Porque, la verdad, es que si jugamos al juego de evitar la obsolescencia es más que probable que nos empeñemos en buscar en el lugar equivocado. El problema es que vivimos en un mundo lleno de opciones que se entremezclan y que nos engañan, como quien vive escuchando el ruido ensordecedor que hacen los altavoces sociales, diciéndonos que con aquel coche que durará siempre no será necesario buscar compañero de viaje, porque la radio no nos dejará solos nunca.
Ayer me contaron que el gran triunfo del capitalismo reside en la gran labor publicitaria que vive desde los años 20. La publicidad de hacernos creer que para ser feliz hay que comprar y hay que cambiar. La publicidad del american way of life. La felicidad del uso y disfrute. El nuevo coche, la nueva tecnología, el nuevo iPad, la próxima red social y hasta el nuevo amante.
Primero llegó la prensa, después descubrieron el gran poder de las felicidades relatadas en el cine. Más tarde el gran poder del modo de vida que nos gritaba la televisión y ahora el grandísimo poder del modo de vida que nos vende Internet.
Nuestros abuelos tenían dos opciones: vivir o morir. Era sencillo. Nuestros padres tenían la opción añadida de mantenernos con su esfuerzo o renunciar a nosotros. Nosotros, como si fuéramos una generación de oportunidades, podíamos ser lo que quisiéramos. Quizá lo quisimos ser todo. Quisimos ser unos de esos adolescentes que vivián en casa de los Cosby aunque no fuéramos negros. Quisimos ser Will Smith. Quisimos ser ricos, bohemios, médicos, abogados, glamurosos, guitarristas. Aprendimos que todas las opciones estaban delante nuestro. Casi habíamos pasado ver a nuestros abuelos sin tener que comer a poder comer cualquier cosa. Y nos convertimos en una sociedad de obesos cuando pudimos ser la generación más sana que nunca se hubiera visto.
Pudimos leerlo todo. Pudimos, incluso, tener acceso a toda la cultura antes de que el reggetton se convirtiera en número uno.
Y ante tanta oportunidad algunos se sintieron aturdidos por el ruido. Viene a ser lo mismo que ser un león que ataca a una presa cuando está sola pero no es capaz de elegir que antílope atacar cuando están en manada. Es no comer, no querer, no leer, no escuchar o incluso no decidir porque hay demasiadas oportunidades (y ninguna es igual que la que viste en el cine).
Pero las oportunidades son limitadas y lo que queremos que sea eterno, corazones, no se compra. Tampoco hace ruido. Solo susurra.
Pocas veces he sentido que una viñeta diga la verdad en tan pocas palabras, pero pienso que el capitalismo no triunfo por convencernos de lo que es necesario para ser feliz (un coche, uan moto..)nosotros mismos hemos buscados esos sucedaneos de felicidad mas faciles de encontrar y ahi sí nos lo han puesto facil.
ResponderEliminarSigues sembrao, un saludo.
OYE, QUE LAS QUE CAZAN SON LAS LEONAS. EL LEON ESPERA TUMBADO PARA COMER. QUE POCO CUNDEN LOS DOCUMENTALES DE LA 2.
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