11 de febrero de 2013

90% de sádicos justicieros

Es curioso. Del 100% de los homicidios está calculado que solamente el 10% lo hacen personas malas. El resto, es decir, la mayoría, los cometen pensando que es su forma de establecer la justicia. Eso significa que cuanto mayor es nuestra concepción de la moral y la verdad mayores justificaciones encontraremos a nuestros arrebatos homicidas, siendo el homicidio un extremo cuantificable.

Viene a ser que tenemos a un Charles Bronson en nuestro interior que reclama, cual Clint Eastwood, que nos plantemos en un lugar justiciero del mundo pidiendo, con el malo sollozando por nuestro perdón, que nos alegre el dia.

Eso mismo da una explicación ante otras múltiples situaciones de nuestra vida actual. Eso explica, probablemente, decisiones políticas, militares y personales que se han tomado en algunos momentos. Estoy convencido que Aznar, en ese arranque chulesco junto a su amigo George, estaba convencido que meter a España en una guerra contra unos tercermundistas árabes era bueno para el estado y que , además, con ello iba a equilibrar el mundo de esa injusticia que se acercaba por el este. Estoy seguro que Hitler creía que matar judíos era el paso necesario para la consecución de un mundo mejor de la misma forma que apedrear a las mujeres lo considerarán justicia algunos árabes o recordarme lo psicótico hijo de perra que he podido llegar a ser sea una  herramienta por parte de alguna ex novia vengativa para intentar que me comporte mejor o equilibrar el daño que seguramente cometí. Cuando Sanchez Gordillo roba y amenaza en un supermercado cree que es la manera de que el proletariado se rebele contra el gran capital opresor. Todas esas acciones llevan implícita la creencia, por parte del ejecutor, de que se está realizando un bien.

Y eso sucede el 90% de las ocasiones.

Sucede cuando un dictador malévolo lanza a sus aviones contra la población indefensa y cuando un cacique  vuelve a reponer el derecho de pernada. Sucede cuando  suben los impuestos y cuando un americano grita que tiene derecho a defenderse con sus propias armas, porque cree, en realidad, que las va a utilizar para hacer un bien. Sucede cuando te mandan a dormir al sofa y cuando no quieren quedar contigo para que reflexiones sobre lo que hiciste mal. Sucede, incluso, cuando el sexo se convierte en una moneda que solo podrás gastar el día que accedas a comprometerte o cuando tú mismo, en un alarde de justicia infinita y absurda, consideras que es mejor quedarte en casa viendo cómo te come la soledad en vez de quedar para compartir anécdotas y dejar atrás rencillas infantiles implícitas en las relaciones.

En la mayoría de los fraudes, los daños innecesarios y los delitos existe un mecanismo mental que nos intenta convencer del peso de la justicia lograda, de la bondad de nuestros actos aunque sean repulsivos, infantiles o especialmente dolorosos. El 90% de las veces que hacemos daño creemos, en realidad, que hay algo bueno en el futuro resultado. No quiere decir que nos engañemos siempre o que algún tipo de daño colateral sea necesario en las dolorosas decisiones que nos vemos obligados a tomar muchas veces a lo largo del día sino que nuestro cerebro nos engaña, en mas veces de las que deseamos, pensando que lo que hacemos tiene un lado bondadoso.

Y que cuanto mayor es nuestra fortaleza moral y más creemos en los valores y la justicia, más fácil nos convertimos en sádicos.

Pd: canta Julio de la Rosa en su último disco "pequeños trastornos sin importancia"

1 comentario:

  1. Ahora me he acojonado, igual mi moralidad se vuelve en mi contra. Tengo un gran dilema.

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