall Street" o "Se estará follando a otra". En realidad la verdad no es ninguna de esas cosas y tampoco es una culpa como un mazo que debamos soportar a lo largo del monte de los Olivos. Es un porcentaje. Lo porcentual siempre es medio lleno o medio vacío.

Supongo que es más fácil ser un adolescente rabioso y dependiente que un adulto con criterio y capacidad de asumir las pequeñas frustraciones que nos dan los meses de septiembre.

Los adolescentes hablan de sus derechos por encima de los derechos de los demás (o , como mucho, por igual) y se sienten castigados por un sistema abstracto y opresivo del que no pueden salir y del que necesitan aire para respirar en forma de conexión de datos a alta velocidad con la que crean tuits en los que dicen lo hartos que están.

Luego se buscan en google.

La mayoría de esos adolescentes tienen hijos, coches e hipotecas.

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