Cuando yo era pequeño y mi madre me mandaba a la panadería de Mili a por pan yo pedía un determinado número de barras y las subía a casa. Era una actividad tan sencilla que hasta un niño como yo lo podía hacer. De repente, no recuerdo cómo ni cuando, yo bajé un día a por pan debajo de la que fue mi primera vivienda en propiedad y, en medio del sopor que dan las legañas, Dori (que es el nombre de aquella panadera), me preguntaba con una expectativa positiva si la quería grande o pequeña, de media cocción o baggette, de pan gallego o con pasas, hogaza o ... y me bloqueé. "Pan"-dije. "Una barra". Reconozco que mientras guardaba los cambios me estuve fijando en los compradores. Un chico alto con un patinete de esos que tienen una barra delantera para que los padres lo puedan acarrear los domingos pidió "dos barras de media cocción". Una señora solicitó "una bagette que tenga color". Un jubilado compró un "gallego". Yo me pregunté, buscando mi portal, el motivo por el que no acudí a la clase de "tipos de pan" en el colegio.
Más o menos me sucedió lo mismo invitando a café a un grupo de amigos. En mi pasado el café era solo o con leche pero, por alguna razón, llegué a la barra con "un americano con sacarina, un descafeinado de cafetera corto de café, otro pero de sobre y templado, un solo con hielo y, para mi, uno con leche". Afortunadamente nadie empezó con el universo infinito de los tes.
Con los coches pasa lo mismo. Nadie tiene un coche, como si fuera un dispositivo de transporte genérico. Tienen un SuV, una berlina, un monovolumen, un cabrio sedán... Con los móviles se repite la situación: "pásame el smartphone, el iphone, el galaxy, la blackberry..." Algunos hasta se vuelven locos con las parejas: "es mi compañera, mi novia, mi prometida, mi amante, mi follamiga...."
El problema está en que si te vas a comprar pan y después te tomas un café antes de coger el coche para buscar a tu pareja no eres nadie pero si adquieres una baggette de media cocción antes de beberte un capuccino y de conducir el sportback hasta la casa de tu prometida y la avisas con un whatsapp desde tu iphone... entonces ya eres un contemporáneo.
Y un gilipollas, pero tan snob que no lo parece.
Tenemos que reonocer que la modernidad, muchas veces, consiste en poner nombres diferentes a las mismas cosas de siempre para creernos que estamos viviendo algo tan exclusivo y tan especial que sólo lo podemos vivir nosotros.
Ese es el idioma del siglo XXI. Un habitante del siglo XX que tuviera que comprar pan no entendería nada.
Pues un cromañón de hace 20000 años pensaría que para comer, dormir y follar, además de no entender nuestros hábitos, pensaría que no hace falta darle tantas vueltas.
ResponderEliminar... que es lo mismo en definitiva.