Ayer, aprovechando los últimos calores del verano, que son esos que te dejan el cuerpo cansado y un profundo dolor de cabeza presionando las sienes, apuraba un crianza frente a un luminoso y concurrido bar de ciudad sin ningún glamour, pero con muchos clientes.
Me topé con un buen caballero. Me saludó. Le saludé cortesmente. Mantuvimos una conversación insulsa sobre el tiempo, el eterno mes de septiembre y sonreímos un par de veces a fin de dar por terminada la charla y las presentaciones.
Fui incapaz de recordar su nombre. En vez de nombre resultaba ser ese usuario al que rescaté unas fotos de fiesta en las que aparecía disfrazado y sonriente rodeado de multitud de personas en medio de algún lugar costero que no pude identificar. Para mi, en la retina del recuerdo, es un señor que sale de fiesta, se disfraza y se hace fotos. Mi trabajo me da una visión de él incompleta, pero es la que tengo.
Después pensé en cierto comentario de mi hermana, médico de profesión, en el que, tras saludar a otra persona en otro momento y en otro lugar, comentaba cómo aquel había superado una infección de próstata con facilidad. Para ella, que probablemente tambien desconocía el nombre, era "una curada infección de próstata" sin nombre.
Por el mismo motivo para un recepcionista de hotel alguno será "el señor que lleva a su amante unas horas a la misma habitación cada los miércoles" o para el taquillero del cine alguno de sus clientes será "el que lleva a sus niños a ver cada estreno de dibujos animados".
Por la misma razón para el frutero alguien será "un kilo de naranjas y tres pomelos". Exactamente igual para el camarero existe una persona asociada a: "café cortado con sacarina"
Probablemente para nuestro peluquero tengamos como nombre "arréglame las puntas", para el del pub "gin tonic de bombay", para el amante de octubre "fóllame en el suelo" y para el de diciembre "abrázame toda la noche". Es más que seguro que estemos guardados bajo el cartel de "borracho" para quien nos conoció aquel día que luego nos despertó con resaca y que seamos "el snob" para quien nos conoció un día de aquellos en los que nos da por la sesuda incontinencia verbal rellena de datos que nos hace insoportablemente prepotentes.
Lo que intento decir es que para algunas personas somos únicamente partes de lo que somos o que, incluso, somos algo a lo que estuvimos jugando ser un determinado día. Yo he sido un chulesco parlanchín, un romántico debajo de la ventana, un rabo con patas, una barra de pan y un croissant, una llamada de teléfono incómoda, un insultador, un conductor agresivo, un motero sin prisa, un nómada y un sedentario, un mail no respondido, un plan no realizado, un cepillo de dientes para tirar a la basura, un escapista, un gin tonic, un pincho de tortilla y un café, un deseo no realizado e incluso, alguna vez, una puerta abierta que nadie quiso pasar o una colección de decisiones incorrectas.
A veces nuestra tarjeta de visita es sólo una parte de nosotros mismos. A veces no.
Tu eres la suma de las partes de los ojos que te miran.
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