A veces me pregunto si acaso, en la soledad de su alcoba y en ese momento de reflexión personal en la que se busca la parte de arriba del pijama, los gobernantes lloran. Me pregunto si acaso los grandes directores de las compañías que gobiernan el mundo y la explotación de la naturaleza se paran a pensar por un segundo en las implicaciones de sus actos o si solamente hacen un calculo mental de los votos o las ganancias que obtendrán con unas u otras decisiones.
En realidad lo que me pregunto es si acaso para ascender en la escala de la sociedad que hemos creado y en la que hemos querido poner a personas a las que hemos otorgado poderes de superheroes lo que hay que aplacar, como quien aplaca la ira o las lágrimas, son los sentimientos o la inteligencia.
Sin embargo creo que sobre nuestras cabezas no damos la más mínima oportunidad al cambio de parecer o a la aceptación del error. Necesitamos radicales al frente de nuestras inquietudes, como si la mera determinación haga al personaje más fuerte para que pueda decir que fue honesto de principio a fin. Nos encantan los gritones y hemos reducido a los teóricos a las cuevas de la reflexión. El siglo XX y lo que llevamos de XXI está lleno de triunfos populistas.
Ayer hablaba con un amigo, perroflauta convencido, sobre las personas y el mundo, sobre esas cosas que tienen que ver con la manera de sentir de la masa y la forma en la que todo eso nos afecta como individuos. Me decía, en ese juego que tiene siempre de desautorizar mis argumentos desde la base, que siempre intento basar mis quejas en una critica hacia los demas buscando el punto en el que el enemigo parezca tonto, como si eso desautorizara cualquier consideración posterior del mismo enemigo. Me preguntaba, para después acuchillarme dialécticamente, si era capaz de nombrarle a dos personas a las que yo no considerara estúpidos. Busqué dos. Uno es Ander y otro Santi. Eran compañeros en el colegio y coincidi con ellos en una cena de antiguos alumnos. Los dos tienen en común ser de esas personas que sorprenden cuando hablas con ellos dando por igual el tema que sea porque su brillantez mental es espectacular. Sin embargo, le decia, ambos son dos tipos que no son militantes. Es decir, que son dos personas que no te les encontrarás en una manifestacion ni gritando contra una situación injusta en medio de la calle. Son dos tipos que se dedican a solucionar sus problemas y que pueden ayudarte en el planteamiento de la verdad que te ronde por la cabeza, da igual que sea la manera más correcta de freir un huevo o la carga de materiales en la construcción de un puente.
Mi amigo me dijo, entonces, que las personas que no hacen nada no son personas admirables porque les falta valentia. Yo le respondi que una faceta maravillosa de los seres inteligentes es no abandonar nunca la posibilidad de admitir que quizá se equivoquen y que toda esa banda de gritones y psicóticos manifestantes que han dividido su cerebro en buenos y malos no pueden proporcionar la inteligencia que necesita el mundo. "Ahí tenemos nuestro punto de partida irreconciliable"- me dijo.
Supongo que la verdad está en un punto intermedio entre lo que él piensa y lo que pienso yo, aunque en las discusiones siempre hay que irse a algun extremo del cuadrilátero porque, si no lo haces, no existe el momento adrenalínico de la discusión. La verdad no está en el bando de los más valientes, quizá tampoco en el lado de la inteligencia, sino en algún tipo no muy listo que sea capaz de hacer algo con una prudente valentía.
Supongo que, si los problemas fueran muebles del ikea, la verdad está cuando despliegas el manual en el suelo, separas los tornillos, organizas los tablones y empiezas a hacer cosas hasta que la conjunción astral del cerebro y las manos terminan pariendo un mueble barato con diéresis. (Que es mejor que nada y peor que el mueble que quisiste tener)
La creación de esa sociedad nueva que va apareciendo resulta ser un trabajo en común donde la parte teórica y práctica se respetan para la consecución de un objetivo. Olvidar a cualquiera de las dos en medio de un discurso sin hechos al abrigo de un mitin o en una manifestación multitudinaria sin discurso plausible es una pérdida de tiempo por la que algunos, probablemente los menos, llorarán en sus alcobas mientras buscan la parte de arriba del pijama.
Quiero estar convencido que los gobernantes lloran pero que alguien les ha enseñado, casi como nos enseñaron erroneamente a los niños de mi generación, que no se pueden demostrar las flaquezas en público porque el público nunca será capaz de entenderlo.
Y sí, ahí estoy llamando tonto al público y mucho más a sus valientes que no son capaces de llorar, ni de pensar.
Quiero estar convencido que los gobernantes lloran pero que alguien les ha enseñado, casi como nos enseñaron erroneamente a los niños de mi generación, que no se pueden demostrar las flaquezas en público porque el público nunca será capaz de entenderlo.
Y sí, ahí estoy llamando tonto al público y mucho más a sus valientes que no son capaces de llorar, ni de pensar.
Olvidas, quizá, un aspecto, el de "querer hacerlo". Imagina una persona con un enorme cerebro "que sabe donde está la verdad" pero piensa, o mejor dicho, siente, que no le merece la pena revelarla a los demás; que solo quiere ser feliz con su pareja/casa/en/el/campo/leyendo/libros/acarciando/gatos, llámale X. En su mente -que es inifinitamente superdotada- opera una lógica con la que establece que: "... Solo viviré unos 70-80 años que, comparados con los años de historia que lleva la Humanidad peleándose e intentando relacionarse bajo un modelo 'acertado', son un simple suspiro. Años que, comparados con los años que tiene el planeta son la milmillonésima parte de ese suspiro. Y con la edad del universo son... ...".
ResponderEliminarSé feliz.
No existe "la verdad"
EliminarNo existe "la verdad"
Eliminarquerer hacerlo no es hacerlo. En realidad los mediocres poco listos que hacen cosas sencillas son mas importantes que A) los que no hacen nada siendo listisimos y B) Los que se quejan y gritan y hacen cosas como pollos sin cabeza.
ResponderEliminarsí existe la verdad. Cada uno tenemos la nuestra. Lo equívoco es pensar que la necesitamos para (con) vivir. Para convivir, compartir y crecer juntos hace falta voluntad, humildad y entrega. Desde ahí, y teniendo cada cual su verdad, podemos llegara encuentros que solucionen problemas. Los líderes superheroianos que hemos tenido o los tecnócratas que algunos piden tienen su razón de ser en la desidia del resto. NO vale lavarse las manos y pedir responsabilidades. Tampoco digo que la militancia y la valentía deban ser de por vida, tal vez cada cual tenga su momento. Pero el que lo tiene y no lo comparte...
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