18 de septiembre de 2011

Privacidad


Hace unos dias la edición digital de la BBC publicaba un interesante artículo sobre las medidas que el gobierno alemán está obligando a realizar a esos grandes monstruos que comercian con nuestros datos y que se llaman facebook y google. Básicamente viene a decir que los alemanes han vivido en primera persona la monitorización de datos de cada uno de sus ciudadanos para el uso infame por parte, en aquella ocasión, de un gobierno que discriminó a quien quiso y utilizó todo aquello para convertirse en el superpoder que arrastró al mundo entero a una guerra y a la disgregación salvaje de aquellos que fueron identificados de una u otra manera.

En realidad google y facebook juegan a contarte que la privacidad es algo que permitirá, quizá (porque sigue siendo sencillo , aunque no tanto, saltarse un perfil o acceder a un historial), que tu pareja no pueda saber si tienes unas fotos de fiesta, un mensaje o un chat de aquellos que te hacen fantasear antes de dormirte. Te permiten jugar a poner pequeñas barreras bajo las que te sientes seguro mientras eso te da la excusa para dejar más y más datos en las bases de datos que nunca se borran de los servidores de ambas empresas.

Y esos datos, como si fueran las migas que tu pulgarcito va dejando por el camino, se venden a la compañía aérea que te ofrece un viaje barato a Italia o a esa empresa de consoladores que aparece a la derecha de tu muro. Esos datos pueden ser vendidos a cualquiera que abone la cantidad adecuada y a esas empresas tú y tu privacidad les importas bien poco.

Para saber si eres gay, hetero, amante de las armas, los zapatos, las camisetas con mensajes, de izquierdas o de derechas, alto, vicioso o si no eres capaz de vivir sin una edición limitada de star wars lo único necesario es aparecer con una oferta económica en el buzón de correo de dichas compañías. A ellas no les importa la utilización que se haga de esa información porque, en el campo de los negocios, no existe la ética.

Ahora sigue jugando con tus grupos, tu privacidad y piensa que lo único importante es que no sepan unos amigos que jugaste a dejarte querer por una o por otro cuando, en realidad, aquello fue la excusa perfecta para que los nuevos monopolios te catalogaran hasta un límite que no eres capaz de adivinar y que, en manos equivocadas, puede ser peor que descubrir que, debajo de toda esa privacidad, no había nada importante.

Piensa, con cada filtro, que dejas una radiografía de ti para que tus datos valgan un dolar más que ayer.

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