7 de enero de 2012

Hacienda, los fraudes y los investigados

Hace algunos años, cundo la televisión empezaba en color (que no hace mucho), aún recuerdo los anuncios de Barbara Rey y Lola Flores diciendo que "hacienda somos todos". A Lola la pillaron un poco después.


El año pasado, en una de esas noticias que pasan sin llamar la atención, el gobierno portugués se encargó de ir preguntando a los recién casados sobre el restaurante donde habían celebrado su boda y, sobre todo, cual era el fotógrafo que les había realizado el reportaje. Descubrieron, los inspectores, que una gran cantidad de fotógrafos del pais luso no habían declarado los ingresos de aquellos trabajos por lo que reventaron, de la forma más tonta, el grano del fraude en el sector de los reportajes de boda.

Hace unos años un pequeño fabricante de ropa que tenía a bien ser cliente de un servidor fue visitado por un inspector. Había fabricado 100mil pantalones pero tenía una factura, de esas que se emiten para hacer bulto, de 1millon de perchas. El inspector pidió ver el almacén donde estaban las 900mil perchas restantes. Creo que la empresa cerró.


Se parece a esas noticias de Urdangarín que, trabajando en una empresa sin ánimo de lucro, se gastó 600mil€ en decorar una casa de 3mill€.

Defraudar a hacienda, como robar en el Corte Ingles, no es especialmente complicado. Todos, en mayor o menor forma y en la medida de nuestras posibilidades nos lo hemos planteado alguna vez. Otra cosa es que lo hayamos hecho. En nuestro sistema, que tiene más coladores que un queso de gruyere, siempre hay un listo que espera que las carreteras las paguen otros o que cree positivamente, al estilo independentista más tradicional, que no le parece correcto que sus impuestos vayan para otros porque recuerda a aquel alemán que se grabó en youtube alardeando de llevar años de baja tocándose los huevos en su sofá (no encuentro el video, juro que existe).

También es cierto, como excusa para el ciudadano de a pie que le pide una factura sin iva al fontanero, que los grandes fraudes suelen ir de la mano de las grandes fortunas. Y que para grandes empresas existe la posibilidad de crear otras más pequeñas, aceptablemente ruinosas, que se queden los beneficios que generan las de verdad. De la misma forma el famoso impuesto populista sobre las rentas más altas es una soberana tontería si un rico puede crear una empresa, ponerse a sueldo de ella y cambiar la titularidad de sus propiedades.

Las personas de bien, aquellas que están atadas a una nómina invariable, son los blancos más sencillos para los dardos de hacienda cuyos inspectores llevan años denunciando que se ven obligados a descubrir un mínimo de infracciones casi como esa historia urbana de la cuota de multas de tráfico que tienen que poner los agentes.

Si yo fuera un inspector y tuviera que elegir entre denunciar a telefónica, que tiene cien mil abogados y puede alargar el juicio cien años, o al vecino del tercero que no pagó el iva de su televisión de plasma y se acojona con una carta con el membrete del ministerio, ¿a quien ataco?.

Si me convierto en el malo que puede acabar con el equipo de futbol de tu cuidad porque le pagaron unos millones en dinero negro a la estrella que mete goles o le saco el dinero que tiene guardado para la universidad de sus hijos al utillero del club, ¿a quien investigo?.

Así que, particulares y pequeñísimas empresas: este año va a ser complicado. Por lógica y por hacienda.

No es justo, es dinero.

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