Dinero, maldito dinero.
Todos lo noticieros abren con lo mismo. Todas las noticias, para bien o para mal hablan de lo mismo. Hablamos de dinero como si todos supiéramos lo que es y a todos nos faltase, como si fuera el amor, o como si fueran las relaciones sexuales satisfactorias: que lo tengan los demás siempre suena a afrenta.
Todos lo noticieros abren con lo mismo. Todas las noticias, para bien o para mal hablan de lo mismo. Hablamos de dinero como si todos supiéramos lo que es y a todos nos faltase, como si fuera el amor, o como si fueran las relaciones sexuales satisfactorias: que lo tengan los demás siempre suena a afrenta.
Que si los directivos de Novagalicia se han repartido comisiones cuando es un banco ruinoso, que si los concejales del ayuntamiento se han subido el sueldo un 30% (nadie sabe respecto de qué), que la reina de la diputación de León tenga 12 puestos de trabajo ella sola y vaya a hacer la compra en coche oficial o los concejales o que tu vecino haya cambiado de coche parece, en estos tiempos en los que la austeridad, la rebaja y el tijeretazo parece que te persiguen, una cuestión de mal gusto.
Mi abuela nunca hablaba de dinero, probablemente porque tenía y porque decía que era de mal gusto. Mi madre siempre dice que no hay que parecer ni rico ni pobre y algún amigo de Bilbao centro siempre intenta pagar la próxima ronda mientras otro de Barcelona también dice que lo hará, pero no le vi hacerlo nunca.
En realidad el dinero, hoy por hoy, parece que es el único tema de conversación que nos atañe. No hace falta que nos den una clara indicación de si es bueno o es malo el dato, que si se trata de parné siempre habrá de ser malo, estafador, irreverente, poco ético e incluso sucio. Si la persona que acompaña al dato es un político o Urdangarín (que me pregunto para qué va a ser un mangante si ya tenía la vida solucionada de la forma más antigua del mundo) entonces es mucho peor. Si empezamos la frase con "el dinero que percibe una mujer de 52 años, parada y con dos hijos..." entonces presuponemos que es una cantidad menor de la moralmente necesaria. Si empezamos la frase con "el directivo de la empresa, que percibe un sueldo de..." entonces es una cantidad robada al proletariado.
Nunca hay un punto medio en cuestiones de dinero.
Ni una conversación más aburrida en la que todos estemos de acuerdo porque siempre hablamos del dinero de los demás, que es lo mismo que hablar de los genitales de los demás sin preocuparnos por el nuestro, que siempre nos parece menos.
Yo no tengo un duro, pero unos genitales casi a estrenar. Mi alcalde tiene mucha pasta, pero seguro que hay cosas que le gustaría cambiar conmigo. No hay trato.
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