Estos días, casi como la desesperación absoluta de asumir como cierto algo que no quisimos creer, más o menos como enfrentarse a que tu mujer ya no te quiere sin aceptar que son cosas que pasan, el deporte y la política se ensucian (una vez más) con la mancha del fraude y ese olorcillo a podrido que salpica a un honesto concejal de transportes de un pueblo de tercera y al tipo que corretea por las tardes cuando buscas sitio para aparcar cerca de tu casa.
No es que se haya descubierto que las bolsas de sangre supuestamente preparadas para sustancias dopantes fueran para futbolistas y ciclistas, para corredores de fondo y para saltadores profesionales de comba, sino que, además, una red descubierta a lo largo de toda europa demuestra haber amañado más de 700 partidos de todas y cada una de las competiciones que quedaban en la memoria del confiado aficionado como un ejemplo de la superación y el esfuerzo de sus héroes del balompié.
Tampoco queda libre el último afiliado de cualquier partido político cuando en esa red de favores y deberes, de compañerismo "siglado" y de administración pública del esfuerzo tributado por los demás, salta a los titulares con putas y cocaína de ayudas al primer sector, con trajes y comisiones, con yernos de sangre azul y 22 millones en suiza o treinta y tantos al abrigo de algún nacionalismo. No se libra el esfuerzo de las empresas que trabajan miles de horas con el sueño de ser innovadoras y recompensadas por su inteligencia y valor cuando la sacrosanta Standard&Poors ha sido oficialmente denunciada por el mismísimo gobierno de EEUU por especular con las mismas recomendaciones que se supone que hacían imparcialmente y con las que hundieron a medio planeta confiado en la honradez del esfuerzo humano y en millones de honestos emprendedores.
Está claro, como dice mi madre, que el dinero es muy malo y lo mancha todo. Tampoco nos valen los defensores de la moral y la verdad cuando nos encontramos a monaguillos sodomizados debajo de algunas sotanas o imanes islámicos que miran a otro lado cuando violan a sus mujeres en autobuses de línea de El Cairo. Teníamos nuestros honestos sistemas y hasta ahora, cuando las sociedades no creían en sus sistemas, se encerraban en sus deportes. Ahora el deporte y el sistema se desmoronan por igual. No sabemos si se soborna a un senador o se droga un árbitro. No sabemos, como el que asiste atónito a un juego de magia, donde esta el truco pero asumimos que todo tiene truco y , así, es imposible disfrutar del espectáculo o esperar un resultado satisfactorio.
Cuando Bahamontes corría el Tour de Francia admitía que llevaban alcohol en los botellines para calentarse ascendiendo las montañas. Ahora sería un yonki del pedal y un ejemplo responsable del alcoholismo juvenil. Sin embargo es una broma comparado con una planificación médica digna del mismísimo Armstrong.
Algunos afirmarán que es necesario creer para poder avanzar hacia algún sitio más reconfortante o para poder vivir el asombro inocente, banal e infantil del truco de magia del mago. Algunos necesitan sentir que existe un lugar puro donde las normas son iguales para todos y todos juegan con las mismas cartas. Sin embargo no hay una diferencia importante entre una corruptela u otra, un sometimiento de las normas para la consecución de los resultados necesarios, una chuleta en un examen, una manera de saltarse un semáforo en rojo para llegar antes o una mentira cuidada para no dormir solo.
Cuentan que Maquiavelo ha vuelto a estar de moda y su principal caracteristica era su capacidad de mentir y engañar, de someter y traspasar los límites para la consecución final de aquello que le cegaba disfrazado de objetivo. Ese ha sido muchos años el becerro de oro que hemos querido alcanzar sin descubrir que éste era el resultado.
Y las demostraciones valen para todos y cada uno de los campos. Campos de futbol, campos de cultivo y campos expropiados para carreteras comisionadas.
Probablemente porque todo se compone de personas.
Y las demostraciones valen para todos y cada uno de los campos. Campos de futbol, campos de cultivo y campos expropiados para carreteras comisionadas.
Probablemente porque todo se compone de personas.
Lo peor de todo es que cada vez se esconden menos y se esfuerzan poco en ocultar lo que son.
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