6 de diciembre de 2011

Levantarse (genéticamente)

Uno de los anuncios más nostálgicos y que parecen más lejanos en mi memoria, aunque es del año 93, es el del Vicks VaporUp. Probablemente hoy en día si apareciese una niña en la cama, con voz de pena pidiendo que le froten el pecho, más de una asociación de denfensa del menor, con furiosa cólera, prohibiría dicho anuncio entre los gritos de Sálvame donde se discute el tamaño del falo del secuestrador, asesino y violador de la hija de Albano.

Lo cierto es que muchas mañanas, a la hora en el que la radio empieza con su martilleo a base de noticias sobre mi mesilla de noche (que no en la mesilla contraria, que le pertenece a las visitas), suelo recordar a dicha niña porque a mi tampoco me apetece levantarme de la cama, porque no podré bailar.

Resulta que, aprovechando el empleo serio e importante de la ciencia y los fondos destinados a la investigación, un grupo de científicos han llegado a la conclusión que no quererse levantar por las mañanas es un resultado de nuestros genes. No somos vagos, estamos predestinados a serlo. Es una excusa.

Yo, lo reconozco, soy un tipo de mal despertar. No me gusta quitarme la sensación de sueño hasta bien entrada la mañana, porque me hace pensar que el día puede darme cualquier sopresa. Sin embargo me gusta rozarme por las mañanas, si es que aún no estoy absolutamente lúcido y tengo la suerte de estar acompañado porque no me fui, no se fue y además sé quien es. Las mujeres que he conocido son muy diferentes por las mañanas. Las he conocido que te patalean y te separan si las acaricias cuando sale el sol y las he conocido tremendamente parlanchinas por la mañana, lo cual es muy desconcertante si al otro lado suenan las señales horarias y está Francino parloteando sin parar. He conocido, incluso, a quienes te han despertado tu dormido falo para pedirte que, profundamente erecto, vayas a prepararle un desayuno de sartén. Y también he conocido a quien te lleva, casi dormido, a por el desyuno continental del hotel donde robas el mini tupper en el que te ponen la ensalada del buffet. Y recuerdo con profundo cariño las que te violan un poco antes de levantarte y te miran cómplices desde el humeante café. Si hay suerte, además, se meten en la ducha contigo.

Supongo que eso es lo bueno de algunas mañanas para las que ahora resulta que estamos geneticamente predeterminados. Yo tengo esos genes, seguro.

1 comentario:

  1. que asco das, chaval. esas cosas no se cuentan si no es para dar envidia. (de la insana, ya sabes)

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