Soy un hombre y soy tan tonto que hice ejercicios de sexo tántrico para poder controlar mi perineo y así durar el suficiente tiempo durante el coito para que ella, la dama, hiciera lo mismo que cuando estamos ante una puerta giratoria: pasar primero.
No me gustó el fútbol pero lo jugué en el patio del colegio un momento antes de pegarme con otros compañeros. Después, como me creí ser un snob aunque era bajito, quise probar suerte en el mundo del baloncesto y miraba de reojo el peinado de George Michael. Estudié tecnología y conduje rápido como se esperaba de mi. Tuve alguna novia y las quise a todas, incluso a las que no me quisieron. Más o menos se puede decir que mamé de todas las fuentes del hombre estandar. Más o menos se supone que me dieron en una caja el manual de instrucciones y con eso debería de valer.
Pero mi generación se topó de golpe con que las instrucciones ya no eran tan válidas. El macho alfa ya no era el faro que todo lo guía. Tampoco era un problema. Esa definición de hombre en contraposición a lo que se supone que no es ("llorar es de niñas") me permitió no ocultar, como ocultan los superhéroes, la kriptonita que cada uno tenemos.
Así que ni era el príncipe ni era Alfredo Landa. Supongo que fue el momento en el que me volví adulto.
Quise tener novia, pero no valía sentir miedo. Tampoco valía querer el calor de algún abrazo, porque quien debe de proteger es el hombre, lo cual es una estupidez. Había que ser gentil, pero no ser agobiante. Ser amante, pero no un hombre ocasional. Ser detallista, pero dejar espacio libre. Ser moderno, pero acompañar a las bodas cogidos de la mano. Ver, juntos en el sofá: gran hermano, depilarse, convertirse en Mr Big por arte de magia.
Mis queridas mujeres: Sexo en NY es una serie escrita por gays, no por mujeres. A nosotros nos gusta que nos deseen y que nos quieran, que nos busquen y que nos traten, al menos, como iguales. No somos príncipes y vosotras no sois princesas. Nos gusta follar tanto como a vosotras, nos da miedo que nos abandonen, que nos engañen, nos sentimos culpables al mirar el culo de la chica que pasó a nuestro lado y lloramos algunas noches, si es que la masturbación aún nos ha dejado con energías porque preferimos teneros a nuestro lado, por muy machotes que nos imagineis. Ese rol absurdo y pueril de la mujer que se comporta como cree que se comportan los hombres está tan demodé que resulta agotador y más de un día se convierte en una lucha imposible de ganar mientras miramos una y otra vez por si acaso tenemos una invitación a vuestros brazos o a vuestros pechos. Pero esa invitación no llega nunca porque creeis con furiosa cólera que la ha de hacer el hombre, casi como un ceremonial de la seducción. Si somos iguales: queremos que nos seduzcais, queremos que nos busqueis, queremos que nos deseeis, que nos folleis, que nos ameis, que nos inviteis, que nos hagais sentir merecedores del refugio de vuestro cariño. Lo pedimos casi como señoritas, como si los hombres que somos fueran las Sisi Emperatriz del siglo XXI.
Un grupo de mujeres de fiesta juega con el componente sexual de sus vestidos, se divierte con los hombres que, por norma, han de revolotear a su lado para subirlas el ego y, con suerte y por decisión femenina, las faldas. Un grupo de hombres se pregunta qué tomar y hablan entre sí de deportes o de coches, porque es lo que aprendieron de la misma forma que van al baño de uno en uno. Las chicas tienen fotos de sus pretendientes desnudos en el ordenador, los hombres fotos de actrices porno.
Nos hemos convertido en títeres, en herramientas, en animales perdidos que se sienten azotados cuando no hacen las cabriolas que se esperan de ellos, cuando la erección no dura lo suficiente, cuando desvían la mirada, cuando no llevaron flores o no recordaron una fecha.
Ya está bien. Ya vale. Ya no podemos con ello. Os adoramos como diosas y, algunos días, las prebendas se convierten en insuficientes. Demasiados días. Demasiadas veces. Todas las veces que volvemos a casa echándoos de menos. Todos los días en que soñamos con que también nos vais a buscar como os hemos buscado tantas veces, como nos hemos arrepentido tantas veces de no ser todo lo que se espera de nosotros, porque sólo somos hombres.
Y los hombres del siglo XXI sienten y se enamoran, se enfadan y tienen necesidades, lloran, se excitan, se cansan, se duermen y también tienen sueños, también quieren encontrar un refugio, tener hijos, enseñarles a montar en bicicleta, ganarles al baloncesto y saltar al abismo de saber que, pase lo que pase, les vais a dar un beso de buenas noches mientras les dejais un espacio en la cama antes de robarles las sábanas a media noche, que es lo que hacéis las mujeres entre sueño y sueño, justo antes de esperar que hayamos preparado el desayuno sin manchar la encimera.
Oye, que los roles se imponen y se asumen. Que si alguien tiene el poder de imponer un rol, es porque el otro se lo esta dando (el poder).
ResponderEliminarEl victimismo no mola.
Y toooodoooo esto que acabas de generalizar con una facilidad abismal, desde mi punto de vista, se desenvuelve mas bien en un plano individual o personal.
Si que Disney ha hecho mucho daño, pero no jodas...que aqui la gran mayoria ha recibido una cuantas cachetadas de realidad como para darse cuanta que la vida no es un puto film. ¿O es que las chicas de las que hablas cagan flores?
Ya no me meto con lo absurdo del "hombre del s. XXI"...que pareciera que hablaras de un maldito súper heroe intergaláctico!
No creo que haga falta ponerse asi de grosera!!esta claro que tu no perteneces a disney.Tampoco creo que este generalizando,y de victimismo tampoco,si hablas que no sea desde la ignorancia.creo que hay que conocer las circunstancias para poder juzgar.
ResponderEliminar¡Arf! ¿Arf! Estoy achicando el agua de mi casa con un cubo de juguete (del niño que tuve con mi ex, el cual se separó de mi para no ocuparse de él jamás). El cubo es tan pequeño que me duelen los riñones pero no hay pasta para comprar uno de verdad)
ResponderEliminarA los vecinos les chorrea el agua por los resquicios de las paredes y la inundación amenaza con extenderse a todo el barrio. El agua ya me llega al cuello.
Todo por tu causa. Jamás, en mi vida, he llorado tanto como hoy.
Creo que tu punto de vista es un caso aislado o fruto de la inspiración de un mal día. Si has estado con una mujer que no te ha tratado como debía... quizás has elegido mal (no pasa nada, yo elijo mal constantemente) Pero ese tipo de mujer del que tu hablas, que impone, es la que termináis eligiendo al igual que muchas mujeres seguimos solteras pues solo nos fijamos en cabrones... Supongo que reconocerlo es un buen modo de empezar a poner remedio al asunto.
ResponderEliminarAgur!!
"Te amé como sólo se ama a los cabrones", creo que es el título de un libro. En realidad esa concepción de que en el amor o en las relaciones algunos nacen para ser principes y otras para ser princesas es sobre lo que me rebelo, cansado de toparme una y otra vez con mujeres que, de una forma y otra, parecen sacadas de Sexo en Ny. Me cansa esa pose, no esa imposición. ¿Es victimismo?. Es hartazgo. Hay veces que parece que por ser hombre se carece de sentimientos y hay veces que, si se muestran los sentimientos, uno es poco hombre. Los cabrones ligan más. Aquellos y aquellas que cumplen los arquetipos son más fáciles, porque no traen sorpresas. Pero, como hombre, reivindico que nos quieran y nos deseen y nos hagan la corte, porque también nos gusta en estos tiempos en los que las mujeres habeis reclamado la igualdad y esa igualdad lleva también estas cosillas consigo. No creo que sea un caso aislado ni fruto de un mal dia, por mucho que mis elecciones sean incorrectas todas las veces, al menos todas las veces en las que me han preguntado si dejé la armadura en el portal, cerca del caballo, para salvar a la dama. Yo solamente quería un refugio. Si tú tienes tus necesidades no dudes que yo también.
ResponderEliminarpues a mi me ha encantado, conecto mucho con tu manera de pensar. Siendo mujer, entiendo muy bien "lo masculino", adoro a mis hermanos, me gustan los hombres como tu
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con Pandora. Ese tipo de mujeres que muchos hombres decís estar hasta el cuerno de ellas, son las de vuestra preferencia.
ResponderEliminarTodas mis amigas que han adoptado el rol de princesas, arrasan siempre. Son las que os rompen el corazón, corazón de cazador, porque esas mujeres constituyen todo un reto para vosotros. Lo mismo que el reto de ligarse al macho alfa por parte de las mujeres.
El mar está lleno de peces; aparta los ojos de las princesas y verás que hay más mundo.
También opino que se trata de una cuestión de mala elección. Personalmente, y aunque he recibido muchas críticas por ello, opino que al igual que otras parcelas de la vida, las cuales cuidamos con esmero y somos selectivos (en el sentido de escoger lo que crees que es mejor para ti, lo que mejor te haga sentir bien), por ejemplo, comer bien y sano; lo mismo se podría aplicar a los temas del "corazón" o como queráis llamarlo.