31 de agosto de 2011

Se acabó el verano

Se acabó ese extraño momento en el que ir disfrazado de macarra por la playa es algo moderno. En el que ser un simpaticón sin recursos no es ningún problema. Se acabó el tiempo en el que te encanta inventarte historias para macerar la verdad delante de aquellos que te ven cada muchos veces. Se acabó, incluso (foto 1) el tiempo de los descubrimientos.


Se acabó pensar que vas por ahí (foto 2) tocando los culos de dos en dos, y que eso es sano y satisfactorio. Se terminó el agotador trabajo de esconder las bolsas de resaca debajo de los ojos y de soportar las largas carreteras en las que abres las ventanas (o un poco la visera del casco) para ver si el viento se va llevando los malos pensamientos.

En definitiva, se acabó ver culos y disfrutar como un niño pequeño (foto 3) para volver a ser un adulto que sonríe como si hubiera cometido una travesura que ha durado casi un mes.

Bienvenidos a casa, que es donde está la vida de verdad sonriendo mientras te ve llegar. Algunos vivimos todo el año en verano (porque tenemos alma de traviesos y zangolotinos) y por eso estamos en terapia. Aunque Fukushima siga irradiando, los empleos perdiéndose, las parejas rompiéndose, el 15M despistándose, las pensiones reduciéndose y las música de verdad dejando de radiarse este año. Y es que el año de verdad empieza ahora, en septiembre. Y va a ser, sinceramente, la rehostia.

Y si te lo pierdes: Tu verás (como la canción).
Pd: o como el final de verano azul.

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